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SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, CHIAPAS, Mexico
MIS LIBROS: Olivos y Acebuches (cuento), Con un padre me basta (novela), Hablarán nuevas lenguas (poesía),Mar de cristal transparente (novela), Muy Intimos Quadernos (novela), Siete casos en busca de un psicólogo

martes, 21 de diciembre de 2010

MI TARJETA DE NAVIDAD

Cuando yo era niña uno de los encantos de esta temporada era recibir y mandar tarjetas de Navidad. Las había de todas formas y tamaños, para escribir en ellas o impresas ya con un mensaje personal, empezaban a llegar desde mediados de noviembre y también ese era el tiempo de actualizar nuestras libretas de direcciones con todas las amigas del colegio para mandarnos las consabidas tarjetas.


Como nosotras éramos 4 hermanas (con sólo un año de diferencia en edades), en uno de esos años a mi papá se le ocurrió la brillante idea de mandarnos a hacer en la imprenta nuestras tarjetas de Navidad, pero en conjunto; así es que decían Feliz Navidad y algo del Próspero Año Nuevo y, al final, con unas letras como antiguas y resaltadas: Niñas Olalde.

Cuando llegó con la caja a casa y las vimos yo no podía creerlo, lo de las Niñas Olalde ya impreso y no con nuestras letras de cada una, me parecía de lo más elegante, de verdad que ese año seríamos la comidilla y la envidia de todas las compañeras y primos y tíos y abuelos y a quienes les mandáramos las tarjetas con unas campanas doradas en una esquina, colgando de listones rojas: ¡Magníficas!

Aquellas tardes de rotular sobres y pegar timbres en cada uno para enviar las tarjetas eran cálidas reuniones alrededor de una mesa llena de papeles y de alborozo, íbamos haciendo montoncitos o hileras de las ya terminadas y yo las contemplaba encantada. Iban a hacer un viaje al correo y de allí a la bolsa de un cartero y de allí a cada casa donde las abrirían y dirían: qué bonita tarjeta mandaron este año las Niñas Olalde.

Al mismo tiempo, el silbato del cartero era emocionante todos y cada uno de los días de la temporada navideña porque llegaban las tarjetas de parientes, amigos y, claro, las de las compañeras de la escuela. Nosotras teníamos el privilegio de ponerlas donde quisiéramos y, después de llenar la mesa de centro de la sala y pegarlas en la chimenea, seguíamos con las paredes y el día de Navidad aquello parecía una kermesse.

Después pasaron los años y vinieron muchos cambios, que son históricos y naturales. Cuando mis hijas eran pequeñas yo seguía poniendo el nacimiento como el de las Niñas Olalde: con muchos borregos y pastores, lago con patos, cascadas de papel aluminio, casitas de todos tamaños, mucho heno y musgo. Mis hijas, como las Niñas Olalde, movían las figuritas todo el tiempo: acostaban pastores y borregos para dormir, también dormían a la Virgen con su esposo y en la mañana los levantaban a todos temprano para desayunar, les daban Corn Flakes, leche o lo que encontraran. Para mí, la Navidad seguía siendo casi igual

Dentro de unos días será de nuevo Navidad y ya no hay tarjetas para mandar por el correo porque el correo ya es un vestigio de la civilización anterior. Recibo muchas felicitaciones y buenos deseos por internet y hago lo mismo hoy. Yo de verdad estaría feliz de estar rotulando sobres para cada uno de ustedes con hermosas tarjetas de Navidad dentro, luego iría al correo con una bolsa grande de tarjetas y me llenaría la lengua de goma pegando timbres; pero eso ya no existe, sólo queda mi loca nostalgia de esos tiempos y por eso les mando esta historia con todo mi cariño a todos y a cada uno de ustedes en esta nueva Navidad.

