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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

viernes, 16 de diciembre de 2011

LaVirgen del Metro


Aquel año y en plena época navideña viajé a la Ciudad de México y quise conocer a la famosa “Virgen del Metro” cuya aparición había causado revuelo porque era una imagen de la Virgen de Guadalupe prácticamente esculpida en un gran mosaico del piso de la estación Hidalgo. La piedra fue removida y puesta en exhibición en una de las puertas de acceso para que toda la gente pudiera verla.

Había un tumulto, pero yo quería conocer aquella imagen, ¿sería un milagro o fanatismo? Confieso que soy muy incrédula de esas cosas, pero también soy muy curiosa de observar a la gente en masa ante este tipo de acontecimientos y por eso fui a buscar a la ya famosísima Virgen del Metro. Y gente había, gente y gente en largas y rápidas travesías por los intestinos de la ciudad, de una a otra estación: Coyoacán, Zapata y falta muchísimo, Centro Médico, Hospital General, ya ni parados cabemos en el vagón, calor con claustrofobia; Balderas y ya estamos en el centro de la Ciudad, calor con expectación.

Cuando por fin llegué a la estación Hidalgo el tumulto era peor porque, claro, todo el mundo quería ver a la Virgen que se nos volvió a aparecer a los mexicanos. No estoy acostumbrada a tanta gente y menos a las salidas y entradas del Metro a diferentes calles y me sentí perdida. Saliendo del andén le pregunté a un hombre que dónde estaba la Virgen y me señaló el fondo de un pasillo diciéndome: “está allí en la escalera”. Llegué a la escalera, subí y, por fin ya en la calle, me encontré frente a la milagrosa aparición, aunque detrás de un montón de gente, como de cien, como de muchísimas personas: imposible acercarme a verla. Entonces, desde donde yo estaba, empecé a dar saltos (lo más altos que podía) para verla aunque sea una vez, pero era tal la aglomeración que el resultado fue que no vi nada.

Entonces decidí regresarme por donde había llegado y, precisamente, a la mitad de aquella escalera que el hombre me había señalado estaba, sentada en el suelo, una mujer indígena amamantando a su bebé y con la mano estirada pidiendo caridad. Me detuve a verla y en ese momento recordé lo que me había dicho el hombre: “la Virgen está allí en la escalera”. Esa Virgen no iba a cenar pavo relleno como yo y sus hijos sabían que el Santaclós era para los niños ricos y no iba a tener ropa abrigadora como regalo de Navidad, ni tampoco tenía una casa acogedora sin frío y con mullidas camas para descansar. La Virgen de la Escalera estaba descalza y mugrosa y el bebé dormitaba al abrigo de su cuerpo y un delgado rebozo.

Ese invierno era frío en la Ciudad de México y en medio de ese frío entendí la tontería de pasar por alto a una mujer pobre con su bebé para ir a ver a la Mujer Celestial que no era más que una piedra en exhibición.

1 comentario:

  1. Jorge L. Olalde M.D.17 de diciembre de 2011, 11:26

    Bonito mensaje de que hay que dar y compartir y principalmente en estas fechas.

    F E L I Z N A V I D A D

    A tos los que lean este comentario

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