Película "Bienvenido paisano" http://www.cinelatino.com/ |
Ayer vi, por segunda vez, una película en la televisión que se llama “Bienvenido paisano” y que es una crítica feroz al programa nacional para acoger a los mexico-gringos que vienen en vacaciones. En cuanto llegan a la frontera son extorsionados por las autoridades, les roban, los humillan, los insultan y los dejan limpios de cuanto dólar traigan. Es tan patética que llega a ser cómica, pero a mí me deja una tristeza terrible de ver con qué emoción el hombre y su esposa regresan a su país y quieren comer tacos y tomar tequila y oír mariachis y lloran de nostalgia y de gusto, mientras los hijos son completamente gringos, se jactan de ser ciudadanos americanos y desprecian absolutamente los sentimientos de sus padres. Todos, sin embargo, acaban regresando a su lugar que es ya el del American dream porque aquí nomás maltrato y discriminación reciben.
Lo paradójico es que esos adultos no viven bien ni aquí ni allá, porque de aquí ya realmente no son, ya no conocen ni a su familia y mal que bien tienen costumbres gringas y servicios de primer mundo cuya carencia les afecta mucho; allá sufren maltrato y discriminación también, pero lo compensan con el nivel económico que logran tener y que no se parece en nada al de la milpa seca donde nacieron.
Todo esto me duele mucho y me hace recordar una historia real de aquellos tiempos en que yo viví allá en los EU y de cuando quedé curada para el resto de mi vida de volver a ese país:
El BART es el tren urbano en San Francisco: alfombrado, lujoso, costoso. Es el transporte popular.
- ¿Supo usté que chocó el Metro en México?
- ¿Cuándo?
- No sé, lo vi en el noticiero de las seis, el noticiero en español.
- ¿Cuál metro?
Allá va el tren por túneles y puentes, igualito, con su misma carga mexicana: Powell Street, Montgomery Station, Embarcadero stop, igualito, Pino Suárez, Bellas Artes, Zócalo. Igual desolación en la estación de Richmond que en la de Pantitlán: casas pobres, suciedad, calles oscuras, delincuencia, sólo que allá los marginados son negros y aquí nomás morenos.
Recargado en la ventanilla va un hombre, mexicano sin lugar a dudas, su aspecto y su desolación me dan la seña. Me siento junto a él, me observa…
- ¿Cómo qué horas son, seño?
- Son las once y dígame, ¿cómo sabe que hablo español?
- Lueguito se le ve la cara de mexicana.
¿Cumplido o maldición en aquella tierra de emigrados? Puedo hablar inglés y tomar cursos en la universidad, pero la cara de mexicana es un estigma. De cualquier modo, mi orgullo patrio crece aunque deba ser discriminada hasta en el supermercado y el autobús.
Yo me bajo en Berkeley porque tomo unos cursos en la universidad, allí hay muchos grupos de mexicanos emigrados y preocupados por su país: Comités Pro-Zapatistas, Grupos contra la pobreza en Chiapas… hacen marchas, plantones ante el consulado de México, discuten por horas y en inglés cómo levantar al país con apoyo en dólares. Pero, sobre todo, valoran mucho su ayuda moral, a distancia, no importa, pero los mexicanos, compatriotas, tienen todo su cariño, su esfuerzo y su trabajo. Y así discuten largos puntos en sus largas juntas, junto a los albañiles que remodelan sus espacios, junto a las afanadoras que limpian sus baños, junto a las sirvientas que resuelven sus cosas elementales. Junto a esos mexicanos, mexicanas, guatemaltecos, salvadoreños, los intelectuales latinos en Estados Unidos se sienten más intelectuales y más apóstoles que nadie.
- El tren, comadre, dicen que allá en México le dicen Metro al BART.
Allá va el tren por túneles y puentes, igualito, con su misma carga mexicana: Powell Street, Montgomery Station, Embarcadero stop, igualito, Pino Suárez, Bellas Artes, Zócalo. Igual desolación en la estación de Richmond que en la de Pantitlán: casas pobres, suciedad, calles oscuras, delincuencia, sólo que allá los marginados son negros y aquí nomás morenos.
Recargado en la ventanilla va un hombre, mexicano sin lugar a dudas, su aspecto y su desolación me dan la seña. Me siento junto a él, me observa…
- ¿Cómo qué horas son, seño?
- Son las once y dígame, ¿cómo sabe que hablo español?
- Lueguito se le ve la cara de mexicana.
¿Cumplido o maldición en aquella tierra de emigrados? Puedo hablar inglés y tomar cursos en la universidad, pero la cara de mexicana es un estigma. De cualquier modo, mi orgullo patrio crece aunque deba ser discriminada hasta en el supermercado y el autobús.
- ¿Y a usted qué le pasa? ¿no vive a gusto aquí?
- Mire, seño, yo soy de Michoacán y vine acá para ganar en dólares. Allá dejé la familia.
- ¿Y gana bien?
- De ganar sí, pero ya ve, como ilegal, pues a veces no me quieren pagar. El cochino gringo que me contrató ya me debe más de un mes.
- ¿Qué hace usted?
- Soy albañil, pero aquí soy albañil especial, sólo pongo pisos.
- ¿Y qué va a hacer?
- Le voy a dar sus trancazos a ese.
- Ni lo mande Dios, me lo regresan de inmediato a Michoacán
- Pos sí, seño, creo que primero voy a ver si le puedo echar a la police y, bueno… mucho gusto, aquí me bajo yo. Adiós.
- Adiós.
Yo me bajo en Berkeley porque tomo unos cursos en la universidad, allí hay muchos grupos de mexicanos emigrados y preocupados por su país: Comités Pro-Zapatistas, Grupos contra la pobreza en Chiapas… hacen marchas, plantones ante el consulado de México, discuten por horas y en inglés cómo levantar al país con apoyo en dólares. Pero, sobre todo, valoran mucho su ayuda moral, a distancia, no importa, pero los mexicanos, compatriotas, tienen todo su cariño, su esfuerzo y su trabajo. Y así discuten largos puntos en sus largas juntas, junto a los albañiles que remodelan sus espacios, junto a las afanadoras que limpian sus baños, junto a las sirvientas que resuelven sus cosas elementales. Junto a esos mexicanos, mexicanas, guatemaltecos, salvadoreños, los intelectuales latinos en Estados Unidos se sienten más intelectuales y más apóstoles que nadie.
Lamentable nuestra situacion economica en México y en muchos paises, mi papa siempre me canta una estrofa q dice "pobrecito mi patron piensa q el pobre soy yo"... sirvientas mexicanas q resuelven sus cosas elementales, nos hemos mal vendido
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