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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

martes, 21 de diciembre de 2010

MI TARJETA DE NAVIDAD

Cuando yo era niña uno de los encantos de esta temporada era recibir y mandar tarjetas de Navidad. Las había de todas formas y tamaños, para escribir en ellas o impresas ya con un mensaje personal, empezaban a llegar desde mediados de noviembre y también ese era el tiempo de actualizar nuestras libretas de direcciones con todas las amigas del colegio para mandarnos las consabidas tarjetas.


Como nosotras éramos 4 hermanas (con sólo un año de diferencia en edades), en uno de esos años a mi papá se le ocurrió la brillante idea de mandarnos a hacer en la imprenta nuestras tarjetas de Navidad, pero en conjunto; así es que decían Feliz Navidad y algo del Próspero Año Nuevo y, al final, con unas letras como antiguas y resaltadas: Niñas Olalde.

Cuando llegó con la caja a casa y las vimos yo no podía creerlo, lo de las Niñas Olalde ya impreso y no con nuestras letras de cada una, me parecía de lo más elegante, de verdad que ese año seríamos la comidilla y la envidia de todas las compañeras y primos y tíos y abuelos y a quienes les mandáramos las tarjetas con unas campanas doradas en una esquina, colgando de listones rojas: ¡Magníficas!

Aquellas tardes de rotular sobres y pegar timbres en cada uno para enviar las tarjetas eran cálidas reuniones alrededor de una mesa llena de papeles y de alborozo, íbamos haciendo montoncitos o hileras de las ya terminadas y yo las contemplaba encantada. Iban a hacer un viaje al correo y de allí a la bolsa de un cartero y de allí a cada casa donde las abrirían y dirían: qué bonita tarjeta mandaron este año las Niñas Olalde.

Al mismo tiempo, el silbato del cartero era emocionante todos y cada uno de los días de la temporada navideña porque llegaban las tarjetas de parientes, amigos y, claro, las de las compañeras de la escuela. Nosotras teníamos el privilegio de ponerlas donde quisiéramos y, después de llenar la mesa de centro de la sala y pegarlas en la chimenea, seguíamos con las paredes y el día de Navidad aquello parecía una kermesse.

Después pasaron los años y vinieron muchos cambios, que son históricos y naturales. Cuando mis hijas eran pequeñas yo seguía poniendo el nacimiento como el de las Niñas Olalde: con muchos borregos y pastores, lago con patos, cascadas de papel aluminio, casitas de todos tamaños, mucho heno y musgo. Mis hijas, como las Niñas Olalde, movían las figuritas todo el tiempo: acostaban pastores y borregos para dormir, también dormían a la Virgen con su esposo y en la mañana los levantaban a todos temprano para desayunar, les daban Corn Flakes, leche o lo que encontraran. Para mí, la Navidad seguía siendo casi igual

Dentro de unos días será de nuevo Navidad y ya no hay tarjetas para mandar por el correo porque el correo ya es un vestigio de la civilización anterior. Recibo muchas felicitaciones y buenos deseos por internet y hago lo mismo hoy. Yo de verdad estaría feliz de estar rotulando sobres para cada uno de ustedes con hermosas tarjetas de Navidad dentro, luego iría al correo con una bolsa grande de tarjetas y me llenaría la lengua de goma pegando timbres; pero eso ya no existe, sólo queda mi loca nostalgia de esos tiempos y por eso les mando esta historia con todo mi cariño a todos y a cada uno de ustedes en esta nueva Navidad.

Ayer me contó mi hija Julieta que puso el nacimiento como lo hacía yo para ellas y que mi nieta Paula acostó a Dora la Exploradora con el Niño Dios porque son amigos. No cabe duda, pienso, que Navidad sigue siendo Navidad.