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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

viernes, 18 de enero de 2013

A CUALQUIER NIVEL... y desde cuando...


Mor  di  da

Cuando mi tía Monja era maestra de kínder y primaria, allá en San Luis Potosí en su Colegio Vallarta (y de eso hace ya muchísimos años) nos contaba mucho una anécdota que le parecía sumamente graciosa y que era que un día a los niños de kínder les preguntó las profesiones de sus papás y pues le dijeron que abogado, que tenía una tienda, que era dueño de la panadería, o que era maestro; un chiquitín, quitado de la pena y en su más pura inocencia le dijo: madrecita, mi papá es “mordelón”, o sea, agente de tránsito que pide mordidas de las cuales el niño posiblemente no estaba ni enterado ni se imaginaba lo grandioso de su respuesta.

¿Por qué nos hacía gracia a todos empezando por la Monja? , todavía ahora me lo pregunto y es que es inconcebible que, dentro de nuestra cultura mexicana, lo de la mordida sea algo tan común y corriente que hasta causa gracia, la mordida o embarrada de mano o cooperación para su causa o donativo para su dispensario o como se llame es la puerta de entrada a la solución de muchos problemas y es también una magnífica generadora de dinero.

Cuando yo terminé de estudiar Psicología en la Universidad Mesoamericana de esta ciudad (escuela privada) me pedían por la emisión de mi título una cantidad de miles de pesos cuando yo sabía que en la Secretaría de Educación se tramitaba por 200 pesos y allá me fui a solicitarlo para solamente enterarme que tenía que ser a través de mi escuela, mordida, porque era una escuela privada, embarrada de mano, y para esas escuelas hay normas especiales en la Secretaría, cooperación para su causa y Tan Tan, a cooperar para la causa de todos los corruptos si quería yo mi título. Y cooperé. Y aún me duele.

Actualmente vivo en un Fraccionamiento nuevo en el que adquirimos un lote y promesas de urbanización hace cuatro años. Las promesas pues son promesas, el contrato de compra-venta en términos ambiguos, sin fechas precisas para la entrega de calles, energía eléctrica y demás servicios. Hoy en día, y sumamente afectados, los vecinos nos reunimos para exigir lo que necesitamos y ya hemos pagado además y… este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés, ¿quieres que te lo cuente otra vez? En el Municipio el Fraccionamiento aparece como regularizado aunque no tenga ni calles ni luz, mordida, embarrada de mano, en la Comisión de Electricidad aparece el Fraccionamiento con cableado de luz subterránea y en perfecto funcionamiento aunque todos estemos colgados de un poste, cooperación para su causa, varias embarradas de mano, y no hay más que se pueda hacer. Un vecino pregunta inocentemente ¿conoce alguien a un abogado confiable y honrado? Silencio absoluto. Otro dice ¿nos podremos fiar de la justicia del Ayuntamiento? Más silencio.

Ojalá el día de hoy pudiera yo reírme de los mordelones, pero creo que mi tía Monja desde el cielo ya tampoco se está riendo de aquello porque, aunque esté en el cielo, estará tan consternada e indignada como yo con nuestra, tan entrañablemente nuestra: corrupción.



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