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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

miércoles, 18 de diciembre de 2013

¿Falta alguien en Navidad?

Las sillas vacías de la Navidad

En el primer mes de diciembre en que ya no estaba mi papá el vacío se hizo más grande en las celebraciones, sobre todo, en Navidad. Aquella cena que él y mi madre organizaban para todos los familiares nos reunía a cuarenta o más personas en la enorme área de sala y comedor que mi padre hizo en su casa para eso: para reunir a la familia, para hacer fiestas porque así eran ellos, gente de fiestas y celebraciones. Allí entonces no faltaba ni un tío ni un primo, ni tampoco algún amigo de cualquiera de nosotros que no tuviera donde cenar esa noche.

Teníamos organizado un programa: el que decía palabras, el teatrito que hacían los niños, los regalos de broma, los regalos de no broma y antes de la cena la oración en la que alguien de cada familia daba gracias a Dios por lo que había pasado en el año. Con la partida de mi padre esa fiesta terminó.
Cada vez las reuniones en diferentes casas eran más pequeñas, faltaba alguien más por muerte o separación voluntaria y sé que mis hermanos, mis primos, mis sobrinos y los que estuvimos en esas Navidades recordamos con melancolía "aquellos tiempos".

Sin embargo, de aquellos tiempos a éstos hay nuevos personajes en cada pequeño grupo: hay niños pequeños, hubo bodas y nuevos primos, amigos reencontrados con el tiempo (y en el facebook, claro)
y las sillas vacías vuelven a estar ocupadas. Todos y cada uno hemos vuelto a retomar la esencia de aquella celebración: reunirse, estar felices, reír a carcajadas, abrazarnos y dar gracias a Dios. Ahora mis primos viven lejos y también mis hijos, el destino de cada quien nos ha dispersado en la Patria y fuera de ella y ahora amamos el internet y todas sus posibilidades para vernos en fotos y en conferencias de skype. Nunca volveremos a reunirnos todos aquellos del tiempo de las "Navidades de mi Papá", pero nunca perderemos estas ganas de vernos para comer y beber juntos y con todo el corazón desearnos lo mejor, abrazarnos en persona y por face y por skype.

Como yo estoy cierta de nuestra esencia espiritual puedo percibir en nuestros ahora pequeños grupos navideños el calor de la compañía de los que viven en otras estancias, de nuestros padres, de nuestros abuelos, de nuestros tíos y de nuestros amigos que fueron contemporáneos pero emprendieron antes el camino del cielo que sigue. Y hoy, por esta magia del internet quiero abrazarlos a todos y reír con ustedes y comer y beber juntos desde cualquier lugar en donde estemos, porque eso que se llama el espíritu navideño no puede ser más que esto: la alegría de reunirnos para estar felices.






viernes, 13 de diciembre de 2013

Comer con culpas

Confieso haber comido con culpas muchas veces en mi vida: choco-
lates, pasteles, helados y todo lo que contribuye a la obesidad. Y las culpas eran graves porque yo sabía que atentaba contra mí misma.

Sin embargo y desde hace 26 años he conocido otro concepto del
"comer con culpas" como habitante de San Cristóbal de Las Casas,
Chiapas. Mi primera experiencia fue en casa, al ver todo lo que yo
tenía después de sentir en cualquier calle el despiadado golpe de la
convivencia con la verdadera pobreza extrema. Situaciones dolorosas e irremediables, escenas tristes y mi sentido de impotencia al máximo posible.

La siguiente experiencia: comer fuera de casa. En algunos sitios los vendedores ambulantes, que son indígenas, entran al restaurante a ofrecer su mercancía; muchos de ellos son niños. Animalitos de barro, animalitos de lana, rebozos, pulseras, blusas, chales, cinturones... y demás. Comer en un lugar de los que permiten vendedores ambulantes es la definición más exacta de lo de "comer con culpas".
Muchas veces he dejado de comer, les he dado mi pan, mi helado, mi refresco porque invariablemente dicen "tengo hambre", "no he comido", o "dame de tu pan". Muchas veces los ignoro, les digo que no y que no y que no porque insistentes son y yo tengo hambre y no quiero culpas sino mi baguette.

