Confieso haber comido con culpas muchas veces en mi vida: choco-
lates, pasteles, helados y todo lo que contribuye a la obesidad. Y las culpas eran graves porque yo sabía que atentaba contra mí misma.
Sin embargo y desde hace 26 años he conocido otro concepto del
"comer con culpas" como habitante de San Cristóbal de Las Casas,
Chiapas. Mi primera experiencia fue en casa, al ver todo lo que yo
tenía después de sentir en cualquier calle el despiadado golpe de la
convivencia con la verdadera pobreza extrema. Situaciones dolorosas e irremediables, escenas tristes y mi sentido de impotencia al máximo posible.
La siguiente experiencia: comer fuera de casa. En algunos sitios los vendedores ambulantes, que son indígenas, entran al restaurante a ofrecer su mercancía; muchos de ellos son niños. Animalitos de barro, animalitos de lana, rebozos, pulseras, blusas, chales, cinturones... y demás. Comer en un lugar de los que permiten vendedores ambulantes es la definición más exacta de lo de "comer con culpas".
Muchas veces he dejado de comer, les he dado mi pan, mi helado, mi refresco porque invariablemente dicen "tengo hambre", "no he comido", o "dame de tu pan". Muchas veces los ignoro, les digo que no y que no y que no porque insistentes son y yo tengo hambre y no quiero culpas sino mi baguette.
Yo soy muy sensible ante la pobreza extrema que veo todos los días, tan sensible que ya quisiera no verla más porque lo que yo hago por ellos no es ni grano de arena, el problema es inmenso. Hace unos días hubo un escándalo en los medios porque una estudiante indígena guatemalteca se quejó de discriminación en una cafetería: no la dejaban entrar porque con su atuendo indígena pensaron que era vendedora. Salió en todos los periódicos del país, se supo también en el extranjero y a los dueños de la cafetería los atacaron como si fueran nazis todos los compatriotas que no saben lo que significa "comer con culpas". Y entonces la pregunta ¿los dejo entar a mi restaurante o no?, finalmente es propiedad privada y los clientes se sienten incómodos con tanta pedidera, pero la opinión pública de los que viven fuera de este lugar de la Patria es mordaz y severa, como si conocieran de verdad el problema. Hay un restaurante zapatista en este lugar: Tierra Adentro, en él hay pequeños comercios de artesanía indígena y mucha publicidad a favor de los indígenas y sus derechos; sin embargo, los niños y las mujeres que venden en las calles tienen prohibida la entrada al lugar.
Le cuento a mi nieta Nati esta y otras historias y me dice que es horrible, que el Gobierno debe ver por ellos y darles de comer. Y tiene razón. Y también tiene solamente 8 años. ¿Cómo explicarle este país?
Sin duda no es fácil explicarle México ni a Nati ni a ningún niño pero debemos seguir intentando porque quien ataca, quien discrimina, quien desperdicia, quien roba en su mayoría es gente a la que nunca nadie le explicó el país.
ResponderEliminarExcelente artículo como siempre!