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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

miércoles, 22 de septiembre de 2010

EL MARAVILLOSO PUEBLO NUESTRO

Ahora que acaba de pasar el 25 aniversario del gran terremoto de la Ciudad de México he visto en noticias y documentales de nuevo aquellas imágenes conmovedoras de nuestro pueblo mexicano, sin distinciones ni remilgos, ayudándose unos a otros moviendo piedras, sacando heridos y muertos, consolando y dando todo de sí mismos.

Lo mismo acabo de ver en la inundación de Veracruz, la gente llora porque todo lo ha perdido y al mismo tiempo consuela a otros y ayuda a rescatar a más gente, a animales, a las cosas que se puedan. Veracruz de hoy ha sido también Chiapas de otros días, o Guerrero o Oaxaca, o el lugar que sea; lo que es obvio en todas estas situaciones es que el pueblo funciona mucho más que el Gobierno porque los presidentes en turno cuando mucho se dan una paseadita por las zonas de desastre, prometen maravillas como cuando andaban en campaña (que al fin y al cabo ya están perfectamente entrenados) y vuelven a tomar su avión de camino a casa donde lo que sobran son las comodidades, el agua potable, la energía eléctrica y la comida.

Hace algunos años, cuando hubo damnificados en Tapachula (Chiapas) a mí me tocó vivir de cerca una tragedia familiar: era la de los padres de una amiga mía, quienes perdieron casa y todos sus bienes y, como muchos otros, fueron a parar a un albergue para medio vivir mientras la situación se componía. Allí les prometió el Gobierno una nueva casa para cada familia damnificada y permanecieron en el refugio una semana, dos, cuatro, tres meses, seis meses y la gente ya fastidiada de estar en esas condiciones iba resolviendo su situación como podía para salirse de allí y empezar a reconstruir su vida. Pero… había una condición para aquello de la vivienda nueva: tenían que firmar todos los días su estancia en el albergue porque el que se fuera de allí perdía la oportunidad de tener casa.

No sé quiénes habrán resistido o si hubo alguno que aguantó hasta el final, pero no cabe duda que el desamparo de nuestro Gobierno a su pueblo en situaciones de crisis es evidente y doloroso; además perpetuo porque pasan las generaciones, cambian los gobernantes y las cosas para los mexicanos siguen funcionando igual que siempre: Mal.

Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece y de verdad no creo que nos merezcamos esto, a menos que nuestra culpa como pueblo sea vivir eternamente agachados ante el poder o que la culpa sea que sólo si hay terremoto o inundación nos unimos como un solo pueblo capaz de cualquier cosa. ¿O será acaso nuestra ceguera? Porque es claro que como pueblo no hemos visto aún que el Gobierno que tenemos es peor que cualquier terremoto o catástrofe y por eso no podemos hacer frente común.

sábado, 18 de septiembre de 2010

PEDRO INFANTE VIVE

Para Julieta

Palabras van, palabras vienen y jugamos todos al juego de las palabras. A veces las creemos porque los medios publicitarios se dedican a engañar incautos y lo hacen muy bien y entonces deseamos el agua que adelgaza porque elimina la grasa del cuerpo, la crema que quita las arrugas, los suavizantes de ropa con calor de mamá, las sopas de sobre que son como las que hacía mi abuelita y muchas más cosas que todos conocemos.

Desde que mis hijas eran muy pequeñas yo trataba de educarlas en el sentido crítico acerca de la publicidad y nos lavábamos con jabón Camay para que comprobaran que las manos podían seguir rasposas y no como de seda y lavábamos con determinado detergente para que vieran que las manchas no se iban de la ropa como en la tele. De todos modos, los medios audiovisuales (que atacan al cerebro por vista y oído) pues son muy poderosos y siempre querían que les comprara todo lo de los anuncios que les gustaban.

