foto: taringa.net
Cuando viví en San Franciso conocí a muchos paisanos míos trabajando y viviendo "el sueño americano". Un día me detuve a ver a los albañiles en una construcción, equipados como nunca se habían imaginado: cascos, botines con suelas antiderrapantes, plataformas eléctricas con barandales para subir a los pisos altos, cinturones de seguridad con ganchos y cuerdas de acero que los ataban a los edificios y a la vida, y me acordaba yo de los albañiles que construyeron la casa de mis padres, amarrados con mecates para colar los pisos altos, con unos tenis rotos porque eran sus únicos zapatos, sin cascos, sin más ropa que la que traían puesta. Estando en esto uno de ellos se me acercó, le pregunté su nombre: Pancho para servir a asté; oye Pancho estoy impresionada de la seguridad con que trabajan aquí, parecen ustedes alpinistas con tanto equipo, sí señito acá así es y el pago es en dólares. ¿Cómo llegaste acá Pancho?, en la Bestia seño, yo sí lo logré, ¿cómo que tú sí?, yo sí y mis cuatro compañeros no, entre los maras, los zetas, los narcos y los que se quedan dormidos y se caen del tren. Qué bueno Pancho, me da mucho gusto por ti.
Me fui apenada, ¿de verdad me daba gusto por Pancho?, y ¿qué tal por la familia de Pancho?, la mujer que dejó en Guanajuato o sabe dónde, los hijitos que trabajan a los 7 años de edad para que todos en la familia puedan comer. Y, por otro lado, si Pancho no llega y gana ahora en dólares disfrazado de alpinista, ¿qué sería de esos niños, de esa mujer y de todos los que dependían económicamente de él? Pues muertos de hambre ya sabemos porque el Gobierno Mexicano es sólo palabras y palabras, ya sabemos.
Acabo de ver la película La jaula de oro que narra estas historias de La Bestia y del peregrinar en el infierno de la inmigración, habla del miedo, del hambre, del frío, de la incertidumbre, de las traiciones, del compañerismo y del tercer mundo. Ganó Arieles porque es una magnífica película y un gran documental, pero la verdad es que más que orgullo por nuestro cine a mí me da vergüenza que el mundo entero tenga que saber qué es lo que pasa en este país de pobres donde, no lo olvidemos, vive el hombre más rico del mundo. Record guinness con el más millonario y también con el gobierno más corrupto, generador de esa pobreza. Eso somos.
Mi tío Nicolás, hermano de mi padre atravesó el Río bravo a nado en los años 20s y llegó hasta Chicago. Allí se quedó y se casó con la tía Josie, una italiana inmigrante también. Hicieron ambos una vida nueva, tuvieron hijos y nietos, murieron sin volver a ver a sus familias de origen pero lograron lo del sueño porque ya en los años veinte el Río marcaba la diferencia de calidad de vida, de un lado había trabajo y progreso y casas confortables y transporte público y tantas cosas que mi tío Nicolás ni siquiera había pensado que estarían dentro del sueño, porque ¿cómo imaginarlas desde Comonfort o Chamacuero, Guanajuato? con calles de tierra, casas de adobe y madera, transporte en burro o caballo o tren para quienes pudieran pagarlo.
Así fue.
Así es.
Tengo primos gringos que no conozco y sobrinos también. Y tengo que aceptar que en toda esta historia de generaciones México no ha cambiado y este lado del Río Bravo es el infierno del que quieren salir los que se arriesgan con La Bestia.
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