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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

sábado, 30 de julio de 2011

El síndrome del muerto


Cuando alguien ya no está porque desaparece o se muere, aquellas personas allegadas a él o a ella no dejan de hablar de la infinidad de cualidades que tenía. Nunca, ante la muerte de alguna persona he escuchado alguno de sus defectos, porque las personas que se acercan al desaparecido sufren lo que yo llamo “el síndrome del muerto”. El muerto era tan bueno, tan amable, tan cariñoso, tan inteligente, es una gran pérdida para la humanidad, es invaluable lo que hacía, y así, y así… El muerto es algo así como de otro mundo, como que fue un ángel o un marciano y nunca cometió ningún error humano.

Lo mismo he visto que pasa con las parejas que se separan porque generalmente en ese proceso hay un “dejado” y un “dejador” y, obviamente, uno que sufre más que el otro porque ante la separación entra en un duelo semejante al de la muerte. Entonces una mujer dejada, por ejemplo, puede relatar que el hombre le era infiel, que la maltrataba física y emocionalmente, que la minimizaba, que la separaba de sus familiares y amigos, que se burlaba de sus defectos físicos, que le decía tonta, estúpida, fea, gorda y demás. Sin embargo, la mujer suele padecer el “síndrome del muerto” y después de esa retahíla de verdades dice que no puede vivir sin él porque él era cariñoso cuando no estaba borracho y también era simpático y fiestero y alegre y sus amigos lo buscaban mucho y que a ella a veces la trataba tan, pero tan bien, que por eso no puede concebir la vida sin él y esto es una gran pérdida, es invaluable lo que él hacía y es lo más lamentable del mundo su desaparición.

sábado, 23 de julio de 2011

CEIBA SOY o MI HOMENAJE A LAS CEIBAS DE CHIAPAS




Es la carretera a Chiapas, negra serpiente de asfalto que atraviesa la Patria. Las ceibas desnudas adormecen a lo largo del camino. Las ceibas ejercen sobre mí una especie de encantamiento, enormes, con los enormes brazos abiertos al infinito. El autobús se detiene en un tendajo de comida, afuera de él ensayan unos músicos que se llaman “Caravana del Ritmo” y una ceiba los mira. La ceiba escucha la marimba, sus ramas vibran con el calor del sol en la superficie de esta tierra mientras que sus raíces penetran en los más profundos senderos del inframundo. Los mayas saben que la enorme ceiba es el contacto de la vida y la muerte; la ceiba es un árbol sagrado, en esta vida y en la que sigue estará la ceiba.

sábado, 16 de julio de 2011

Hay RUINAS y ruinas o La historia de la familia negra

El Vesubio de San Juanico

En el año de 1984 ocurrió en nuestro país la tragedia de “San Juanico” que es como se le llama al poblado de San Juan Ixhuatepec, en el Estado de México. La tragedia era de las que se podían haber evitado pero está de por medio, como ya sabemos, lo de la negligencia y lo de la corrupción, en este caso de Petróleos Mexicanos: una tubería de gas se rompió y, sin medidas de seguridad, el gas estuvo escapando por toda la población hasta que cualquier chispa la encendió y una enorme bola de fuego arrasó con casas, gente, animales y todo lo que pudiera haber habido. Fue una explosión de tal intensidad que se vio desde casi cualquier punto de la ciudad, quienes despertamos por el estallido pudimos ver por las ventanas un resplandor que presagiaba el fin del mundo.

Al día siguiente, y ya enterados todos de la magnitud de la catástrofe, me uní a las brigadas de ayuda; me tocaba colectar ropa, alimentos, medicamentos, etc. y llevarlos a los albergues donde estaban los sobrevivientes. Para mi mala suerte allí llegaron los de una brigada extranjera solicitando traductores de inglés a español y yo, creyendo que sería más útil en el lugar de los hechos, pues me fui con ellos a San Juanico. Cuando regresé a casa de mis padres por mis hijas venía en estado de schock y dicen todos mis familiares que les conté de los horrores que vi, específicamente de una familia de papá, mamá y dos niños abrazados en una cama y calcinados, todos negros, como visiones carbonizadas de ultratumba. Hoy no recuerdo nada, mi cerebro prefirió bloquear el asunto, pero les creo a mis hermanas y a mis hijas porque ellas siguen horrorizados con mi relato: el relato de lo que hoy creo que nunca vi.

sábado, 2 de julio de 2011

Código roto

Mi bisabuela Cuquita vivió la Revolución Mexicana desde el palco de los ricos ya que ella era una niña que vivía en una hacienda. Las haciendas eran en ese entonces lo que ahora es el complejo Santa Fe junto al cinturón de miseria y pobreza extrema que tiene junto. Las haciendas eran lo más odiado y envidiado en los tiempos de la Revolución.

Cuquita me contaba que ella no entendía por qué los revolucionarios no solamente entraban a las haciendas y todo destrozaban, sino que también violaban a las mujeres y mataban a diestra y siniestra. Se quedaban con todo, decía ella, hacían lo que querían con nuestras cosas, pero ¿por qué tanto ensañarse con el prójimo? Por supuesto que las niñas ricas no sabían sobre la vida de los pobres y no entendían esos porqués; pero aún a sus 85 años de edad lloraba cuando hablaba de esa barbarie.