Ayer me contó mi hija Julieta que puso el nacimiento como lo hacía yo para ellas y que mi nieta Paula acostó a Dora la Exploradora con el Niño Dios porque son amigos. No cabe duda, pienso, que Navidad sigue siendo Navidad.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La historia de los ciegos de la guerra

Hace tiempo vi un documental sobre Ana Frank en donde aparecían sus amigas ya viejitas y su papá, quien sobrevivió al Holocausto. También aparecían ancianos alemanes que, entre lágrimas, expresaban su desconcierto por la magnitud de lo que Hitler hizo. Decían haber sabido que los judíos estaban presos en ghettos, pero no saber nada del exterminio y de las crueldades espantosas que contra ellos se cometieron. Lloraban y lloraban cuando ya no había más que hacer que aparecer en una película.

Y pienso hoy que con lo que pasa actualmente en nuestro país sucede lo mismo. Varias personas me dijeron que la película de El Infierno es algo terrible, muy crudo, muy duro, espantoso… etc., por lo que fui a verla en cuanto pude y no encontré nada diferente de lo que he visto y oído en este año en noticieros televisivos (y eso que están censurados) y en periódicos: narcotráfico, corrupción, policías y Gobierno coludidos con los narcos, lavado de dinero, crímenes, sangre y más sangre y, desde luego, el final cruel mostrando que no hay otra salida y que los jóvenes de hoy irremediablemente continuarán por ese camino fácil.

Entonces entiendo que en nuestro país hay en este momento gente que sabe lo que pasa, porque pasa en su ciudad por ejemplo, y hay gente que ni sabe nada ni tampoco le preocupa. La gran mayoría piensa siempre en sus pertenencias, en su casa, su coche, sus cosas de valor y en el bienestar de su familia y ya. Hay quienes ni saben que el país está en guerra, que estamos ya en una nueva Revolución y que diariamente mueren masacradas muchas, muchísimas personas, pero mientras no sean de mis conocidos pues qué más da.

Así, los días transcurren y la escuela, el gimnasio, el negocito, la chamba y todo lo cotidiano son vías de escape. Es mejor vivir como siempre hemos vivido: en “El país del no pasa nada”. Sin embargo, cuando la historia surja con toda claridad habrá ancianos mexicanos como los de la película de Ana Frank que estarán consternados, confundidos y perplejos por no haberse dado cuenta de lo que estaba pasando en su propio país.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Primera final de "PAN Y CIRCO"

El domingo pasado prendí la televisión y vi en TV Azteca algo que creí que era la Academia ¿o quizás un nuevo reality show? Y cuál no sería mi sorpresa cuando me enteré que era la final del concurso de Iniciativa México: gran escenario iluminado de todos colores, cantantes rancheros, Auditorio a reventar y el presidente Calderón con su esposa y sus distinguidos acompañantes disfrutando del espectáculo.

También había unos números telefónicos en pantalla para llamar y votar por nuestras preferencias y eso me dio mucha risa porque me acordé de aquél día: el día en que yo dije en este blog que Iniciativa México era un concurso de los de “pan y circo” (poco pan, pero al fin algo) y rápidamente me contestaron para decirme lo siguiente “IMX pretende ser una plataforma para impulsar el compromiso social y favorecer el ánimo de corresponsabilidad, justicia y liderazgo” (guadalupeolalde.blogspot 11 septiembre, 2010). De verdad les quedé muy agradecida porque parece que no entiendo bien de qué se trata, yo creía, por ejemplo, que nuestro presidente no tiene ni tantita responsabilidad con su pueblo y dicen que los mexicanos necesitamos co-operar con él en su labor, quizás corresponsabilizándonos más en la narco-guerra que es su principal ocupación y entrándole a las matanzas con fe como el Sr. Calderón. Lo bueno es que si los ciudadanos nos comprometemos más socialmente, pues así ya el presidente no tendrá que seguirse responsabilizando de tantas cosas que están mal en este país, por ejemplo, ya no se preocupará más de la Desnutrición en Chiapas porque el ciudadano Héctor ha dicho que en 6 días, con su proyecto, puede acabar con el hambre en Chiapas. Y así con cada uno de los proyectos concursantes y ganadores, ¡qué alivio! Ya se van a acabar los problemas del país.