Una tarde de DF llegábamos a casa en el desfile de un largo embotellamiento y ya desde entonces se vendía de todo en los estacionamientos que eran las grandes avenidas. Ese día vendían el periódico vespertino y el hombre gritaba a todo pulmón: ¡Pedro Infante VIVE! ¡Notiiiiiiicia del día: Pedro Infante VIVE!, y, al calor de las cuatro de la tarde, se paseaba entre los coches. Mi hija Julieta no podía creerlo e insistió tan frenéticamente en comprar el periódico que tuve que detenerme aún cuando ya empezaban a circular los coches, lo cual es pecado mortal en la Ciudad de México.

El encabezado del periódico en grandísimas letras repetía la noticia gritada: PEDRO INFANTE VIVE.

- ¿Qué habrá pasado, mamá?, ¿lo congelarían un tiempo?, ¿estaba perdido?, ¿se fugó de incógnito?, ¿a quién enterraron, entonces?
- Lee, lee en voz alta y dime.
Y leyó:

PEDRO INFANTE VIVE en el corazón de todos los mexicanos.
Y se enojó muchísimo.

Así, a muy temprana edad mi hija descubrió por sí misma que las palabras tienen muchos sentidos y su significación depende del contexto. También, finalmente, descubrió que los medios de información abusan de los juegos del lenguaje para engañar a quien se deje.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

A PROPÓSITO DE LA PATRIA

En el poblado chamula de Catishtic cae el sol de las doce del día sin protegernos del frío. Amenaza la lluvia, pero en las comunidades indígenas saben calcular el tiempo y la fiesta escolar se organiza rápidamente, antes de que venga el agua.

Trece niños y dos niñas terminan la primaria: ellas acaban de estudiar, algunos de ellos también. Después vienen la milpa, el casamiento, el curso natural de la vida, pero hoy hay baile, comida y trago para todos. Yo soy la madrina ladina que acompaña el evento pagando la música y haciendo presencia en largos protocolos. Un escritor indígena de ese pueblo me ha invitado, es un honor, le dije, y siento que es un honor. Yo soy allí lo más observado: vestido y zapatos, castilla para hablar, un modo diferente de ver, de aceptar las Pepsi-Colas bajo la sombra de los árboles. Catishtic es un pueblo perdido en la montaña. Catishtic no está en el mapa.

El aire helado de la montaña me mantiene activa. Camino de un lado para otro hasta que me rodea un grupo de chiquillos: observan, ríen, hablan entre ellos. Los llamo y les pregunto ¿hablan castilla?
- no, castilla no
- sí, castilla habla pero no quiere

Desde el fondo del mar de sus rebozos azules las mujeres me miran, siento que me muevo frente a ellas como en un escenario. Quisiera decirles algo afectuoso en su lengua, pero yo hablo castilla solamente y por eso sonrío, a ver si con ojos y boca cerrada se los digo. Tres horas de espera, desde las nueve de la mañana, sin más. No sé qué hacer con tanto tiempo entre las manos. Algunos hombres deambulan, hacen los preparativos: micrófono, acomodo de sillas, juncia en el piso porque es día de fiesta, cohetes... las mujeres, sentadas en el suelo con sus niños, miran el campo verde, extenso. El tiempo que me atormenta parece no existir para ellas.

Finalmente la ceremonia empieza. Número uno: “Honores a la bandera”. La maestra toma el micrófono y canta sele-vantaen-elmás-til-mi-ban-de-ra... la escolta de sexto año comienza a desfilar alrededor del patio, con la bandera en alto, comunsol-en-tre-cé-fi-rosy-tri-nos. Los niños visten de gala: chuj de lana, enredos como faldas y fajas de telar; la escolta de quinto año se encuentra con la otra a la mitad del patio oi-goy-sien-to-con-ten-to-la-tir-mi-co-ra-zón. Se paran frente a frente, sonrientes, yo oigo y siento contento latir mi corazón es-mi-ban-de-ra-laen-se-ña-na-cional. El director se acerca para hacer el cambio de escolta, la bandera pasará de una a otra mano previo juramento ¿juran ustedes defender esta bandera, símbolo de su patria, hasta con su sangre misma?

