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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

sábado, 30 de marzo de 2013

Y se jugaron sus vestiduras



Este es el relato de una triste historia que hoy una mujer me contó y que les relato tal y como la escuché…

Hace tiempo me di cuenta de que a mi mamá no podía yo regalarle ya nada porque ya nada le interesaba. Los collares y los aretes ya no significaban nada para ella, ni los perfumes de antes, ni las pulseras, ni los relojes brillantes. Tampoco los abrigos, ni los sombreros, ni los vestidos nuevos, ni siquiera, ya ni siquiera los cepillos del pelo y el maquillaje. Un día ya no quería nada, ya todo le daba igual porque andaba en el mundo alterno de un profundo sufrimiento y escuchaba y veía cosas que la asustaban. Parecía, toda ella un canario a punto de morir; sufría maltrato. Entonces, su hija a la que ella más amaba, la metió a un asilo y no volvió a buscarla. Esa hija no era yo, ni mi hermana menor, ni tampoco mi hermano, su único hijo. Nosotros la buscamos durante meses porque la llevada al asilo era como en calidad de secuestrada; así su hija, a la que ella más amaba, se quedó con la casa y con todos sus bienes.

El hogar de ancianos significó el despojo y con ese golpe ella retomó la cordura para darse cuenta de que la habían sacado de su casa, de que nadie la quería como antes, como cuando andaba buscando el camino del suicidio, y en su alma se volvió a abrir una hondísima herida. De allí en adelante, el profundo dolor que le causaba la herida lo aventaba de noche aullando y rompiendo las sábanas de su cama, pateando contra barandales helados en la madrugada, berreando sin poder articular palabras que conjuraran tanta ansiedad. De noche parecía una fiera a la que tenían que inyectar para calmarla y de día una estatua aferrada a la vida por una razón que por fin un día gritó desde su más profunda entraña y que se llamaba: “quiero volver a mi casa”. Pero casa ya no había porque la ambición del dinero nos dividió como hermanos y las propiedades de mi madre ya habían legalmente pasado a ser de su hija, a la que ella más amaba, y entonces fuimos menos hijos y más dolor.

En ese tiempo mi madre, desde aquel asilo inmundo y pobre en el que vivía, me ofrecía sus abrigos de antes, su ropa, su magníficas ollas de cocina y todo lo que desde allí veía intacto y pulcro en su casa, en su verdadera casa que era la casa que ya no existía. A mi hermana menor le ofrecía también infinidad de cosas que están en el estante derecho de la cocina, en la parte de arriba de mi clóset, en las puertas del mueble del estudio y en ninguna parte porque ya todo era ido: se fueron muebles, fotos, ropa, joyas, perfumes, magníficas ollas y el anillo de bodas de mi padre. También el hilo de sangre que nos unía como hermanos se desgarró para siempre; entonces fue que yo decidí decirle la verdad que ella fingió no entender dos y tres y cuatro veces. Ya no tienes casa, mamá, era la frase ininteligible, era una herida aún mayor que la que ya cargaba. Finalmente asintió y se decidió a morir; yo pensé que ella pensaba y yo también que Dios la había abandonado.
Ella era, digo yo, como el Jesús de ayer en la Cruz, muriendo de dolor pero aún con vida para ver cómo sus asesinos se repartían sus vestiduras.





3 comentarios:

  1. Que historia tan cruda, y lo peor es que es real. Como puede pesar mas la ambición por lo material que el amor filial. La peor estocada de donde menos se espera. Que pena

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  2. JorgeLuis Olalde Echeagaray1 de abril de 2013, 12:32

    Hay prima, está cabrón lo que comentas. Eso es algo que Dios no perdona y que alcanza hasta tres o cinco generaciones el castigo.
    No hago mas comentarios, porque no dejan de ser parientes.

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    Respuestas
    1. Mi abuelita decía: mira hija, yo no estoy segura de lo del cielo y lo del infierno, pero en esta vida todo se paga. Sólo ten paciencia y observa. Y así lo espero de verdad.

      Mi tía Esperanza decía: no tomes venganza por tu propia mano nunca, porque te pierdes la oportunidad de ver la justicia de Dios, eso sí es justicia, no lo que tú puedas hacer. Y tiene razón

      Y mejor ya no digo más. Saludos Jorgeluis y a la familia y a mi tío.

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