Qué pena que no hubo mexicanos más soñadores con proyectos como el de bajarle el sueldo a los diputados, bajar los impuestos, mejorar verdaderamente la educación en el país, dar atención médica a todos los mexicanos (y por supuesto medicinas, porque en los hospitales públicos nunca hay ni siquiera el cuadro básico), establecer en el país una verdadera democracia, hacer votaciones transparentes y sin tranzas… en fin. Lo bueno es que hubo fiesta, a los ganadores les dieron su premio económico que no es más que una basura junto a lo que cobraron las televisoras a Nissan, Cerveza Victoria, Laboratorios Aztra Zeneca, Bayer, Santander, Hershey´s y todos los demás que se anunciaron durante el gran evento.

Así, mientras nuestro presidente se deleitaba oyendo cantar a los Fernández, pues en su Michoacán se estaban matando unos a otros, estaban echándole lumbre a la ciudad con gasolina, con coches quemados, con muchas balas y no hubo para los ciudadanos ninguna autoridad que los protegiera, no había de verdad, ni compromiso social, ni justicia, ni líder.

sábado, 30 de octubre de 2010

TIEMPO DE ALTARES

Ya es tiempo de poner (o de haber puesto) el altar de muertos. Lo he pensado mucho este año. Mis hijas y mis nietos ya hicieron el altar para su Memi (mi mamá) y estaban felices poniéndole sus gustitos de comida: pizza, pastel de chocolate y, desde luego, su CocaCola.

El año pasado yo puse, como todos los años y desde hace muchos, el altar para mi papá, mi abuelo, mis tíos, mis abuelitas… en fin. La tradición mexicana de papeles de colores y flores y calaveras de azúcar me encanta, además en el altar he puesto pan de muerto, chocolates, el tequila de mi papá, el puro de mi abuelo, las tortillas de harina de mis abuelitas. Toda una fiesta, de verdad, esa fiesta que dicen que hacemos los mexicanos ante la muerte y que en otros países no comprenden.

Este año es muy distinto porque he tenido en mente, todos y cada uno de los meses, a los muertos del país en 2010 que, según las cifras de quienes los cuentan, ya son más de veinte mil: jóvenes, viejos, niños, políticos, policías, federales, narcos, peatones, automovilistas, cualquier persona en un restaurante o en un bar, culpables e inocentes. Estamos en la narcoguerra, que así se llama lo que simple y sencillamente es: una guerra.

A mi ciudad, que vive del turismo, ya no vienen los extranjeros y aquellos autobuses de otros tiempos llenos de alemanes, franceses, italianos y demás, ya no se volvieron a ver porque en Europa se sabe que en México hay narcoguerra. Hay hoteles que cierran, que despiden personal, mueren los pequeños cafés, los comercios de artesanías, mueren también cada día los más pobres de esta ciudad y de cualquier otra. La gran muerte del país en este año que ya acaba ha sido de balas y de hambre.

Si yo pusiera un altar quisiera incluir a todos los inocentes que han muerto en nuestro país, quisiera rendir un homenaje al niño de 14 años que nunca olvidaré, muerto por la policía gringa en territorio mexicano: Crimen Impune. Quisiera hacerle un altar al hombre mexicano que también la policía gringa torturó hasta matarlo: Crimen Impune. Quisiera un enorme altar para los bebés muertos en la guardería y para el corazón de sus padres que quedó vivo a medias: Crimen Impune.

Este año decidí no poner ningún altar porque no quiero recordar a todos esos muertos, mi duelo se ha prolongado hasta el día de hoy y no estoy para papeles de colores y flores, aún duele mucho y, como la impunidad aquí es eterna, este dolor por mi Patria que se muere, pues será largo. También, confieso, no pude poner en calidad de muerta a mi madre en un altar. Aún no.