 Yo soy muy sensible ante la pobreza extrema que veo todos los días, tan sensible que ya quisiera no verla más porque lo que yo hago por ellos no es ni grano de arena, el problema es inmenso. Hace unos días hubo un escándalo en los medios porque una estudiante indígena guatemalteca se quejó de discriminación en una cafetería: no la dejaban entrar porque con su atuendo indígena pensaron que era vendedora. Salió en todos los periódicos del país, se supo también en el extranjero y a los dueños de la cafetería los atacaron como si fueran nazis todos los compatriotas que no saben lo que significa "comer con culpas". Y entonces la pregunta ¿los dejo entar a mi restaurante o no?, finalmente es propiedad privada y los clientes se sienten incómodos con tanta pedidera, pero la opinión pública de los que viven fuera de este lugar de la Patria es mordaz y severa, como si conocieran de verdad el problema. Hay un restaurante zapatista en este lugar: Tierra Adentro, en él hay pequeños comercios de artesanía indígena y mucha publicidad a favor de los indígenas y sus derechos; sin embargo, los niños y las mujeres que venden en las calles tienen prohibida la entrada al lugar.

Le cuento a mi nieta Nati esta y otras historias y me dice que es horrible, que el Gobierno debe ver por ellos y darles de comer. Y tiene razón. Y también tiene solamente 8 años. ¿Cómo explicarle este país?

sábado, 7 de diciembre de 2013

Un artista olvidado

foto: http://comandochiapas.blogspot.mx
Se acerca Navidad, tiempo de los recuerdos, de las melancolías y también de los encuentros y en estas vísperas he tenido la dicha de encontrarme de nuevo con Don Rodolfo Disner, artista chiapaneco, creador de fantasías, genio del color y la textura pero, sobre todo, el Maestro Disner es un maravilloso ser humano.

Vive en Tonalá en su sencillo hogar cuya entrada resplandece con cuadros de todos tamaños y de todos temas, abunda los Cristos crucificados y le pregunto si los cuadros que permanecen en su casa son los que él más quiere, sólo sonríe. También hay ángeles y sirenas, le gustan las sirenas me dice, a mí también porque si para él existen y para mí también, es que son reales. No recuerda, sin embargo, que hace algunos años cuando lo visité en su taller me regaló un cuadro de una sirena, una sirena de dos mosaicos emergiendo de aguas que sólo Disner ha podido conocer. Yo sí lo recuerdo porque mi sirena está en un sitio privilegiado de mi casa y todos los días disfruto de ella.

Artífice del fuego le han llamado al Maestro porque su técnica tiene que ver con los diseños y luego los colores y luego los hornos, sus obras son templadas al fuego como nosotros mismos en la vida. Pero por esas minucias de su técnica cuántos lo han confundido con artesano que difiere enormemente de Artista porque el artista es un creador de realidades, el artista nos muestra lo que nuestros ojos no han podido ver pero los suyos sí, el artista transporta con su obra a dimensiones desconocidas. Alguna autoridad quiso que en su taller de Tonalá hiciera vajillas con diseños originales y él las hizo hasta que recordó la verdadera misión de su vida y decidió no hacer ya platos sino sirenas, entonces la autoridad le quitó el taller, el salario y a sus ayudantes. Y entonces Disner se avocó de nuevo a la verdadera pasión de su vida: hacer arte.

Me despido de él con tristeza, no sé cuándo volveré a verlo, pero antes le digo cuánto lo admiro, cuánto valoro el compromiso que él ha tenido con su creación y no con los nombramientos, o los premios que dan los poderosos, o la publicidad de la mercadotecnia, o los trabajos por encargo. El Maestro Disner es un símbolo de libertad, es un vivo ejemplo de compromiso con la vocación que Dios le regaló. Y aunque está ahora enfermo y melancólico, yo le pido que vuelva a su creación, que regrese a sus mares y sirenas y animales fantásticos y ángeles, que por favor no nos deje sin su mundo.

Muchas gracias Maestro Disner.