La situación de nuestros indígenas mexicanos tiene muchos rostros para mostrarnos como ya lo relaté en mi narración anterior. Hoy quiero hablar de una cara de este escenario que pocos conocen y que es increíble, pero cierta. Esta es OTRA HISTORIA:
En el año 2005 fue creada en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas una sede de la Universidad Intercultural como respuesta a la definición de México como “un país pluricultural y multilingüe” y con el objetivo de impartir una educación universitaria intercultural que además diera un impulso especial a las lenguas indígenas para revitalizarlas. En realidad se creó una Universidad Indígena en la cual se sobrevalora a los hablantes de lenguas indígenas, así como a la supervivencia de éstas que, por un desarrollo histórico natural, serán lenguas muertas en un corto tiempo, si se respeta la íntima voluntad de los jóvenes indígenas. Sin embargo, a los antropólogos les gusta mantener estos escaparates y a nuestra Secretaría de Educación le parece muy lucidor lo de conservar (a como dé lugar) las lenguas que ya los jóvenes indígenas no quieren hablar.
Entiendo, claro que entiendo, que se perderán no sólo las lenguas sino también toda una concepción del universo, toda una manera de pensar e incluso de sentir. Se perderán culturas y será una gran pérdida, pero yo apuesto por las personas, me interesan más.
En aquel tiempo yo tuve oportunidad de formar parte de un equipo de trabajo de la Universidad Intercultural. Éramos tres personas: todos directivos, aunque yo estaba en el organigrama por encima de los otros dos; uno de mis compañeros de equipo era un indígena tzotzil que había tenido muchas oportunidades de educación pero seguía fiel a sus “usos y costumbres”. Para los indígenas tzotziles las mujeres no son realmente personas, las hijas se entregan a sus maridos a cambio de tierras, dinero o animales; las mujeres no tienen derecho a estudiar y menos a opinar o a pensar por sí mismas. Por otro lado, he visto que ninguna educación formal ni en el país ni en el extranjero los libra de un resentimiento social ancestral que aún cargan. Así entonces, esta manera indígena de pensar y la interculturalidad, obviamente, no tenían nada en común. La otra persona del equipo era otra mujer, no indígena. En las fotos nos veíamos muy interculturales los tres, pero no era así en la realidad.
Finalmente, ese trabajo, que yo pensé sería una gran oportunidad de desarrollo personal y académico para mí, lo perdí por los “usos y costumbres” del hombre tzotzil que se dedicó a agredirme todos y cada uno de los días que yo estuve allí. Y lo entiendo, si en su cultura las mujeres no son más que bestias de trabajo, tener una jefe mujer deber haber sido para él un insulto para el que no había más remedio que matar o morir. Por otro lado, también todos y cada uno de los días que nos vimos se dedicó a quererme cobrar lo de “la deuda histórica” y no hubo razonamiento alguno que lo hiciera entender que yo no le debía nada a nadie. Nunca tuve apoyo de mi jefe el rector porque la consigna en esa escuela era la de “los indígenas primero” (así lo mandan la SEP y el Gobernador) y así entonces, con ese trabajo la oportunidad que realmente tuve fue la de aprender lo que es la discriminación a quienes no somos indígenas en muchas de las instituciones y disposiciones gubernamentales para proteger a “los más débiles”.
Un tiempo después me encontré a mi compañera en la calle, me dijo que también había perdido el trabajo. No quise saber por qué.
PD Ahora que vuelvo a leer mi escrito me estoy dando cuenta que, finalmente, sí pagué algunas letras pendientes de "la deuda histórica". Valga como mi cooperación a la celebración del Bicentenario.
Decirle la verdad al poder no es un idealismo, es sopesar cuidadosamente las alternativas, escoger la correcta, y luego exponerla inteligentemente donde pueda hacer el máximo bien y provocar el cambio adecuado.
ResponderEliminarLupi, vaya experiencia en carne propia de lo que hoy en día han dado en llamar como "discriminación positiva" a la que además de la que opera para las comunidades indígenas, a mi me ha tocado, mutatis mutandis, para los discapacitados (más correcto: personas con discapacidad), adultos mayores y otros grupos minoritarios a quienes el marco de los derechos humanos les ha dado un espacio especial.
ResponderEliminarPor supuesto, no estoy en desacuerdo, me parece que requieren de un trato diferente ante lo desigual del entorno pero, siempre y cuando corresponda a la decisión del propio beneficiario y no al ambiente artificial que describes con gran precisión como escaparate.
Lo comparo con la decisión personal de un "adulto mayor" o un "discapacitado" que se niega a si mismo el verse como tal. Creo que mi ejemplo a la mano es mi madre quien en los meses recientes ha combinado un poco de las dos características sin derrotarse pero si aprovechando las ventajas de un trato más respetuoso y considerado que se da de forma incluso espontánea y por tanto más valiosa.
El papel de la mujer indígena en la vida cotidiana está subordinado en todos los aspectos al hombre y es utilizada para la procreación y la producción de bienes sin compensación alguna. Creo difícil que un doctor, maestro o licenciado de extracción indígena pueda sustraerse a estos "usos y costumbres" comunales que le fueron inculcados en la infancia. Los caxlanes o ladinos tampoco cantamos mal este tipo de rancheras. El que esté libre de misoginia que tire la primera muerta de Juárez.
ResponderEliminarEs y seguira siendo una bronca, los benditos introyectos... jamas tendremos una liberacion femenina, ni existira la no discriminacion a indigenas, homosexuales, negros, pobres, mujeres,jovenes, ancianos etc, mientras la conciencia colectiva no se transforme; de nada serviran los foros, articulos, leyes,marchas, demandas si seguimos pensando q esta jodido ser gay, ser joven, pobre, indigena y mujer....Podemos seguir estudiando maestrias, doctorados, ser directivo de una Universidad si nos hay una modificacion de los miles dañinos de su introyecto!!!!
ResponderEliminarsaludos profe.