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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

viernes, 30 de marzo de 2012

Lo del Papa y yo


La visita del Papa a México en estos días me remueve todos los sentimientos y pensamientos que he tardado años en poder aclararme y, desde luego, verbalizar, así es que ahora aquí los escribo como testimonio de mi fe.

Hay unas preguntas que ningún cura ni monja ni católico confeso me han contestado y son:

• ¿Por qué el Papa y sus allegados son tan ricos y poderosos?

• ¿Por qué buscan y consiguen siempre el poder político y económico?

• ¿Por qué Juan Pablo II que va a canonizarse supo y tapó las porquerías de Marcial Maciel?, porque denuncias hubo desde hace muchos años y en 1997 a Juan Pablo le mandaron una carta abierta 8 exlegionarios acusando a Maciel de haber abusado sexualmente de ellos; el Papa se hizo que la Virgen le habla.

• Y para resumir, ¿qué tienen que ver todos estos con el Cristo en huarachitos que andaba por los pueblos sanando a las personas, con el que les lavaba los pies a los pobres, con el que se juntaba con la plebe, con el que dijo que era prácticamente imposible que los ricos entraran al Cielo?

sábado, 24 de marzo de 2012

Mis amigas del temblor



El martes pasado me tocó vivir el temblor y una rara experiencia en el aeropuerto de la Ciudad de México. La rara experiencia fue la hermandad entre desconocidos, como en el 85, exactamente así, cuando todos se hablan, todos se abrazan, se consuelan, se ayudan y el pueblo mexicano da un ejemplo al mundo de solidaridad, de bondad, de ayuda desinteresada y, sobre todo, de unión.

Está temblando, grita alguien.

Fuertísimo, cada vez más fuerte, grita otro.

No pasa nada, dice un sensato.

Ya pasó en el 85 dice una histérica.

Y el temblor arrecia y estamos juntas y abrazadas las dos chicas de un comercio, una señora X y yo. ¿Por dónde podemos salir?, pregunto yo. Por ningún lado dice una de las chicas, la sala B del aeropuerto es una ratonera, como esto no resista aquí quedamos. Y el temblor sigue. ¡Mis hijos! Dice la señora junto a mí: uno en Puebla, otro en Monterrey y teclea desesperadamente su celular a ver si alguien responde pero estamos también incomunicados y también a oscuras, la enorme sala B baila a ritmo de tango en la oscuridad, pantallas y lámparas crujen al compás y a más movimiento más hermandad entre ciudadanos.

sábado, 10 de marzo de 2012

El mundo verde y de hule

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Cuando mis hijos eran pequeños colocaban sus más extraños deseos y las cosas imposibles y maravillosas en un mundo diferente que aseguraban existe, era su realidad alterna y el día que les pedí que me lo describieran me dijeron: es un mundo totalmente diferente, ni te lo podrías imaginar porque es como un mundo verde y de hule.

En la Navidad pasada, con familia en casa: hijos, sobrinos, hermana, nieta, éramos once personas que nos reuníamos la mayor parte del día para ¿compartir? Una tarde en que estábamos todos en casa me sorprendió el silencio porque sólo se oía un partido de futbol en la televisión. Entonces me asomé a la sala y ¡oh sorpresa! Allí estaban todos, los chicos y los grandes y hasta la pequeña de 4 años, todos absolutamente en otra parte porque estaban conectados a teléfonos, ipads, ipods, iphones , a la tele por supuesto, y no sé a qué otros artefactos más. La escena era increíble, para mí era aquello como un velorio con sonido de futbol: todos callados, absortos, todos en el otro mundo.

Ese día recordé las reuniones de mi niñez, cuando no había blackberries y celulares y etc. etc.; la televisión era en blanco y negro y exclusivamente con canales nacionales. No teníamos entonces más remedio que reunirnos alrededor de una mesa a platicar y, como en ese tiempo los niños no se mezclaban con los adultos como ahora, pues había dos mesas y la de los niños era muy divertida: hablábamos de cochinadas mientras nos preparaban la merienda y en cuanto llegaba a la mesa la charola del pan cada quien escupía el suyo para que no se lo ganaran. Hoy todavía no sé si los niños con los adultos siempre al mismo nivel en las reuniones sea lo mejor, o si se necesitan algunas generaciones más para lograr el tan anhelado equilibrio. Solo sé que la gran intimidad con hermanos y con primos se gestó en aquellas reuniones.

domingo, 4 de marzo de 2012

El parteaguas y mamá


En cualquiera de aquellas Navidades de mi infancia y de mi adolescencia mi madre lucía hermosa y, no obstante haber pasado los días previos ocupada en la cocina, ella estaba radiante. Adoraba el maquillaje, los peinados, los vestidos de moda y las reuniones sociales, con el ejemplo nos enseñaba lo que debía ser una mujer: feliz ama de casa y madre porque para eso nacieron las mujeres; entonces yo, niña aún, la interrogué un día en que, como ella no había dejado de cocinar y hornear y disponer todas las cosas de la casa y de sus hijos, se echó en un sillón de la sala y se quejó de cansancio, se veía descompuesta. ¿Te gusta ser ama de casa? Sí. ¿Te gusta todo lo que haces: lavar, cocinar, planchar, vivir para atender a un señor y a unos niños? Sí, me gusta. Oye, ¿y si no te gustara, qué harías? Me tiene que gustar, a todas las mujeres casadas les tiene que gustar. ¿Y si no? No hay no, les tiene que gustar y punto. Bueno, y… en un caso extremo… extremísimo… de que una mujer se diera cuenta que de verdad no le gusta nada lo que hace, que no quiere ser ama de casa ¿qué haría esa mujer? Esa mujer, fíjate bien, tendría que divorciarse y vivir de allí en adelante como una cualquiera. No se te olvide lo que te digo porque tú eres una niña muy rara y puede ser que no te vaya muy bien en la vida con esas ideas que tienes.

Fue hasta el final de su vida que mi madre pudo entender que había engendrado mujeres pertenecientes a la generación del parteaguas y que ya no habría más adelante “amas de casa” como profesión, ya que sus cuatro hijas fueron a la universidad y pudo ver en su misma casa: Licenciadas y después Maestras que eran psicólogas, nutrióloga, diseñadora y escritora (la rara de sus hijas). Así muchos años después de que tuvimos aquella conversación sobre las divorciadas y las raras, mi mamá estuvo en la primera presentación pública de mi obra y allí, en aquel auditorio enorme y oscuro, lloró de emoción y yo desde el escenario percibí el calor de sus lágrimas. Cuando nos abrazamos, al final del evento, por primera vez en su vida y en la mía me dijo: Hija, estoy muy orgullosa de ti.

Ese día yo también estaba muy orgullosa de mí porque el libro se trataba de una Antología de escritoras mexicanas al fin del siglo (A través de los ojos de ella, 1999) y compartí esa publicación con las grandes: llámense la Poniatowska, la Pacheco, la Krauze y hasta con Rosario Castellanos. Sin embargo, de ese día de triunfo hoy me queda el recuerdo de las lágrimas de alegría de mi madre y, desde los confines del universo, sigo escuchando hoy más que nunca: Hija, estoy muy orgullosa de ti.



P.D. ¿Los muertos cumplen años? Me preguntó un día mi pequeño hijo de 5 años. Sigo pensándolo porque hoy, para mí, mi mamá cumple 2 años de haberse ido al Paraíso y también, tengo muy presente que mi tío Chebo mañana cumple 99 años y que ama la vida.

¡FELICIDADES A LOS DOS! LOS AMO