DE PANZAZO OTRA VEZ |
Las clases eran divertidas porque ellos saben mucho de material didáctico, pegatinas y pegotes, hojas de colores, crayolas, juegos de lotería, juegos para romper el hielo, juegos para integrar equipos y juegos y juegos de todo tipo. Sin embargo, llegó el momento de poner la teoría en sus juegos y allí se inició el gran desastre: coloridas láminas con faltas de ortografía, oraciones en las que se señalaba al verbo como sujeto de la oración y otras en las que el verbo era “pacífico y hermoso” (sin era o sin fue o sin será) porque se les había olvidado ponerlo en el ejemplo; sin embargo los ejercicios de sintaxis estaban escritos con hermosos colores de plumones y crayolas. La lámina de los campos semánticos que hablaba de “vertebrados” e “invertebrados” me mostró a mí, por primera vez en mi vida, que hay vacas y borregos invertebrados y moscas y lombrices vertebradas; uno de los alumnos dijo a las maestras que presentaban su enorme y colorida lámina ¿no está equivocada?, es que no hay vacas invertebradas; ¡ah, sí!, dijeron y, sin inmutarse, ni apenarse, sin avergonzarse en lo más mínimo de ser capaces de poner eso frente a un grupo, sólo le pusieron unas flechas para que nuestros ojos vieran que los letreros iban al revés.