Mariano, su esposa María y yo en San Juan Chamula. Foto: Sofía López Olalde |
Dedicado con cariño a mis compañeras y amigas del Miraflores
Cuando yo terminaba el Bachillerato en el Colegio Miraflores de la Ciudad de México, hace ya muchos años, las religiosas idearon un viaje a San Cristóbal de Las Casas para ir de “misiones” porque el ahora difunto Obispo Don Samuel nos invitaba para conocer a sus inditos.
Yo no pude venir a Chiapas en ese entonces, supongo que por problemas familiares económicos, no lo recuerdo; lo único que recuerdo es la envidia horrible que me daban mis compañeras porque se iban de “misiones” a ver a los indios de Chiapas. Y cuando regresaron… bueno, eran insoportables para mí, venían todas ellas tan entusiasmadas, tan llenos los ojos y el alma de tanta novedad que no paraban de hablar de lo mismo; la verdad no sé ni qué hicieron, si los evangelizaron o les enseñaron canciones o les compraron artesanías, pero sí sé que se encontraron de pronto en una realidad alucinante que es la de este pueblo.
Desde ese entonces yo me juré a mí misma que algún día iría a Chiapas y también conocería a los inditos y también estaría de misiones en este pueblo. Nunca supe entonces que mis deseos se harían más realidad que el Santaclós de los niños ricos, que Dios ya tenía planeadas mis misiones desde todos los siglos antes de que yo naciera y que, finalmente, quisiera yo o no, mi misión en Chiapas me estuvo esperando hasta que llegué.
Llegué muy entusiasmada y muy conmovida por la población indígena que convivía con nosotros, atenta a las injusticias, a la discriminación y a la división de clases. Atenta a los abusos de los coletos (que son los chiapanecos de San Cristóbal) porque algunos años tardé en vivir en carne propia los también abusos de los indígenas a los caxlanes, o sea, a nosotros: Los Otros. Un resquemor de siglos los carcomía y aún lo sigo viendo, envidias, coraje, repulsión, de uno y otro lado: los indios y los otros “no muy se pueden ver” como aquí se dice.
Empecé a trabajar yo aquí con ambos bandos, como investigadora de literatura indígena, como maestra de inglés, como maestra de redacción con alumnos de posgrado y también como maestra de talleres para escritores indígenas y después también como psicóloga y profesora de psicología de unos y de otros. El trabajo me llena el alma porque veo como en pantalla grande los resultados de lo que hago y saboreo sus frutos. Trabajo con indígenas ahora y es hasta este tiempo (después de 25 años) que me doy cuenta que estoy en “las misiones” que me fueron negadas en aquel entonces.
Confieso que he querido irme de aquí muchas veces, extraño la ciudad grande con todo y sus problemas, las calles que recorrí de niña, los parques donde jugué, los cines y los teatros, los museos y todo lo que llenó mi infancia y mi juventud chilanga. Extraño el tráfico y el esmog también porque todo allá me es familiar y extraño mucho también el anonimato de las grandes ciudades donde no te conocen en la calle, donde los vecinos no se saben la historia de tu vida y donde la señora de la tintorería no sabe ni cómo te llamas ni le importa si tienes marido o hijos.
Sin embargo… un día quise ir a Las Misiones con mis compañeras y llegué finalmente al lugar a cumplir la misión de mi vida. Hoy asumo con gusto que éste es mi lugar porque estuvo destinado para mí desde el inicio de los tiempos. Chiapas es el título de mis “órdenes selladas”: esa cartita que Dios puso en el interior de mi alma desde el día en que fui concebida.
En mi caso he sido invitado muchas veces a ir de misiones a Oaxaca, sin embargo, nunca me ha llamado la atención ayudar a las personas a través de la religión. Por otro lado he acudido a estas comunidades a llevarles despensas, pintar casas, etc. y puedes notar el resentimiento que éstas personas tienen hacia los "más afortunados". No obstante, después de convivir con ellos y de actuar en cierta forma como mediador, puedes generar un cambio en la forma de pensar de éstos "inditos" y regalarles no sólo despensas, una casa pintada o una Biblia. Sino un poco de tu conocimiento, de tus experiencias y un pedacito de tu alma. Al final terminas valorando a estas personas de una forma inexplicable y te llevas mucho más de lo que esperabas. Te felicito tía y sin duda alguna tu eres "más afortunada" por poder tener un contacto directo y constante con estas personas que son capaces de enseñarte mucho más que cualquier docente o que cualquier libro y has sido capaz de dejar tu granito de arena en la vida de estas personas.Como alguna vez dijo Mahatma Gandhi "Casi todo lo que realice será insignificante, pero es muy importante que lo haga." Felicidades por tu blog Un beso.
ResponderEliminarTe amo Chemita,gracias por participar en mi blog, me siento acompañada por los que quiero que andan desperdigados por todos lados. Besos de la tía.
EliminarQuien es este Chemita que escribe tan bien y certero en su lógica. Si es tu sobrino lo mas probable que sea sobrino mio también. Sin conocerte te saludo y te respeto.
ResponderEliminarAy primito!!!! Pero si el Chema es el hijo de la Coco que estuvo en Mazatlan, hasta comiste con el y con toda la familia y si, es tu sobrino, ya ves como somos de listos en esta familia.
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