Nos cae encima el silencio con la primera oscuridad antes del agua. Los niños de las escoltas tiemblan mientras se miran un momento, callados. El silencio nos cae como cobijo. Silencio de cosechas perdidas, de hombres iletrados, de epidemias, de días de hambre. Silencio de mujeres perdidas en rebozos azules. Nuestras manos sostienen el saludo patrio a medio pecho y el director repite ¿juran ustedes, niños? SÍ JURAMOS. Des-de-ni-ños-sabre-mos-res-pe-tar-lay-tam-bién-por-sua-mor-mo-rir. La nueva escolta toma su bandera. Aplaudimos. Juramos todos. Es día de fiesta en Catishtic.


Foto: Sofía López Olalde

sábado, 11 de septiembre de 2010

PURO CIRCO

En la antigua Roma los emperadores tenían la costumbre de entretener al pueblo con espectáculos y alimento: carreras de carros, luchas de gladiadores, trigo y pan. Así, el pueblo entretenido no se ocuparía de los asuntos políticos que sólo a ellos concernían y que era mejor mantener ocultos. Como vemos, desde entonces estaba probado que el populismo era una muy eficiente herramienta para manejar a las masas y la clave era: “Pan y circo”.

En nuestro país seguimos con las costumbres romanas, aunque bien adaptadas “a la mexicana” porque espectáculos populares hay: conciertos en la calle, baile de quinceañeras en el ángel de la Independencia, concursos como el de Iniciativa México, además de todos aquellos sostenidos por la televisión como la interminable Academia, los reality shows y… en fin: circo y más circo. Desde luego, como dije, con la mexicana adaptación de que no hay pan, sólo circo y con eso la gente parece más que contenta aunque de verdad estamos peor que los romanos de la antigüedad que por lo menos lograban que también les dieran pan.

Pues hoy nos encontramos en la víspera de uno de los más grandes circos que se le ha ocurrido a nuestro gobierno: el del Bicentenario. Ya se anuncian los espectáculos que habrá, empezando por un desfile majestuoso en el que participarán también soldados extranjeros (¡!!!!), el Zócalo de la Ciudad de México parece sucursal de Disneylandia, no hay lugar ya para los edificios de tanto foco de colores, habrá música de mariachis y de bandas y de cantantes, fuegos artificiales, desfile de aviones en el cielo y desde luego, para los más cultos habrá exposiciones, conferencias, presentaciones de libros, eventos especiales en los museos y hasta un monumento nuevo que estará en Paseo de la Reforma y que se llama “Estela de luz”. Y de verdad prefiero no seguir con esta lista porque es como interminable, ojalá hubiera tanta cultura y tanto movimiento festivo en nuestro país todo el tiempo, no sólo para el día del circo.

Ayer escuché en un noticiero a Elena Poniatowska haciendo cuentas de cuántas casas y cuántas escuelas, hospitales, carreteras y demás podrían hacerse con el dineral que se gastará en este circo. Lamentaciones, como las mías. Dice nuestro presidente que con estos festejos se pretende tener una patria más justa, más libre, más democrática, más próspera y más segura, porque los festejos estarán por encima de cualquier diferencia entre los mexicanos. Yo creo que él piensa que sin el pan de este circo y sin el pan después del circo pues bastará que veamos con emoción el monumento de la “Estela de luz” y nos sentiremos más prósperos, libres y seguros, a lo mejor también sin hambre.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA CAMA DE HIERRO DE PROCUSTO


Para mi amigo Carlos
Platicando con mi amigo Carlos sobre nuestras experiencias profesionales me hablaba él de Procusto , personaje de la mitología griega que era un sádico bandido que había construido en su casa una cama de hierro, entonces salía por las calles e invitaba a cenar a quien encontrara; después de la cena los acostaba en la cama de hierro y las personas tenían que dar el tamaño de la cama a como diera lugar, o sea, si les sobraban los pies se los cortaba, o bien, si eran más cortos que la cama los estiraba hasta descoyuntarlos.

