FELIZ AÑO NUEVO

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Esta era una mañana de mi adolescencia en que tenía yo examen de Matemáticas y, obviamente, no entendía nada todavía ni del temario, además tendría clase de bordado y tengo discapacidad manual para esas cosas y, para colmo, el chico que me gustaba se me había acercado una tarde antes para hablar conmigo y acabar con tooooda mi ilusión porque lo que quería eran tips para ligarse a mi mejor amiga. Esa mañana, entonces, cuando mi mamá me dijo “buenos días hija” yo le respondí en automático: “y ¿qué tienen de buenos mamá?” (Perdón madre, no entendiste nada de lo que yo pasaba, pero tampoco te lo dije nunca).

Y esta historia viene a cuento porque lo del Feliz Año Nuevo no me convenció nada esta vez, esta vez me amaneció el año con pesimismo porque acostumbro a ver más las cosas malas que las buenas aunque ahora siento que tengo disculpa porque en el país las cosas malas son muchas más que las buenas. Por lo pronto, seguimos con el mismo Presidente que se cree guerrero medieval y con los miembros de los partidos políticos sacándose los ojos unos a otros, prometiendo maravillas que ya nadie cree y con las elecciones en julio de este año.

Sin embargo… la fiesta, las uvas, las luces de bengala el conteo regresivo, la música estridente y la felicidad desbordada, nuevas esperanzas, júbilo.

Lamentablemente veo que mucha gente se refugia en su mundito: mientras a mí no me pase nada, mientras no me haya tocado un narcotiroteo, mientras mi familia siga a salvo y además yo tenga para comer, pasear, ir a la playa en vacaciones y de regreso a comprar a Liverpool… pues, mientras, que se maten, es más ni leo las noticias, ni las veo, ni las oigo, ni me interesan porque no tengo por qué estresarme de a gratis. Eso sí, puedo reírme de lo chistoso que es Peña Nieto, de la quemada que se dio porque no ha leído ni un libro, pero igual voto por él porque está guapísimo. Lo oí, yo Guadalupe Olalde escuché horrorizada ese comentario de una mujer X, de cualquier mujer de nuestra clase media mexicana.

Y las campanas desgañitándose en la Catedral, y el Zócalo y el Ángel de la Independencia repletos de gente que quiere festejar algo, los gritos de alegría, los silbatos, los conciertos populares, la alegría un rato, sólo un rato, pero eso sí: mucha alegría a la mexicana.

No tendría por qué recordarlo hoy pero vivo en Chiapas, junto a la pobreza extrema todos los días y eso me provoca tristeza, pero ni hablar, prefiero saber que no saber. Saber que a mi lado los niños descalzos piden limosna, son malabaristas, pretenden lavar el parabrisas de mi coche cada vez que paso, que sus madres embarazadas cargan un niño en su vientre, otro en un brazo y la mercancía que venden en el otro y la mercancía suelen ser kilos de leña. Saber a mí me duele como lo de los albañiles y ésta es la historia: los albañiles que trabajan para nosotros colaron un piso y les llevamos refrescos en una hielera con bolsas de gel congelado que sirven para refrigerar, nuestros albañiles en realidad habían hecho un trabajo pequeño pero tenían sed, sin embargo, los albañiles de la casa de enfrente colaron todo el techo de toda la gran casa que construyen y el patrón no les llevó ni agua. Nuestros tres albañiles compartieron los refrescos con ellos y regresaron la hielera vacía; cuando les preguntamos por las bolsas de gel nos dijeron que los vecinos se las habían comido, que las mezclaban con el refresco.

Eso es tener hambre, eso es tener gobiernos corruptos y gente abusiva en el poder. Eso no puede ser Feliz Año Nuevo si no vemos posibles remedios futuros. Yo lo que deseo de verdad para este año y para TODOS los mexicanos es conciencia social, sin necesidad de que les pasen desgracias como a otros, con necesidad sólo de abrir los ojos a la realidad y saberse parte de un mismo pueblo.

Y el pueblo grita y festeja, hay luces en el cielo y mucho alcohol para amenizar y para olvidar que el Año Nuevo no cambia en nada la situación. Pero mientras… que cante Yuri, que empiece el baile, que empiece el año otra vez.