Datos personales

Mi foto
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

viernes, 24 de febrero de 2012

Un ejemplo nacional

http://www.notirex.net/

En Los últimos tiempos de su vida, mi mamá y nosotros sus hijos tuvimos que pasar por los tormentos del hospital y me refiero al de Traumatología del IMSS Lomas Verdes, igual que muchos otros, ni duda cabe. Como son hospitales de Gobierno hay reglas muy estrictas para acompañar al enfermo, pero la primera es la primera: de día y de noche alguien tiene que acompañar a su familiar para atender sus necesidades, darle sus medicinas y alimentos y hasta bañarlo. Enfermeras y enfermeros, médicos y médicas sólo caminan de prisa por los pasillos con cara de ocupados y para lograr que nos hablen durante cinco minutos es un triunfo después de haberlos correteado por todo el hospital. Y luego, pues nos hablan de mal modo como si no estuvieran enterados de que sus salarios salen de nuestros impuestos y de nuestras cuotas de toda la vida al IMSS.

Los diagnósticos sólo son reservados para los médicos, así como el avance del enfermo, yo creo que sólo si ya se va a su casa a morir o lo van a operar al día siguiente los familiares se enteran. Las medicinas de mi mamá nos las pidieron a nosotros porque en la farmacia no había y eso fue bueno porque los genéricos de los hospitales de Gobiernos suelen ser placebos de azúcar y si el paciente se muere pues es porque ya le tocaba, porque medicina se le dio ¿o no?

Un enfermero que nos tanteó de clase media nos ofreció “cuidados especiales” para mi mamá a cambio de 200 pesos diarios y como no se los dimos ya ni las sábanas le cambiaban y nos quedamos por varios días prácticamente sin los servicios que él estaba obligado a dar. Pensamos quejarnos en la Dirección del IMSS pero de sobra sabemos que los empleados sindicalizados son intocables porque sus jefes les tienen miedo.

lunes, 20 de febrero de 2012

DE MEMORIA


Analizando con mis alumnos esta semana las maravillas del funcionamiento y los vericuetos de nuestros cerebros hablamos de la memoria. Primeramente de la memoria visual porque la tragedia de escribir sin ortografía y con mala gramática tiene mucha compostura cuando se lee diario ya que nuestro inconsciente, más listo que nosotros, capta y guarda las imágenes de las palabras bien escritas; pero hay que nutrirlo.

Cuando hablábamos de la memoria auditiva recordé una anécdota que en algún libro leí y que me parece fascinante. Esta es la historia de un director de orquesta que por primera vez va a dirigir un concierto desconocido para él y empieza a trabajar arduamente en el primer ensayo con todos los músicos y va todo bien, sus ojos se desplazan por la partitura hasta que entra el solo del cello y entonces… se da cuenta de que sus ojos ya no ven las notas porque los tiene cerrados y sabe de memoria toda esa parte que además lo llena de una sensación de dulzura, de magia y de quién sabe cuántas cosas maravillosas. La mamá del director de orquesta es ahora una cellista retirada y él va a visitarla para contarle el acontecimiento; ella sonríe encantada y le dice: hijo, cuando yo estaba embarazada de ti toqué ese solo de cello muchas veces hasta que lo pude hacer a la perfección, tú estabas en mi vientre y la madera del cello se recargaba en mí y en ti. Eso sucedió y ahora lo sabes de memoria tú también.

viernes, 10 de febrero de 2012

Burrocracia y tramitología

Cuando yo estudiaba mi Maestría en la Universidad de Guanajuato tuvimos que hacer una tarea que acabó dejándome desconcertada, triste y con un gran sentimiento de impotencia. Se trataba de hacer un estudio de “tiempos y movimientos” en la biblioteca de la Universidad y analizar todos los procedimientos y pasos de un libro desde que llegaba como nueva adquisición hasta que quedaba en un estante disponible para los usuarios. Y empezamos, y el seguimiento de los libros en su registro, catalogación, clasificación y preparación para préstamo duró dos o tres meses, o sea: una eternidad, tomando en cuenta que los estudiantes estaban necesitándolos. El problema de tanta tardanza era que los pasos se repetían y, por ejemplo, la llegada del libro se registraba en cuatro diferentes archivos, en uno por número, en otro por título… y así, y así también con todos los pasos siguientes.

Cuando concluimos el estudio y el tiempo se redujo a una semana y los procedimientos de cincuenta a ocho nos dimos cuenta de que sobraban empleados y que en vez de veinte personas sólo se necesitaban cinco con nuestro nuevo plan. Fuimos unos alumnos muy eficaces, ni duda cabe, pero también fuimos, como mexicanos, conscientes de las personas y de sus empleos y de sus salarios y de que los sindicatos de trabajadores en las instituciones del Gobierno protegen este tipo de cosas y nos planteamos seriamente, ¿qué sería lo más importante: que el libro llegue al usuario en una semana o que coman veinte familias en vez de cinco?

sábado, 4 de febrero de 2012

Fue un domingo


Fue un domingo, un domingo de hace muchos años porque yo era niña e iba a misa con mis papás en la parroquia de la colonia Nueva Santa María. Lo bueno de la misa era que a la salida nos daban 1 peso para que compráramos y siempre había qué, si no eran algodones de dulce eran juguetitos o helados de barquillo; frente a la parroquia estaba un gran parque y allí pasábamos un rato mientras comprábamos y jugábamos. Era la infancia, la del México de antes. Pero esta historia no se refiere al México de mis recuerdos sino a mi primera gran desilusión sobre la generosidad y la misericordia con los desamparados porque resulta que ese día había un pobre ciego a la salida de la iglesia, con sus lentes oscuros, él todo roto y mugroso y deteniendo en la mano un bote de lámina en el que hacía sonar una moneda y decía, con aquella cara lastimosísima para mí: Caridad para este pobre ciego. Entonces fue. Entonces yo, sin pensar nada más fui a echarle a su bote mi peso del domingo y me quedé sin comprar nada pero muy satisfecha, muy mística yo como siempre. Sin embargo, nuestro coche quedó a espaldas de la iglesia y caminamos a buscarlo para que yo ¡horror!, me encontrara al ciego leyendo el periódico. No dije nada pero me fui llorando en el camino de regreso y cuando mis padres preguntaron qué pasaba mis hermanas les dijeron: es que la tonta le dio su peso a un ciego que no era ciego. Fin de mi misericordia. Aprendizaje de la desconfianza.