Cuando yo era niña una de mis tías, en un arranque de sabiduría me dijo: el perfume es para el día de hoy, lo cual quería decir que la ropa bonita, los aretes, el maquillaje y el perfume eran exactamente para cada día y no para un día de fiesta o para algún día especial porque, me dijo, mañana no sabemos qué pasará. Nunca me dijo: podríamos estar muertos, pero lo comprendí perfectamente.
Cuando años más tarde me enteré de la trágica historia de Pompeya quedé tan profundamente comovida que hice muy mía la lección del perfume: mañana podemos estar muertos. ¿Y a quién se le va a ocurrir si está en el mejor momento de su vida, si tiene riquezas, diversiones, amores y tantas cosas como tenían las damas de Pompeya?
Pompeya era una ciudad romana en el sur de Italia, gente rica que hizo de ese lugar una privilegiada villa a la orilla del mar, que construyó magníficas mansiones, que las decoró con obras de arte. Mujeres que lucían joyas espectaculares, que comían en vajillas de plata, que vestían finísimos vestidos; junto a todos ellos por supuesto había esclavos, había gladiadores que tenían que jugarse la vida en el circo cada vez que era día de diversión de los ricos, había esclavas que cuidaban y vestían a las señoras, y había ruido, actividad y mucha vida.
El hecho de ser vecinos del volcán Vesubio jamás los había alterado porque, obviamente, no tenían acceso a la información que hoy tenemos, así es que cuando había temblores en realidad no se asustaban mucho, simplemente decían: es el volcán. Por eso, el día que el Vesubio explotó en cascadas de lava y fuego nadie siquiera imaginaba que ese era el último día de su vida.
Hace un mes al fin estuve en Pompeya y recorrí todas esas calles vacías de pompeyanos y llenas de turistas, pude ver los restos de esas mansiones verdaderamente magníficas, con restos de pinturas murales y de pisos y murales de pequeñísimos mosaicos, verdaderas obras de arte que representan escenas de los dioses griegos y también escenas sexuales porque Pompeya, dicen, era como Sodoma y Gomorra, allí se vivía la vida plenamente al lado del mar. Hoy sólo quedan los vestigios, el recuerdo del 24 de agosto del año 79 DC cuando finalmente las cenizas del volcán se volvieron múltiples capas que lo cubrieron y lo preservaron todo para que en este siglo podamos aún verlo intacto.
Al descomponerse las sustancias orgánicas de los cuerpos muertos quedó un molde de cenizas que, al ser rellenado con yeso líquido, reprodujo la forma de personas, animales y plantas desaparecidos, algunas de esas personas están en un vitrina en las ruinas de Pompeya, ninguno prevenido para la muerte, todos en veloz carrera por el fuego y todos alcanzados por él. En el Museo Arqueológico de Nápoles están expuestos los objetos que se recuperaron del sitio: vajillas de plata intactas, maravillosas joyas de las mujeres, instrumentos quirúrgicos, llaves, candados, jarrones de cristal, incensarios de culto religioso, espejos, y también: perfumeros.
Aunque ya mi mente había asimilado que el perfume es para hoy, ahora he vivido de impresionante manera la lección: el perfume es para hoy, la diversión es para hoy, el amor es para hoy y la vida es hoy.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarQue razón tenía tu tía, de ahí viene lo de estrenar las cosas en cuanto las compramos, como si no hubiera un mañana........ja,ja,ja......
ResponderEliminarPues sí amiga, por eso tú y yo estrenamos en cuanto salimos de la tienda.
Eliminar