El rescate de los mineros chilenos, fruto de esfuerzos conjuntos, hermandad, presidente involucrado y pueblo unido, ha revivido el asunto de nuestros mineros mexicanos de Pasta de Conchos y eso es muy bueno, que a medias de tanta celebración de Centenario y Bicentenario, en medio de tanto desfile y eventos y Olimpiadas en Paseo de la Reforma, los mexicanos regresemos al tema de aquel crimen.
Hoy hay mucha, muchísima información en internet y los responsables han sido señalados, especialmente el presidente Fox y también la impunidad y la injusticia han sido señaladas, pero como son las cosas aquí en este país: señaladas, publicadas y ya. Aquí es el país del “no pasa nada” donde los criminales andan sueltos y viven como reyes.
A mí esta tragedia me ha dolido mucho desde el día en que ocurrió: 19 de febrero de 2006 y por una razón personal: mi mamá nació en Nueva Rosita, Coahuila y sus tíos, primos y familia entera trabajaron casi toda su vida en la mina de carbón de San Juan de Sabinas. Mi abuelita me contaba de las enfermedades de pulmón que adquirían los mineros y también de las destrezas y del carácter que debían tener para poder bajar a trabajar a la mina; sin embargo, el día que le pregunté ¿qué se necesita para ser minero, abuelita?, ser pobre, me dijo.
Quiero hablarles de la historia de Sara Montelongo que encontré publicada en internet por un periodista del Grupo Reforma (César Cardona ) y a un año de la tragedia de la mina. El día de la entrevista Sara cumplía 67 años y podría haber sido Enriqueta Garza (mi abuelita) en vez de Sara, ambas vivieron al lado de la mina y los mineros, pero en diferentes tiempos. El hijo de Sara: Gil, quedó enterrado en la mina y él era realmente el jefe de familia porque el esposo de Sara: Agustín era ciego. Gil dejó viuda a Norma y huérfanos a sus tres hijos, además, sin sustento porque la economía de todos dependía de él.
Sin embargo, lo peor es el dolor de una pérdida tan cruel y de una muerte tan inhumana y dolorosa, dice Sara que ella no encuentra consuelo, que hubiera querido tener aunque sea el cadáver de su hijo para tener una tumba donde llorar. Maribel, una de las hijas de Sara logró hablar con el presidente Calderón para pedirle celeridad en la recuperación de los cuerpos y él sólo dijo que ya mero y ya mero.
Hoy ya pasaron cuatro años y en la mina donde muchos familiares míos dejaron el trabajo de su vida quedaron sepultados 65 mineros por los que ni su Gobierno ni su empresa se preocuparon. Hoy han vuelto a renacer para gritar de nuevo por la injusticia y para que como pueblo tomemos conciencia de la gravedad de lo que pasó.
Ojalá no sigamos descansando en paz en este país, como muertos, mientras estas cosas siguen ocurriendo.
Espero que el día de la muerte de los culpables de la tragedia de Pasta de Conchos los mineros muertos en esa trampa, (de la que el gobierno y los dueños se han asegurado de no sacarlos ni aún muertos para no evidenciar su resposabilidad criminal), vengan por ellos y se aseguren de que no se queden sin su debido castigo, ya que de este lado parece que no podremos hacer justicia.Amén.
ResponderEliminarasi es parece que el "objetivo del gobierno es mantenerlos enterrados, en la mina la cual no les permitira saber el verdadero motivo de las muertes. Y a las familias no se q ue decier la perdida es inmensa e irreparable.
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