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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

sábado, 9 de octubre de 2010

Y vendrán por nosotros

En estos días he estado releyendo a Elizabeth Kübler-Ross en La muerte:un amanecer, que es uno de mis libros favoritos. Curiosamente, otro de mis autores favoritos: Ignacio Solares, (los libros que de él estaba leyendo: Delirium Tremens y Cartas a una joven psicóloga) fue el que me remitió de nuevo a esta lectura y ahora les cuento por qué.

Elizabeth Kübler fue la creadora de la Tanatología. Cuando ella era sólo una médica joven le tocó trabajar en Emergencias en un hospital de Manhattan y, desde luego, atendía a muchos moribundos. Ella observó que los moribundos presentaban características similares poco antes de iniciar el tránsito y entonces se dedicó cada vez más a sistematizar sus observaciones y, cuando ya tenía ella sus propios alumnos, entre todos observaban y ordenaban los datos de moribundos niños, jóvenes, viejos, blancos, negros, indios, creyentes, ateos y de todas las clases culturales y sociales.

Una de las características comunes (al 90% de los moribundos según sus conclusiones) es el hecho de que ven a gente que ya murió e incluso conversan con ellos y los perciben tan reales que creen que todos los demás también los ven: ya vino mi mamá, está aquí mi hermanito, qué guapo se ve mi papá…, el equipo de la Dra. Kübler comprobó que las personas con las que hablaban los moribundos habían muerto, aunque sea 10 minutos antes que ellos, como en el caso de un accidente en el que mueren varios miembros de una familia. Ignacio Solares, en ambos libros, narra la anécdota de la muerte de su papá: en la última vez que estuvo en terapia intensiva uno de sus compañeros de cuarto me dijo que él platicaba con una María Luisa que nadie veía, pero que mi papá ubicaba perfectamente y hablaba largos ratos con ella; María Luisa era su hermana muerta hacía años. En la víspera de su muerte mi papá le pidió a mi mamá que le planchara su traje azul porque iba a cenar con sus hermanos (ya muertos), dijo que habían venido en repetidas ocasiones para invitarlo a cenar con ellos.

El día de hoy me siento con ganas de compartir con ustedes mis experiencias personales: a mi papá, también en terapia intensiva, lo visitó su hermana monja: Esperanza, muerta un mes antes y platicó con él, mi papá nunca nos habló a nosotros de fantasmas ni apariciones, pero me aseguró que la había visto y que no se asustó, que además le pudo decir que ya se quería ir con ella porque sufría mucho con su enfermedad. La víspera de su muerte, mi mamá habló todo el día con su hermana Doralicia, menor que ella y muerta hacía varios años, le pedía que le comprara cosas y se notaba calmada y en paz hablando con alguien que nadie más en la habitación podía ver.

Elizabeth Kübler-Ross dice que ella escribió ese libro para que el mundo sepa que no morimos solos sino que, simplemente, nos soltamos de las manos de los de este mundo y tomamos las manos de nuestros seres queridos en otra dimensión. Es interesante saber que ella era atea, no profesaba ninguna religión ni lo hizo después de sus experimentos.

Finalmente, yo escribo hoy porque me da mucho gusto saber que ellos vendrán por nosotros.


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