Cuando yo era niña soñaba con ser bailarina de ballet porque me fascinaban las bailarinas en el escenario, me parecía que aquello de poder bailar en puntas era cosa de magia y, además, su vestuario era mágico también.
Como yo era lectora por naturaleza busqué libros sobre el ballet y así fui enterándome de mi triste realidad porque decían los libros que las bailarinas son muy delgadas (lo que yo no era), bajas de estatura para que, paradas en puntas, no sobresalieran a su compañero (lo que yo tampoco era) y además dedicaban casi todas las horas de su día a bailar (lo cual tampoco era para mí porque si no me quedaba tiempo para leer pues yo estaba frita). Desde entonces decidí seguir siendo admiradora del ballet y los bailarines, solamente.