Foto: Las princesas de Cholula
En el año de 1523 el Emperador Carlos I de España y V de Alemania, desde una gran distancia física y emocional ordena la construcción de la catedral de Córdoba sobre la mayor y más hermosa mezquita musulmana en España. Para el Emperador esto no era la construcción de una iglesia. Era una demostración de poder.
Curiosamente, y para beneficio de la humanidad, la catedral católica fue cuidadosamente insertada en la mezquita y así prevalecieron ambas. Los retablos con santos se encontraron finalmente inmersos en el magnífico bosque de columnas y arcos que formaban el alma del templo árabe.
Muchos años después, y ya sin distancia física, el Emperador pudo ver la catedral en Córdoba y ese día, al ver mancillado el bellísimo recinto, al ver herida tanta belleza, lamentó profundamente su demostración de poder: “Yo no sabía qué era esto. No supe lo que dije”. Y dicen que, compartiendo su culpa, al obispo fray Juan de Toledo le dijo: “hacéis lo que hay en otras muchas partes y habéis deshecho lo que era único en el mundo”.
Mientras tanto: la Nueva España. Grandiosos templos cristianos se construyen sobre los templos indios. Por los canales de Tenochtitlan irrumpen bergantines españoles hasta el Templo Mayor que acabará en el subsuelo de una gran catedral. Los soldados españoles, aunque simples soldados, no pueden dejar de admirar aquellas magníficas pirámides, no pueden cerrar los ojos a tanta belleza, extraña y diferente, pero belleza al fin.
Yo me detengo hoy frente a la gran pirámide de Cholula que es otro enorme templo, construido de muchos templos indios superpuestos hasta que el monumento cristiano de la Virgen de los Remedios se les asentó encima a todos y coronó de rezos con letanías las antiguas voces sagradas que quedaron para siempre sepultadas.
La iglesia cristiana de Cholula no es tal. Es una demostración de poder.
El mismo poder del conquistador que construyó esa iglesia de hace siglos, saqueó y destruyó los tesoros de la humanidad: desde Grecia hasta Varsovia, desde las más hermosas ciudades europeas hasta el patrimonio de Bagdad en la guerra de Irak de no hace mucho: las esculturas, las tablillas de escritura cuneiforme, los relieves asirios, la joyería. Somos los mismos de antes y de siempre.
Sin embargo, en la gran pirámide de Cholula las voces de sacerdotes indios se oyen aún melodiosamente mezcladas con los rezos musulmanes de la antigua mezquita.
Y en medio de estas ruinas hay un rey que se lamenta como ningún rey de nuestro siglo lamenta nada, y es que Carlos I de España y V de Alemania, al final de su vida, dejó de ser conquistador y así pudo saber de todas sus barbaries. Su voz se escucha todavía, lejana y clara: “Yo no sabía lo que era. No supe lo que dije”.
Cholula y Córdoba... nunca lo había pensado; pero, sí. ¡Me encanta tu idea!
ResponderEliminar(PD. aunque la peor ruina de Cholula, soy yo en esa foto jejejeje)