Ni creía en ellos ni nunca habló de nada del otro mundo en su vida.
Hasta que…
En una de sus últimas estancias de hospital, en terapia intensiva, se quedó allí solo en su aséptica habitación y el médico les aconsejó a mi mamá y hermanos que se fueran a su casa a dormir porque no tenía caso que estuvieran allí. Mi mamá decidió ir a casa porque estaban cansadísimos y de todos modos no podían estar cerca de él. Yo acababa de regresar a Chiapas después de esa triste experiencia de estar varios días en una silla afuera de la clausura; pude entrar a verlo tres veces en un día, a diferentes horas, por sólo 10 minutos y después de haber leído lo de “No hablar al enfermo de problemas personales ni familiares ni de ningún asunto que pueda alterarlo”. Así es que lo vi lleno de agujas, mangueritas y aparatos y me vio y nos vimos mucho mientras hablábamos del clima.
A la mañana siguiente y después de haber dormido por fin en una cama mi mamá llegó temprano a verlo y no hablaron precisamente del clima porque él le dijo: sé que anoche se fueron a dormir a la casa. ¿Te lo dijo una enfermera? No, me lo dijo mi hermana Esperanza, anoche vino, se sentó aquí en mi cama y me dijo que no había nadie allí afuera y que ella venía a acompañarme, también me dijo que todavía no me voy a morir porque me faltan cosas por hacer, yo no sé qué puede faltarme con este cuerpo que ya no me responde pero eso fue lo que me dijo y yo le creí. Tu hermana Esperanza está muerta desde hace seis meses. Ya lo sé. ¿Y vino a verte? Sí, vino a verme y me dijo que tú te habías ido a dormir, o ¿no es cierto?