Hablábamos del Sistema Nacional de Investigadores, aunque esto aplica también a los “perfiles” de profesores universitarios que rigen en nuestro país, porque resulta que las normas dicen que el profesor tiene que ser también investigador y el investigador profesor, además deben ser escritores académicos y publicar en revistas arbitradas por unos Procustos y , en fin, tener la medida exacta de unas normas arbitrarias para poder calificar y acumular los puntos necesarios que finalmente les darán un estatus, una plaza y un salario.

Mi padre decía, con sobrada razón, que había “maestros pozo” y “maestros fuente”, los primeros estaban llenos de conocimientos, pero no había manera de que los enseñaran a los alumnos porque eran discapacitados didácticamente, y los segundos podían no ser tan sabios pero tenían gran capacidad para la enseñanza. Yo creo que todos hemos tenido de los dos ejemplos de maestros y es bien explicable por los tipos de personalidades que existen entre los seres humanos, por lo cual es inconcebible que el introvertido pueda dar maravillosas clases o que el más sociable pueda pasar horas de solitaria investigación y además, que ambos sean escritores y que den conferencias, y que aporten a su país y a la humanidad en todos estos aspectos.

Yo abandoné hace tiempo la cama de hierro de Procusto porque he estudiado mucho, tengo dones para la docencia, pero definitivamente ya no tengo ganas de estudiar un doctorado ni de hacer investigación de tipo académico para poder publicar en revistas arbitradas por nerds, entonces tengo ahora la libertad de ser del tamaño y de la forma que soy sin tener que darle gusto a nadie, pero tengo también el castigo de Procusto: no tengo un salario ni menos tengo esperanzas de una jubilación de tipo económico, ni de seguridad social, ni de servicios médicos, ni nada. Confieso no haber elegido mi situación por valentía sino por rebeldía.

Entiendo las razones humanas y lógicas de quienes están en la cama de Procusto y también entiendo que Procusto era un torturador.



sábado, 4 de septiembre de 2010

NO SUPE LO QUE DIJE (Córdoba, Cholula y muchos más templos)


Foto: Las princesas de Cholula

En el año de 1523 el Emperador Carlos I de España y V de Alemania, desde una gran distancia física y emocional ordena la construcción de la catedral de Córdoba sobre la mayor y más hermosa mezquita musulmana en España. Para el Emperador esto no era la construcción de una iglesia. Era una demostración de poder.

Curiosamente, y para beneficio de la humanidad, la catedral católica fue cuidadosamente insertada en la mezquita y así prevalecieron ambas. Los retablos con santos se encontraron finalmente inmersos en el magnífico bosque de columnas y arcos que formaban el alma del templo árabe.

Muchos años después, y ya sin distancia física, el Emperador pudo ver la catedral en Córdoba y ese día, al ver mancillado el bellísimo recinto, al ver herida tanta belleza, lamentó profundamente su demostración de poder: “Yo no sabía qué era esto. No supe lo que dije”. Y dicen que, compartiendo su culpa, al obispo fray Juan de Toledo le dijo: “hacéis lo que hay en otras muchas partes y habéis deshecho lo que era único en el mundo”.

Mientras tanto: la Nueva España. Grandiosos templos cristianos se construyen sobre los templos indios. Por los canales de Tenochtitlan irrumpen bergantines españoles hasta el Templo Mayor que acabará en el subsuelo de una gran catedral. Los soldados españoles, aunque simples soldados, no pueden dejar de admirar aquellas magníficas pirámides, no pueden cerrar los ojos a tanta belleza, extraña y diferente, pero belleza al fin.

