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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

lunes, 25 de febrero de 2013

Mi abuelo y las arañas



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Estoy releyendo una enorme novela del siglo pasado: Los bandidos de Río Frío, del escritor mexicano Manuel Payno, y fue porque mi abuelo decía que nadie puede morir sin haberla leído. Mi abuelo no era lector, por supuesto, y me sorprendió muchísimo el día que me dijo eso, debe ser, pensé, una grandiosísima obra para que este viejito que no lee ni el periódico la esté recomendando. En ese entonces yo no sabía lo de las “proyecciones” al leer y al escribir y es que si me identifico con algún personaje, pueblo, escenario, ideas, tramas, pues prácticamente quedo enganchado porque he hecho de ese libro algo mío. Eso fue lo que le pasó a mi abuelo con Los bandidos.

Al comenzar la lectura pensé que el estilo pesado y muuuuuy descriptivo de nuestra literatura mexicana de esos tiempos me serviría de somnífero, pero no fue así porque yo también me enganché con la historia de nuestro México de hace tantos y tantos años que era el país de mi abuelo del que se sentía parte y hasta debe haber sentido que la obra se la habían escrito para él.

domingo, 17 de febrero de 2013

Quienes no conocen su historia corren el riesgo de repetirla




www.testigouno.com

Es con estas palabritas que empiezan los episodios de la serie de TV sobre el Pablo Escobar. Y nuestra historia es la de Latinoamérica: mismo corazón, misma sangre en las venas. No podemos negarlo.


Me engancho con compulsión a la serie de TV porque de pronto me doy cuenta que aquello que era Colombia de los 80´s es nuestro mismísimo pueblo mexicano de hoy donde los curas bendicen las pistolas y los sicarios se encomiendan al Santo Niño de Atocha o a la Virgen de Guadalupe… da igual, el asunto es que son tan católicos como nosotros. Veo en la pantalla todas las noches a los cientos de muertos del Cártel de Medellín y entiendo que esa es la serie de televisión, pero que aquí es la pura realidad.

Como mujer no puedo dejar de poner mi atención en las mujeres de los narcos.

Me intrigan, arrebatan, sorprenden, desesperan: Primero se casan con un pillo y por estar enamoradas y emcampanadas puede ser que no se den cuenta de que es un pillo; pero el tiempo pasa y empiezan a ser ricas, muy ricas, los regalos ya no son joyitas sino casas, coches, fincas y helicópteros. Se dicen a sí mismas que sus maridos son unos exitosos empresarios, ¿de qué?, pues de unas empresas muy grandes y muy importantes.

viernes, 8 de febrero de 2013

Como el Santaclós de Aurrerá





Hace años y en Aurrerá Echegaray, Edo. de México, allá donde yo vivía, estaba en tiempos de Navidad un gran Santaclós sentado en la sección de juguetes escuchando atentamente las peticiones de los niños y… prometiendo también. Me tocó ver entonces a un pequeñito pobre con zapatitos gastados y suéter raído, con mamá pobre también que compraba tortillas y frijoles para su despensa. A ella llegó corriendo el niño más que entusiasmado y le dijo: ¡Mamá, mamá, dice el Santaclós que este año sí me va a traer mi autopista! Y la mamá, sin más miramientos le dijo: ¡Ira, dile al Santaclós que no sea lengua!

Y desde ese día, el Santaclós deslenguado se convirtió en un símbolo en mi vida y en la de mis hermanos porque, desgraciadamente, en nuestro país han abundado y abundan aún los deslenguados (y ojalá fuera nomás en las campañas políticas porque de esas ya estamos más que conscientes).