Los antropólogos dicen

Foto: Germán Murillo-Echevarría

Hace algunos años, un jardinero indígena que trabajaba en mi casa me dijo que si yo podría atender a su mujer porque estaba volviéndose “loca”, se la pasaba llorando o quejándose, o enferma de algo. El sabía que los psicólogos atienden a los locos y, como el shaman ya había hecho todo intento con ella y ella no mejoraba, pues a lo mejor yo podía hacer algo.

Los recibí una tarde en mi consultorio, a los dos, porque la mujer no hablaba “castilla”, solamente su lengua y ella y yo no nos podíamos entender en una lengua común. Empezó ella a decir qué le pasaba  y el marido a traducir, su lenguaje corporal expresaba angustia y mucho dolor y el hombre me decía cosas como “me siento cansada porque ya estoy vieja”, “no tengo ganas o ilusión del trabajo porque todas las cosas me salen mal”… y así, puras mentiras. Ella, obviamente, entendía algunas palabras de castilla y con la cabeza y las manos me trataba de explicar que lo que el marido decía no era la verdad. Cuando terminó la sesión me sentí muy frustrada y engañada por el hombre, lamenté muchísimo no haber podido ayudar a la mujer y recordé esas historias sobre las traducciones de la Malinche: cuando Cortés le decía a Moctezuma que quería ser su amigo, pues la Malinche lo amenazaba con quitarle oro y plata, cuando Cortés quería entablar un diplomático pacto de amistad, la Malinche le expresaba su más profundo desprecio y su superioridad. Así dicen que fue la Historia de México y así seguía siendo para mí.

Unas semanas después, la mujer del jardinero me buscó para que yo la ayudara, pero ya no llevaba al marido sino a una amiga más joven que sí hablaba castilla y la historia era muy, pero muy diferente. Aquí en San Cristóbal abundan los antropólogos, los hay de todas las nacionalidades y escriben artículos en revistas especializadas y libros sobre los indígenas de Chiapas. Cuando llegué vivir a Chiapas leí a varios de éstos especialistas y me sorprendió que describieran a los indígenas como poligámicos en una sociedad pacífica en donde las mujeres aceptan esa poligamia y no hay problema al respecto, o sea que, la realidad es que un hombre puede tener 4 ó 5 mujeres y todas conviven, incluso en la misma casa, en santa paz.

Los antropólogos dicen… pero la realidad es otra. El problema de Lorenza era que el marido tenía una nueva esposa de quince años de edad; en esa casa ella era la primera esposa, pero ya había una segunda, con cada una tenía tres hijos y ahora, ya cansado de las que se estaban haciendo viejas pues trajo a una niña, a la “nueva esposa”. Los antropólogos dicen que todos son felices y nunca habrán visto las lágrimas de Lorenza y sus quejas y angustias al respecto, igualitas que las de cualquier señora de sociedad: me siento vieja y fea y por eso soy despreciable, yo sólo sirvo ya para hacer quehacer y tener bien la casa, yo lo único que puedo hacer de aquí a que me muera es mi quehacer, vender en el mercado como todos los días y aguantarlo. A veces no puedo ni respirar, me siento enferma, tengo ganas de matarlo… y todo lo demás, exactamente igual que cualquier mujer. Espero haberle ayudado en algo para que recuperara su autoestima porque la realidad era que ella no podía salirse de la situación de vida que tenía, su sociedad se lo impedía.

Desde entonces no me gusta lo del trabajo de los antropólogos en Chiapas porque además, me he dado cuenta que todo indígena tiene una versión para el antropólogo, ya saben qué decirles para que se queden muy contentos y publiquen en revistas especializadas y escriban libros como dictados por la Malinche, y se sientan grandes contribuidores al conocimiento humano.

PD Apoyo psicológico en lenguas indígenas urge en este lugar del país, pero ya les contaré un día de la historia de este proyecto: Psicología para Todos AC