Lo que sí hago este año es orar porque, como creyente, estoy convencida de que eso es lo único y lo más efectivo que puedo hacer por los que agonizan y por los que ya no están.
De otro año: el altar de mi papá y de su papá con botella de tequila.
Foto: mía (obvio)

sábado, 23 de octubre de 2010

ALLENDE EL MAR

Confieso haberme enamorado de España en libros, mapas y fotografías, en la historia de Mio Cid, en las cabalgatas de Don Quijote, en la poesía de los Místicos y en el teatro del Siglo de Oro. Desde siempre reconocí que mi sangre mexicana era de la Nueva España. La primera vez de España en mi alma mexicana todo me supo a reencuentro; pasear por las calles de Madrid resucitó en mí los orígenes y alimentó la pasión recóndita que me ha llamado siempre hacia esa tierra. Los palacios, iglesias y conventos me dijeron más de mí misma que de un país ajeno. Encontré a los españoles cálidos y amigables: hermanos.

Después de Madrid: Andalucía. Conocer la cultura árabe, origen de mi más lejano origen también fue gozo inmenso. Los palacios árabes con recintos enmarcados en arcos de encaje me saben tan sagrados como los sitios mayas plenos de estelas y finísimos glifos; los rostros de los santos en pinturas de templos son tan capaces de hablarme íntimamente como los rostros indios de guerreros de piedra. Las mezclas de las sangres ¿qué son?, ¿en qué perdido lugar de la conciencia de los pueblos se tejen esos lazos? Y allí también, los españoles hermanos de los mexicanos, los españoles cálidos y amigables.

En ese tiempo no recuerdo que a los árabes los expulsaron de España, que los españoles renegaron de su sangre árabe y quisieron seguir soñando que su raza era pura y que ningún hibridismo los había contaminado, “sentimiento nacional” se llama. De lo que sí me doy cuenta es de que México es un hijo de la Madre Patria, es Nueva España, es un país lejano con raíces en las calles de estas ciudades habitadas por hermanos.

En mi segunda estancia: Barcelona, una ciudad hermosa y rara a la orilla del mar. Barcelona es preciosa, me dijeron. Barcelona es una ciudad maravillosa, me repitieron, y en Barcelona encuentro, aunado a su belleza innegable, un espíritu rebelde e innegable también que no concuerda conmigo. Aquí siento que los españoles ya no son tan cálidos y amigables, tan hermanos; sin embargo: la sangre. En cualquier calle escucho música mexicana y vuelvo a sentirme en casa, en España, como una nueva hija de la Vieja España.

Dicen que a los mexicanos nos persigue la maldición de la Malinche, el bíblico pecado de adorar al extranjero. En el México de hoy lo rubio brilla como el oro, brilla la lengua inglesa: OK, no pasa nada. Así debieron brillar en el alma de los indios malinches las palabras castizas de cinco siglos antes: “sí señor, mi señor, mi casa es vuestra casa”. ¿Qué casa busco yo en España?, ¿a qué hogar me arrastran las palabras de la lengua española?, ¿a qué orígenes me llaman los templos, la comida, el gozo de vivir, las caras de los santos, los reyes retratados en pinturas?

Desde esta estancia no son Miró y Gaudí lo más alucinante, lo es la mezcla del tabaco y el vino, del olivo y el azúcar de caña.

Tercera estancia: un año para vivir España y después de los primeros meses empiezo a encontrar a Guanajuato en Córdoba, a las casas coloniales de Puebla en las casas de cualquier ciudad de España, a mis calles y a mis plazas. También encuentro una triste novedad que se llama el resquemor de la desconfianza. Y es que los españoles cálidos y amigables, los hermanos, ahora ya no se me acercan tan fácilmente: me miran, me tantean, se cuidan de mí, mujer que viene de otro mundo para quedarse en éste y que debe pertenecer al caudaloso río de inmigrantes que se han establecido definitivamente en esta tierra. Y es que de allende el mar la gente de Perú, Ecuador, Colombia, ha encontrado en esta orilla un asidero para pasar el resto de la vida: mismo idioma, costumbres similares, ¿misma sangre? Hoy comparten los edificios para vivir con los españoles, los niños comparten las escuelas, todos comparten el transporte público, las calles, las ciudades completas. Una sombra funesta amenaza a los españoles cálidos y hermanos: la inmigración. Empieza el resquemor, crece la desconfianza, se afianza la discriminación: “Urge la ley para regular las entradas al país”. América española invade, con su presencia hiere.

