Los duelos nuestros de cada día

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Los Osos

No cabe  duda que con mucha frecuencia pasamos en esta vida por los caminos del duelo y, aunque el gran duelo es la muerte, no dejamos de sufrir por nuestras pérdidas porque ya perdemos la salud, bienes materiales, la pareja, el trabajo, a un amigo que creí que era mi amigo y, en mi caso de hoy a mi perro el Oso.

Oso y Ursus eran hermanos y vivieron conmigo 10 años desde sus dos meses de edad. El gran Ursus murió hace un año, yo ya no vivía con él, se quedó en mi excasa aunque no en mi exvida porque siempre estuvo en mi corazón. Nuestros perros son tan buenas personas, dice mi hermano, aunque no les hagas caso, los regañes, les hables feo porque los humanos te hacen enojar, ellos siempre te harán fiestas cuando llegas a casa, siempre querrán lamerte la mano para demostrarte su cariño. Cuando el gran Ursus se fue sentí una enorme tristeza, sólo lo supe y no pude ya verlo; pero quedaba el Oso y nunca quise imaginar su muerte.

En los duelos hay tristeza, lágrimas, pena, desconsuelo y también coraje, culpas, muchos yo hubiera… , autorreclamos, reclamos a otros, quejas a Dios y a todos los santos y luego la melancolía de nuevo y los recuerdos, los recuerdos tercos como si con ellos pudiéramos traer de regreso al muerto. Los enormes perros juegan en el jardín con mi hijo y sus amigos, juegan a los balazos de las pistolas de agua, corren, se mojan y gritan; los dos perros son la alfombra para los pies de mi madre enferma de dolor cuando se queda viuda; los dos perros son mi compañía cuando mis hijos ya se fueron a la universidad y a vivir sus vidas, son mi sombra, me  escuchan todo lo que les platico y hacen como que me entienden, a su modo me cuidan y yo, a cambio, sólo puedo darles de comer y abrazarlos.

Con las muertes se van acabando las épocas, las páginas de nuestras vidas van pasando y eso no es agradable. Nunca, por ejemplo, desde que murió mi padre volvimos a vivir una de aquellas Navidades de cuarenta o más personas con todos los tíos y todos los primos y hasta los anexos de última hora. Hoy las añoro como añoro a los Osos y a mi hijo y sus pistolas de agua y a mis hijas pequeñas y a tantas cosas que ya pasaron porque la vida es pasar las hojas y, desgraciadamente, son los muertos los que las pasan para los vivos.

Vivir los duelos es un proceso, unas veces más largo que otras, unas veces más difícil. Sin embargo, la misión para la que nacimos es la gran ancla que nos ayuda a renacer, es el gran gozo de poder cumplir aquello para lo que sirvo, es el placer de ser plenamente quien yo soy. Por eso escribo.

 No deseo que mis Osos descansen en paz, ni tampoco mis padres; deseo que de verdad se diviertan por toda la eternidad.