México,
D. F. a 23 de febrero de 1957.
“La Patria”
por
Lupita Olalde Ramos
Escuela: Instituto del Espíritu Santo
Materia: Historia Patria
Grado: Tercero de primaria
Maestra: María Mercedes
Pineda
No
puedo escribir sobre la Patria. Ni siquiera estoy segura si se escribe con
mayúscula, si es nombre propio o común. La maestra dijo que hiciéramos una
composición de dos cuartillas, sobre la Patria porque es Día de la Bandera y yo
no puedo escribir sobre la patria.
La Patria es tesoro
en el corazón, dice mi papá y tampoco entiendo nada hasta que me dice que
tesoro y amor se parecen y que en el corazón se guardan los cariños como el que
le tengo a mi perra y lo que quiero a mi mejor amiga y a mi abuelita y a mis
primos. Empiezo, escribo...escribo porque patria-tesoros es algo más claro como
mi muñeca Patricia, mi abuelita, mis dos
primos grandes, que se va clarificando con lo del cariño mi perra, mi casa, mis juguetes, los vecinos
que juegan con nosotros ¡cómo quiero a la Patria! Creo que sí debe
escribirse con mayúscula, que sí es nombre propio como el de Don Pepe que arregla mi bicicleta, mi tía Isabel; y faltan todavía los
tesoros-lugares de la playa, la iglesia,
la tienda grande de juguetes, la pista de patines, el zoológico.
Escribo: la Patria es
alegría y es tesoro del corazón y pienso que a lo mejor debe ir toda la PATRIA
con mayúsculas porque es nombre propio, grande y alegre que guarda todos los
cariños; pero tengo que escribir también que la PATRIA es triste porque los
vecinos son muy pobres y a veces no comen bien y Santaclós les trajo de regalo
los uniformes de su escuela y no entiendo bien por qué a los pobres ni
Santaclós los quiere y ¡mala suerte!, pero la PATRIA también son los robachicos
y secuestradores a los que les tengo tanto miedo y los que están locos y
encerrados en el manicomio y también las inditas que venden fruta en el mercado
y hablan mal español, como si fueran niñas chiquitas y todo el mundo las
arremeda y se ríe de ellas y a mí eso me da mucha tristeza. La PATRIA también
es triste, escribo, mientras pienso que LA PATRIA debe escribirse con
mayúsculas desde el artículo porque es demasiado lo que lleva adentro como para
que le quepa en una sola palabra. Escribo y siento, escribo y pienso; mi
corazón con tesoro late mucho.
La Patria es mi
ciudad: Ciudad de México. Los jueves a las 8 de la noche mis hermanas y yo
veíamos a Viruta y Capulina: “Cómicos y Canciones Adams”, cantaban las
hermanitas Navarro. A mis papás les gustaba más el programa “Estudio Raleigh”
con Pedro Vargas que llevaba invitados como Alejandro Algara y otros que
cantaban con Alvarito al piano, y además, para hacer chistes estaba el Chino
Herrera y mis papás se reían muchísimo y yo recuerdo con intensidad esos
programas mientras miro la televisión y aquí y ahora el nuevo Downy es la protección materna y con helados Holanda se ve todo del lado amable.
Después de los
helados antidepresivos y el afecto que emana de los detergentes continúan las
noticias: el reportero entrevista a un damnificado que ¿cómo se siente usted?,
que ¿qué opina del temblor?, y ojos de agua le responden, palabras cortadas; el
reportero entrevista al secuestrado, al herido: ¿qué le puede usted decir al
auditorio?, y miradas tristísimas le responden, palabras ahogadas y coma helados Holanda, ¡que lo acaricie el
Suavitel!
Una ráfaga de luz
vibrante y gélida me atraviesa desde la pantalla. Ciudad de México, ciudad
enorme habitada de fantasmas, de almas en pena por doquier y yo, metida en
cama, no puedo despegarme de la pantalla porque, hundida en un rebozo, llora la
madre de una niña violada y asesinada; el reportero, frente al féretro, con
cara de respeto, le pregunta su nombre. M a r í a... frases débiles se oyen,
quejidos de agua y el reportero insiste: ¿quiere usted narrar al auditorio lo
ocurrido? Mirada perdida de la madre. El
jabón Zest te vuelve a la vida. Coca-Cola es alegría.
Y yo regreso a las
“Noches tapatías” y ya no recuerdo si había tantos comerciales en las pantallas
o mi memoria reprime y mis ojos veían solamente lo blanco y lo negro y mis ojos
eran y no hay ojos más lindos en la
tierra mía, que los negros ojos de la tapatía. Los negrísimos ojos como el
pelo de Velvet, la niña del caballo que era yo en la tele y luego viernes a las
siete y media y Rin-tin-tin en la pantalla con el teniente Rip Masters, el
sargento Bif O´Hara y el cabo Rusty y son los años cincuenta de México desde la
gran ciudad.
Y ésta es mi Patria, la de ayer y la de hoy, mi misma Patria de siempre.
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