El año pasado yo puse, como todos los años y desde hace muchos, el altar para mi papá, mi abuelo, mis tíos, mis abuelitas… en fin. La tradición mexicana de papeles de colores y flores y calaveras de azúcar me encanta, además en el altar he puesto pan de muerto, chocolates, el tequila de mi papá, el puro de mi abuelo, las tortillas de harina de mis abuelitas. Toda una fiesta, de verdad, esa fiesta que dicen que hacemos los mexicanos ante la muerte y que en otros países no comprenden.
Este año es muy distinto porque he tenido en mente, todos y cada uno de los meses, a los muertos del país en 2010 que, según las cifras de quienes los cuentan, ya son más de veinte mil: jóvenes, viejos, niños, políticos, policías, federales, narcos, peatones, automovilistas, cualquier persona en un restaurante o en un bar, culpables e inocentes. Estamos en la narcoguerra, que así se llama lo que simple y sencillamente es: una guerra.
A mi ciudad, que vive del turismo, ya no vienen los extranjeros y aquellos autobuses de otros tiempos llenos de alemanes, franceses, italianos y demás, ya no se volvieron a ver porque en Europa se sabe que en México hay narcoguerra. Hay hoteles que cierran, que despiden personal, mueren los pequeños cafés, los comercios de artesanías, mueren también cada día los más pobres de esta ciudad y de cualquier otra. La gran muerte del país en este año que ya acaba ha sido de balas y de hambre.
Si yo pusiera un altar quisiera incluir a todos los inocentes que han muerto en nuestro país, quisiera rendir un homenaje al niño de 14 años que nunca olvidaré, muerto por la policía gringa en territorio mexicano: Crimen Impune. Quisiera hacerle un altar al hombre mexicano que también la policía gringa torturó hasta matarlo: Crimen Impune. Quisiera un enorme altar para los bebés muertos en la guardería y para el corazón de sus padres que quedó vivo a medias: Crimen Impune.
Este año decidí no poner ningún altar porque no quiero recordar a todos esos muertos, mi duelo se ha prolongado hasta el día de hoy y no estoy para papeles de colores y flores, aún duele mucho y, como la impunidad aquí es eterna, este dolor por mi Patria que se muere, pues será largo. También, confieso, no pude poner en calidad de muerta a mi madre en un altar. Aún no.
Lo que sí hago este año es orar porque, como creyente, estoy convencida de que eso es lo único y lo más efectivo que puedo hacer por los que agonizan y por los que ya no están.
De otro año: el altar de mi papá y de su papá con botella de tequila.
Foto: mía (obvio)
Tienes razón. Orar es la parte más importante de todo el asunto. Besos!
ResponderEliminarPues yo creo que ademas de todo, tambien es importante seguir denunciando las injusticias y la corrupción de las autoridades, pues efectivamente, te faltaron las muertas de Juarez, las masacres de Juarez, de Nayarit, de Nuevo León, de Tijuana, de ....
ResponderEliminarAyer y hoy es un día especial para mi familia, pues esperamos la visita de nuestros muertos, se pone la mesa muy temprano pues ellos en cualquier momento del día llegaran, mi abuela, mis papás, mis tíos, primos, primas.. estamos alrededor cuidando de la mesa. A medio día hay que ir todos al panteón y llevarlas velas, refrescos y flores...
ResponderEliminarCoincido, este día también ha de ser para expresar las injusticias ante el panorama que pinta nuestro país...