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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

miércoles, 30 de junio de 2010

EL GRANO DE ARENA DE MI HOMENAJE

Si hay algo duro para el ser humano (creo yo) es la muerte de algún ser querido porque, además del dolor que me provoca el hecho de no volverlo a ver, de extrañarlo, o de querer revivirlo, pues me enfrenta a mi propia muerte.


Con la muerte muy reciente de mi mamá el día de hoy me encontré pensando (como muchos otros días) que por qué tenía que haberse muerto. Si realmente el dolor me permitiera pensar con lógica me daría cuenta de que es porque todos tenemos que morir.

También, hace unos días murió José Saramago y de ninguna manera entró en su fantasía de Las intermitencias de la muerte. Cuando yo empecé a leer esa novela me alegré muchísimo con la primera frase: “Al día siguiente no murió nadie” y pensé que podía ser una buena idea porque es la fantasía de todos nosotros ante la inminencia del final: “que no se muera”, “que sane”, “Dios mío concédele el milagro de vencer a la muerte”… y así. Sin embargo, Saramago, siempre gran maestro de las reflexiones filosóficas sobre las situaciones sociales, nos lleva de una a otra consideración: problemas económicos (quiebra de las funerarias, los seguros, etc.), las enfermedades largas y ahora sí interminables, la eterna vejez, y muchas más, hasta que en esa terrible situación la gente empieza a desear morir y el “líbrame de la muerte” se convierte en un clamor general de “queremos la muerte”.

Hoy pienso que con la muerte no se muere y vaya que es trillada la frase, pero qué diferente es escuchar las cosas a vivirlas. Con la muerte no se muere porque siento más que vivas en mí tantas palabras de José Saramago, tantas ideas y el sabor aún de las delicias de sus novelas. Para mí terminar de leer una buena novela me deja, junto al agradable sabor del gozo, la tristeza de la ausencia, me queda un vacío, me duele mucho regresar el libro al librero porque es como perder una amistad.

Sin embargo, el día de hoy me siento profundamente agradecida a Saramago porque escribió libros que están en mi librero y que cualquier día pueden volverme a las estancias en donde él y yo convivíamos tan felizmente.

1 comentario:

  1. ¿Sabes qué es lo mejor? ¡Que en nuestros libreros tenemos tus libros!

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