Yo me detengo hoy frente a la gran pirámide de Cholula que es otro enorme templo, construido de muchos templos indios superpuestos hasta que el monumento cristiano de la Virgen de los Remedios se les asentó encima a todos y coronó de rezos con letanías las antiguas voces sagradas que quedaron para siempre sepultadas.

La iglesia cristiana de Cholula no es tal. Es una demostración de poder.

El mismo poder del conquistador que construyó esa iglesia de hace siglos, saqueó y destruyó los tesoros de la humanidad: desde Grecia hasta Varsovia, desde las más hermosas ciudades europeas hasta el patrimonio de Bagdad en la guerra de Irak de no hace mucho: las esculturas, las tablillas de escritura cuneiforme, los relieves asirios, la joyería. Somos los mismos de antes y de siempre.

Sin embargo, en la gran pirámide de Cholula las voces de sacerdotes indios se oyen aún melodiosamente mezcladas con los rezos musulmanes de la antigua mezquita.

Y en medio de estas ruinas hay un rey que se lamenta como ningún rey de nuestro siglo lamenta nada, y es que Carlos I de España y V de Alemania, al final de su vida, dejó de ser conquistador y así pudo saber de todas sus barbaries. Su voz se escucha todavía, lejana y clara: “Yo no sabía lo que era. No supe lo que dije”.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

HOY COMO AYER

Hoy empieza el mes de la Patria y ya venden banderitas en todas las esquinas, vuelvo a pensar qué es para mí todo esto de septiembre, de la Patria, la bandera; y encuentro que hoy, como cuando yo era niña, mi pensamiento y mi corazón siguen en lo mismo…


No puedo escribir sobre la Patria. Ni siquiera estoy segura si se escribe con mayúscula, si es nombre propio o común. La maestra dijo que hiciéramos una composición de dos cuartillas sobre la Patria porque es Día de la Bandera y yo de la patria no puedo escribir.

La Patria es tesoro en el corazón, dice mi papá y tampoco entiendo nada hasta que me dice que tesoro y amor se parecen y que en el corazón se guardan los cariños como el que le tengo a mi perra y lo que quiero a mi mejor amiga y a mi abuelita y a mis primos. Empiezo, escribo...escribo porque patria-tesoros es algo más claro como mi muñeca Patricia, mi abuelita, mis dos primos grandes, que se va clarificando con lo del cariño: mi perra, mi casa, mis juguetes, los vecinos que juegan con nosotros ¡cómo quiero a la Patria! Creo que sí debe escribirse con mayúscula, que sí es nombre propio como el de Don Pepe que arregla mi bicicleta, mi tía Isabel; y faltan todavía los tesoros-lugares de la playa, la iglesia, la tienda grande de juguetes, la pista de patines, el zoológico.

Escribo: la Patria es alegría y es tesoro del corazón y pienso que a lo mejor debe ir toda la PATRIA con mayúsculas porque es nombre propio, grande y alegre que guarda todos los cariños; pero tengo que escribir también que la PATRIA es triste porque los vecinos son muy pobres y a veces no comen bien y Santaclós les trajo de regalo los uniformes de su escuela y no entiendo bien por qué a los pobres ni Santaclós los quiere y ¡mala suerte!, pero la PATRIA también son los robachicos y secuestradores a los que les tengo tanto miedo y los que están enfermos locos y encerrados en el manicomio y también las inditas que venden fruta en el mercado y hablan mal español, como si fueran niñas chiquitas y todo el mundo las arremeda y se ríe de ellas y a mí eso me da mucha tristeza. La PATRIA también es triste, escribo, mientras pienso que LA PATRIA debe escribirse con mayúsculas desde el artículo porque es demasiado lo que lleva adentro como para que le quepa en una sola palabra.

Escribo y pienso, escribo y siento; mi corazón con tesoro late mucho.