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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

sábado, 4 de julio de 2015

Pobrecitos mis alumnos


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La Universidad de los "Maestros"

Es por todos nosotros bien sabido que la educación en Chiapas y en otros estados como Guerrero y Oaxaca es la de más bajo nivel en el país, sin embargo, saberlo es una cosa y vivirlo es otra cosa: espantosa. He sido profesora universitaria en San Cristóbal de Las Casas por muchos años y hoy les cuento algunas tragedias cotidianas de los estudiantes.
Mis alumnos de la licenciatura en Psicología me contaban la triste historia que vivían con algunos de sus maestros. El de Filosofia, me decían, llegó el primer día de clase y nos dijo que "íbamos a aprender juntos", lo cual nos desconcertó muchísimo porque los que aprendemos juntos somos los alumnos, sin el maestro incluido. Entonces, el más valiente de la clase le preguntó: ¿dónde estudió usted Filosofía?, ¿en qué Universidad? y, la verdad, esperaban que por lo menos les dijera que era un proyecto de cura arrepentido pues esos personajes estudian Filosofía, pero no fue así y para sorpresa de todos les dijo: pues estudios formales propiamente dichos no tengo pero todos los jueves desde hace años filosofo con unos amigos en el café San Cristóbal. Sólo nos acordábamos, me dijeron, que hicimos una carta al Rector para que se fuera, que se llamaba Martín y que se fue muy ofendido con nostros.
Después vino el profesor de Metodología de la Investigación, que era una materia de dos semestres en la que teniamos que dejar preparado el protocolo de nuestro trabajo de tesis, él era exigente, nos rechazaba todo, todo lo tachaba, nos mandaba a leer más, en fin... nada le gustaba y había muchos reprobados. Un glorioso día uno de nosotros le preguntó que cómo se llamaba su tesis y de qué Universidad era y nos dijo, tan tranquilamente, que su tesis estaba en proceso desde hacía 5 años; nosotros ya éramos prácticamente Psicólogos a punto de egresar y no nos costó ningún trabajo caer en la cuenta de su diagnóstico: nos fastidiaba por Proyección, porque nosotros estábamos ya logrando lo que él nunca había podido hacer. También lo despedimos pero esa fue la última vez que el Rector tuvo "paciencia" como para que estuviéramos despidiendo maestros. Nosotros estábamos preocupados por nuestra preparación profesional, el Rector no.

Finalmente vino "un genio de la UNAM", se llamaba Hipólito y le gustaba buscar sexualmente a las compañeras. Se quejó una, luego la otra y a la tercera va la vencida porque esa vez ya hicimos caso omiso del Rector y del protocolo. Los hombres del salón éramos sólo 5 y las chicas como quince; las sacamos del salón un día y nos quedamos a solas con él, allí simplemente le dijimos que se fuera a molestar a su madre y a sus hermanas y que si no presentaba de inmediato su renuncia le daríamos un escarmiento, "entre hombres", o sea, un gran escarmiento. Se fue al día siguiente y ahora sí el Rector estaba confundido, aunque convencido de que éramos un grupo muy difícil.
Hoy somos los mejores psicólogos que han egresado de esa escuela porque aprendimos de algunos excelentes maestros que tuvimos, aprendimos los conocimientos y  las técnicas y los secretos del cerebro, además, lo que eran la autoestima, la dignidad, la valoración propia, los derechos humanos y muchas cosas más que son básicas para cualquier ser humano y, sobre todo, para un psicólogo que se dedicará a ayudar a otros.
Estamos profundamente agradecidos a quienes se dedicaron con profesionalismo y entega a enseñarnos tantas cosas necesarias para poder ahora ejercer nuestra profesión, porque nos confrontaron, porque nos hicieron llorar, porque nos enseñaron a reírnos de nosotros mismos, porque nos hicieron mejores personas para sólo así poder optar por ser buenos psicólogos.
Gracias, me dijeron a mí, por su generosidad. ¿Generosidad?, de verdad no entiendo por qué dicen eso; porque muchos maestros no nos quieren enseñar sus métodos de trabajo, sus técnicas para diagnosticar, sus herramientas terapéuticas para trabajar. ¿De verdad?, de verdad estaba yo muy sorprendida, ¿y entonces como para qué son maestros? No sólo son malos maestros sino también personas inseguras que no quieren dejar a las generaciones siguientes todos los conocimientos que necesitan para su futuro profesional.
Y hoy yo agradezco muchísimo también la generosidad de tantos buenos maestros que he tenido a lo largo de mi vida y que me enseñaron a trabajar y a encontrar tanta felicidad en mi trabajo.


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