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En Los últimos tiempos de su vida, mi mamá y nosotros sus hijos tuvimos que pasar por los tormentos del hospital y me refiero al de Traumatología del IMSS Lomas Verdes, igual que muchos otros, ni duda cabe. Como son hospitales de Gobierno hay reglas muy estrictas para acompañar al enfermo, pero la primera es la primera: de día y de noche alguien tiene que acompañar a su familiar para atender sus necesidades, darle sus medicinas y alimentos y hasta bañarlo. Enfermeras y enfermeros, médicos y médicas sólo caminan de prisa por los pasillos con cara de ocupados y para lograr que nos hablen durante cinco minutos es un triunfo después de haberlos correteado por todo el hospital. Y luego, pues nos hablan de mal modo como si no estuvieran enterados de que sus salarios salen de nuestros impuestos y de nuestras cuotas de toda la vida al IMSS.
Los diagnósticos sólo son reservados para los médicos, así como el avance del enfermo, yo creo que sólo si ya se va a su casa a morir o lo van a operar al día siguiente los familiares se enteran. Las medicinas de mi mamá nos las pidieron a nosotros porque en la farmacia no había y eso fue bueno porque los genéricos de los hospitales de Gobiernos suelen ser placebos de azúcar y si el paciente se muere pues es porque ya le tocaba, porque medicina se le dio ¿o no?
Un enfermero que nos tanteó de clase media nos ofreció “cuidados especiales” para mi mamá a cambio de 200 pesos diarios y como no se los dimos ya ni las sábanas le cambiaban y nos quedamos por varios días prácticamente sin los servicios que él estaba obligado a dar. Pensamos quejarnos en la Dirección del IMSS pero de sobra sabemos que los empleados sindicalizados son intocables porque sus jefes les tienen miedo.