Cuando veo y escucho al Presidente o a cualquiera de nuestros gobernantes o a cualquiera de los que quieren ser gobernantes recuerdo una hermosa historia que cuenta el neurólogo Oliver Sacks en un libro que recomiendo muchísimo y que trata de relatos reales sobre el extraño mundo de los pacientes neurológicos: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Barcelona, Anagrama, 2002)
Dice Sacks que un día, cuando se transmitía un discurso del Presidente en el pabellón de afásicos del hospital donde él trabajaba, encontró a muchos pacientes muertos de risa, éstos eran los pacientes con afasia global. Ellos son incapaces de entender las palabras en cuanto tales, pero son profundamente receptivos a la expresividad del lenguaje: tono, timbre, los gestos que acompañan al habla, el sentimiento mismo de quien habla y toda la sutil expresividad que excede lo verbal. Su organismo potencia esta habilidad como una compensación a su discapacidad. Así entonces, entienden sin palabras lo que es auténtico, lo que no se puede escuchar: las muecas, los histrionismos, los gestos falsos, las cadencias y tonos fingidos de la voz y en el discurso del Presidente, todos estos eran incongruencias tan notorias y grotescas que los afásicos no podían evitar las carcajadas.
En el mismo pabellón había otros pacientes cuya discapacidad era opuesta a la anterior ya que carecían totalmente del sentido de la expresión y el tono del lenguaje, mientras conservaban intacta la capacidad de entender las palabras y las construcciones gramaticales. Ellos padecían agnosia tonal. Como la observación de los gestos de otras personas es un aprendizaje que les lleva tiempo y esfuerzo, ellos se concentran básicamente en lo que escuchan ya que pueden entender el lenguaje con sus palabras y construcciones precisas como tal; digamos que, de alguna manera, leen el lenguaje oral con un sentido crítico y exacto. Uno de estos pacientes estaba muy serio ante el discurso y, al preguntarle Sacks que qué pasaba él dijo: “no es convincente, no habla buena prosa, utiliza las palabras de forma incorrecta, o tiene una lesión cerebral o nos oculta algo”.
La historia de Sacks termina con una observación de lo que ese día sucedió y ahora sigue sucediendo, con cualquier gobernante o candidato, en cualquier lugar del mundo y en cualquier tiempo. Dice Sacks: “A nosotros, individuos normales... se nos engañaba genuina y plenamente. Y el uso engañoso de las palabras se combinaba con el tono engañoso tan taimadamente que sólo los que tenían lesión cerebral permanecían inmunes, desengañados”. Y yo siento en este momento que de verdad me gustaría compartir ahora los discursos televisivos de nuestros políticos con aquellos pacientes del pabellón de afásicos.
Si la realidad del narco-estado mexicano no fuera tan dramática los discurso de los políticos me provocarían carcajadas; pero, después de escucharlos, tengo la convicción de que tienen una lesión cerebral y además nos ocultan mucho, gracias por este magnífico texto.
ResponderEliminarEs cierto lo que dices, adicionalmente en la actualidad los discursos de los políticos están plagados de mucha retórica con contenido poco convincente y además con el descaro de que ellos creen que nosotros creemos lo que dicen y por si fuera poco, el mensaje que te mandan es que debes de ver que realmente están haciendo lo que dicen hacer, cuando la realidad es completamente lo contrario...en verdad me parece un comentario bastante interesante y gracias por dar la referencia del libro.
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