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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

viernes, 10 de mayo de 2013

DIEZ DE MAYO



Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna

Miguel Hernández







Cuando mis hijas eran unas niñas pequeñas Julieta leía todo el tiempo que podía y dibujaba, amaba sus lápices de colores, sus tijeras y el pegamento, Sofía sentaba todas las tardes a sus muñecos y peluches en un “salón de clases” y les enseñaba de todas las materias, les hacía cuadernitos para que hicieran sus tareas (que ella hacía en todos y cada uno de los cuadernitos) y premiaba o reprobaba a uno y a otro.

En aquel tiempo, cuando yo imaginaba su vida futura, las veía maestras, profesionistas exitosas, amantes de los libros, metidas en escuelas y universidades. Y acerté, así es el día de hoy; sin embargo, nunca las pensé como las maravillosas madres que son: derramadas hilo a hilo sobre la cuna y por eso cada día que las he visto como mamás he vivido el más dulce de los asombros.

Mis pequeñas niñas ahora ocupadas en crear aquellos hábitos que les molestaban: lo de la alimentación sana, la higiene, los modales, pedir permiso, pedir perdón, agradecer. Mis niñas enseñando a abrazar, a besar y a amar.

domingo, 5 de mayo de 2013

El legado de Cuquita




A mí mi bisabuela me enseñó lo del placer de leer; cuando yo tenía siete años ella era una viejita de más de ochenta que se encerraba en el vestidor de su cuarto y se sentaba en una silla chaparrita como ella: a leer. Cuquita leía novelas de amor y siempre me dijo que los libros eran mucho mejores que las joyas y por eso ella tenía muchos. También me enseñó algo que, a la fecha, no me he atrevido a hacer y era leer el principio de la novela y enseguida el final, entonces, me decía, puedes leer con tranquilidad todo lo que pasó sin angustiarte por lo que pasará después. Cuquita era la abuelita perdida, no escuchaba nada de lo que pasaba a su alrededor, se olvidaba de que tenía hambre o sed, no contestaba cuando gritaban su nombre porque en aquel vestidor con su ventana redonda y su sillita estaba la magia y ella era una adicta como yo.