En los cines de Madrid se estrena una película de Almodóvar. En el cine pueden asomar los sentimientos porque está la sala oscura, por eso oigo lágrimas como las mías cuando desde la pantalla suena un canto tristísimo: Dicen que por las noches nomás se le iba en puro llorar. Al cine no van los inmigrantes, es muy caro para ellos. Dicen que no comía, nomás se le iba en puro tomar. El albañil ecuatoriano trabaja duro para tener el dinero con el que traerá a España a su esposa y a sus niños que podrán estudiar y tener un futuro mejor que el de sus pobres padres que hoy emigran, se alejan, no pueden ir al cine, trabajan más que otros, temen enfermarse, quedar en paro, no comer… juran que el mismo cielo se estremecía al oír su llanto. Los españoles hermanos lloran en el cine porque algo los llama y, aunque no sepan ni de dónde ni cómo sale la música, música mexicana es y en ella se reconocen: misma pasión, mismo, dolor, misma sangre.

A los vagones del metro suben constantemente cantores y músicos improvisados: gitanos rumanos, peruanos y ecuatorianos. Difícilmente les dan dinero. Una mañana de metro sube al vagón un hombre ecuatoriano, guitarra en mano y con el dolor a cuestas de la esposa y los hijos que dejó al otro lado del Atlántico canta Probablemente ya de mí te has olvidado y mientras tanto yo te seguiré esperando. Reconozco a Juan Gabriel, pero no puedo reconocer la emoción en los rostros porque los españoles en el metro se rinden a la música mexicana, sienten, se viven plenamente en el lugar de siempre, en la misma ciudad y con la misma gente. Dos estaciones del tren y el cantor acaba; ante mi asombro casi todos le dan dinero al hombre ecuatoriano con corazón mexicano prestado esa mañana. La misma sangre, los españoles hermanos por esta vez. Por esta sola vez de viaje en metro la más reaccionaria señora le da cincuenta céntimos de euro al hombre de la guitarra, se le olvida, se me olvidaba que ya habíamos terminado.

Mientras España se reinventa yo reinvento a España en el fondo de mi alma. Yo esperaba sólo lo mismo de años anteriores: calidez, apoyo, el cariño de siempre; no esperaba encontrar también al resquemor naciente y probablemente estoy pidiendo demasiado

En los tiempos de la conquista de América Isabel la Católica debe haberse sentido feliz cuando expulsó al último moro de Granada: Boabdil; a ese moro su madre no lo dejó llorar, lloras como mujer lo que no supiste defender como hombre, le dijo. Aquí en la España de hoy los moros se siguen asentando en compañía de indios americanos y por eso reviven Isabel y el sentimiento nacional. Al amparo de ella todos debemos olvidarnos de aquellos pobres españoles que en tiempos de guerra civil y de miseria encontraron cálido asidero es países hermanos, allende el mar.

Mientras. Aquí. El inmigrante llora en el aeropuerto de Barajas, la niña mora llora en el colegio de Madrid, el pueblo español llora un miedo resucitado. ¿Y quién llora más: Boabdil, el latinoamericano, el moro de hoy, los hijos y nietos argentinos, mexicanos, cubanos del español hermano? En la pantalla de Almodóvar sigue llorando la paloma y a todos nos arrastran el desencuentro y las pasiones, ay, ay, ay, ay, ay… cantaba, de pasión mortal, moría.

sábado, 16 de octubre de 2010

EL QUE ESPERA DESESPERA

Ahora en los bancos hay televisores encendidos para la gente que está esperando los minutos, medias horas y horas que puede tardar la más simple transacción. En San Cristóbal de Las Casas, Chiapas (mi ciudad), la gente no confía en eso de los depósitos, pagos y transferencias por internet. Internet es peligroso, así se dice aquí. Por tanto, los bancos siempre están abarrotados y el día que de verdad hay que acudir a uno de ellos es un día de excursión: hay que llevar libros, revistas, agua, el ipod y todo lo que se necesita en las largas esperas. Así equipados, podemos hacernos la ilusión de que la cola dura menos y, sobre todo, de que el banco es muy eficiente. Sin embargo, la gente en general simplemente mira la televisión de nuestros canales nacionales y, mientras se distrae y se abstrae, siente que llegó rapidísimo hasta el cajero.

