Una mujer morena
resuelta en luna
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna
Miguel Hernández
Cuando mis hijas eran unas niñas pequeñas Julieta leía todo el tiempo que podía y dibujaba, amaba sus lápices de colores, sus tijeras y el pegamento, Sofía sentaba todas las tardes a sus muñecos y peluches en un “salón de clases” y les enseñaba de todas las materias, les hacía cuadernitos para que hicieran sus tareas (que ella hacía en todos y cada uno de los cuadernitos) y premiaba o reprobaba a uno y a otro.
En aquel tiempo, cuando yo imaginaba su vida futura, las veía maestras, profesionistas exitosas, amantes de los libros, metidas en escuelas y universidades. Y acerté, así es el día de hoy; sin embargo, nunca las pensé como las maravillosas madres que son: derramadas hilo a hilo sobre la cuna y por eso cada día que las he visto como mamás he vivido el más dulce de los asombros.
Mis pequeñas niñas ahora ocupadas en crear aquellos hábitos que les molestaban: lo de la alimentación sana, la higiene, los modales, pedir permiso, pedir perdón, agradecer. Mis niñas enseñando a abrazar, a besar y a amar.