Mi mamá murió en un 4 de marzo de hace 4 años y la recuerdo todos los días así como en ese día de Navidad en mi casa, feliz y abriendo regalos, pero el día de hoy me es inevitable pensarla porque me hace falta; una vez que se fue ya no tenía yo a quién preguntarle por recetas de cocina dada mi conocida discapacidad como cocinera, ya no tenía a quién contarle de mi vida ni tampoco podía llamarla por teléfono para sentir ese amor que, pese a las distancias, pasa por las líneas, el aire o la nube y se siente enormemente. El amor de la palabra que aconseja, de la palabra que pregunta, de la palabra que cuenta chismes de mujeres y de la palabra, en fin, que con la madre se tiene.
He dicho ya no tenía en tiempo pasado porque hoy están mis hijas.
Mis hijas son madres también y, como yo lo viví, no dejan de ser hijas aunque los papeles se han invertido para volverse también mis madres. Julieta me resuelve qué cocinar si tengo más de dos invitados porque estoy en un predicamento, Sofía está a cargo de mis muros de internet y resuelve en diez minutos los problemas que a mí ya me habían tomado horas o días; las dos están al tanto de mis problemas y de mis felicidades y hasta de mis achaques, las dos me dan muchos consejos prácticos de la vida porque viven más al día que yo y, a través de tantos medios de comunicación, nos damos y recibimos el amor internético y telefónico de hoy en día, que pese a todo, es como aquel amor que mi madre dio y recibió en vida.
Ahora también soy abuela como mi madre fue, ella era la Memi y yo soy la Pupi, porque así se le ocurre a un nieto bautizarla y todos los demás lo aceptan. Mis hijas saben lo que las abuelas quieren a los nietos porque ellas tuvieron una abuela que las amó mucho, por eso mi computadora y el whatsap y todos estos inventos están repletos de las fotos de mis nietos que ellas me mandan cotidianamente. En tiempos de mis abuelitas no había internet ni fotos cibernéticas, de hecho no tengo ninguna foto de mi bisabuela Cuquita aunque aún siento su amor, la viejita escondida en un vestidor de la casa leyendo siempre novelas de amor y que me decía que las joyas no eran tan importantes porque el mejor tesoro es siempre un libro; ¿y mi abuelita materna Doña Quetita?, con aquella inteligencia aguda que tenía me daba las mejores respuestas de mi vida siempre, como lo del Santaclós falso en mi infancia y como la falsedad de que los hombres cambian, en mi juventud.
Hoy quiero agradecer a mis hijas su presencia en mi vida porque son hijas y son madres y yo soy madre y abuela y en todo este entretejido estamos todos los días viviendo el amor y todas esas cosas que se recuerdan en el 10 de mayo.
Bello retrato de nuestra relación con tus hijas. Yo solo tengo un hijo pero igual, aunque es más q autosuficiente , él se sigue apoyando en mi y yo en él. Tener hijos es una de las cosas mas maravillosas que le puede pasar a uno. Un beso
ResponderEliminar