Esto me recuerda una historia de un libro: Solución de problemas, libro que me dio uno de los mejores conocimientos en el transcurso de mi Maestría, era una lectura obligatoria y hoy todavía agradezco muchísimo al profesor que me obligó a leerlo. La historia es la de un edificio de oficinas muy alto en el que trabajaba mucha gente; en el edificio había sólo dos elevadores y la gente se quejaba porque tenía que esperar mucho tiempo para poder subir o bajar. Como las quejas llegaron a ser cuantiosas, los ejecutivos de la empresa tuvieron que llamar a los especialistas en solución de problemas.

Cálculos fueron y vinieron sobre los minutos que tardaban los elevadores en subir uno, dos pisos, en abrir las puertas, en cerrarlas. Se les aumentó velocidad, se saltaron pisos para no hacer paradas en todos y nada, el problema persistía: la gente, agobiada por las presiones del trabajo sentía perder muchísimo tiempo en la espera del elevador.

Una mente brillante y muy abierta, por fin, atinó a la solución y desde ese día no se volvió a escuchar ninguna queja, nadie sentía perder el tiempo en esperas. Frente a los elevadores, a los lados y en toda el área circundante a ellos se colocaron enormes espejos para que de ahí en adelante las personas vieran sus figuras, sus ropas, su arreglo o desarreglo y, por supuesto, el de los otros. Esto resultó tan entretenido que todo el mundo pensó que por fin les habían aumentado considerablemente la velocidad a los elevadores.

jueves, 14 de octubre de 2010

des-pier-ta-pue-blo-des-pier-ta

El rescate de los mineros chilenos, fruto de esfuerzos conjuntos, hermandad, presidente involucrado y pueblo unido, ha revivido el asunto de nuestros mineros mexicanos de Pasta de Conchos y eso es muy bueno, que a medias de tanta celebración de Centenario y Bicentenario, en medio de tanto desfile y eventos y Olimpiadas en Paseo de la Reforma, los mexicanos regresemos al tema de aquel crimen.

Hoy hay mucha, muchísima información en internet y los responsables han sido señalados, especialmente el presidente Fox y también la impunidad y la injusticia han sido señaladas, pero como son las cosas aquí en este país: señaladas, publicadas y ya. Aquí es el país del “no pasa nada” donde los criminales andan sueltos y viven como reyes.

A mí esta tragedia me ha dolido mucho desde el día en que ocurrió: 19 de febrero de 2006 y por una razón personal: mi mamá nació en Nueva Rosita, Coahuila y sus tíos, primos y familia entera trabajaron casi toda su vida en la mina de carbón de San Juan de Sabinas. Mi abuelita me contaba de las enfermedades de pulmón que adquirían los mineros y también de las destrezas y del carácter que debían tener para poder bajar a trabajar a la mina; sin embargo, el día que le pregunté ¿qué se necesita para ser minero, abuelita?, ser pobre, me dijo.

Quiero hablarles de la historia de Sara Montelongo que encontré publicada en internet por un periodista del Grupo Reforma (César Cardona ) y a un año de la tragedia de la mina. El día de la entrevista Sara cumplía 67 años y podría haber sido Enriqueta Garza (mi abuelita) en vez de Sara, ambas vivieron al lado de la mina y los mineros, pero en diferentes tiempos. El hijo de Sara: Gil, quedó enterrado en la mina y él era realmente el jefe de familia porque el esposo de Sara: Agustín era ciego. Gil dejó viuda a Norma y huérfanos a sus tres hijos, además, sin sustento porque la economía de todos dependía de él.

