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Una tarde mi primo Gabriel llegó corriendo a buscarme para hacerme saber una observación importantísima que había hecho: "me bañé con el jabón Camay, con mucha espuma y ¿sabes qué? no es cierto lo que dicen en la tele porque la piel no me quedó de seda, me quedó rasposa". Yo apenas lo podía creer pero en realidad no le vi brazos de seda cuando me lo contó y aún tenía el pelo mojado de recién bañado. Desde entonces y gracias a Gabriel desconfié de la publicidad y, no puedo negarlo, desconfié para siempre porque me sentí vilmente engañada y a mí no me gusta que me engañen.
Con el paso del tiempo les enseñé a mis hijas a ver y escuchar con inteligencia y a probar por sí mismas que los jabones no dejan los trastes impecables sino que hay que tallarlos, que no hay yogurts ni chocomilks, ni pan vitaminado que haga crecer a los niños, que las sopas no significan amor de madre ni son abrazos los suavizantes de telas... en fin. Año 2014 ya y seguimos con lo mismo y la gente compra cremas que quitan las arrugas, fajas que adelgazan 10 kilos en cuatro días, vitaminas que retardan el envejecimiento, curas contra el cáncer y sartenes que hacen que la comida no engorde. Y aún hay más y más grave...
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Y lo bueno, creo yo, de tanta corrupción es que el pueblo con o sin educación, si se ve más pobre, si cada día les alcanza menos el dinero, si ya no pueden comprar medicinas, si están en graves problemas por el alza mensual de la gasolina y por el alza de los precios de transporte colectivo. Si el pueblo sufre empieza a ser crítico y ya se escucha en este país, en todas las clases sociales que "no es cierto lo que dicen en la tele, que no es seda sino todo lo contrario, que no hay ni jabones ni leyes mágicos".
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