Sin embargo, lo peor es el dolor de una pérdida tan cruel y de una muerte tan inhumana y dolorosa, dice Sara que ella no encuentra consuelo, que hubiera querido tener aunque sea el cadáver de su hijo para tener una tumba donde llorar. Maribel, una de las hijas de Sara logró hablar con el presidente Calderón para pedirle celeridad en la recuperación de los cuerpos y él sólo dijo que ya mero y ya mero.

Hoy ya pasaron cuatro años y en la mina donde muchos familiares míos dejaron el trabajo de su vida quedaron sepultados 65 mineros por los que ni su Gobierno ni su empresa se preocuparon. Hoy han vuelto a renacer para gritar de nuevo por la injusticia y para que como pueblo tomemos conciencia de la gravedad de lo que pasó.

Ojalá no sigamos descansando en paz en este país, como muertos, mientras estas cosas siguen ocurriendo.

sábado, 9 de octubre de 2010

Y vendrán por nosotros

En estos días he estado releyendo a Elizabeth Kübler-Ross en La muerte:un amanecer, que es uno de mis libros favoritos. Curiosamente, otro de mis autores favoritos: Ignacio Solares, (los libros que de él estaba leyendo: Delirium Tremens y Cartas a una joven psicóloga) fue el que me remitió de nuevo a esta lectura y ahora les cuento por qué.

Elizabeth Kübler fue la creadora de la Tanatología. Cuando ella era sólo una médica joven le tocó trabajar en Emergencias en un hospital de Manhattan y, desde luego, atendía a muchos moribundos. Ella observó que los moribundos presentaban características similares poco antes de iniciar el tránsito y entonces se dedicó cada vez más a sistematizar sus observaciones y, cuando ya tenía ella sus propios alumnos, entre todos observaban y ordenaban los datos de moribundos niños, jóvenes, viejos, blancos, negros, indios, creyentes, ateos y de todas las clases culturales y sociales.

Una de las características comunes (al 90% de los moribundos según sus conclusiones) es el hecho de que ven a gente que ya murió e incluso conversan con ellos y los perciben tan reales que creen que todos los demás también los ven: ya vino mi mamá, está aquí mi hermanito, qué guapo se ve mi papá…, el equipo de la Dra. Kübler comprobó que las personas con las que hablaban los moribundos habían muerto, aunque sea 10 minutos antes que ellos, como en el caso de un accidente en el que mueren varios miembros de una familia. Ignacio Solares, en ambos libros, narra la anécdota de la muerte de su papá: en la última vez que estuvo en terapia intensiva uno de sus compañeros de cuarto me dijo que él platicaba con una María Luisa que nadie veía, pero que mi papá ubicaba perfectamente y hablaba largos ratos con ella; María Luisa era su hermana muerta hacía años. En la víspera de su muerte mi papá le pidió a mi mamá que le planchara su traje azul porque iba a cenar con sus hermanos (ya muertos), dijo que habían venido en repetidas ocasiones para invitarlo a cenar con ellos.

El día de hoy me siento con ganas de compartir con ustedes mis experiencias personales: a mi papá, también en terapia intensiva, lo visitó su hermana monja: Esperanza, muerta un mes antes y platicó con él, mi papá nunca nos habló a nosotros de fantasmas ni apariciones, pero me aseguró que la había visto y que no se asustó, que además le pudo decir que ya se quería ir con ella porque sufría mucho con su enfermedad. La víspera de su muerte, mi mamá habló todo el día con su hermana Doralicia, menor que ella y muerta hacía varios años, le pedía que le comprara cosas y se notaba calmada y en paz hablando con alguien que nadie más en la habitación podía ver.

Elizabeth Kübler-Ross dice que ella escribió ese libro para que el mundo sepa que no morimos solos sino que, simplemente, nos soltamos de las manos de los de este mundo y tomamos las manos de nuestros seres queridos en otra dimensión. Es interesante saber que ella era atea, no profesaba ninguna religión ni lo hizo después de sus experimentos.

Finalmente, yo escribo hoy porque me da mucho gusto saber que ellos vendrán por nosotros.


miércoles, 6 de octubre de 2010

LA HISTORIA DE LA PIPESA ZANAHORIA

Este es un cuento que hicimos entre Natalia y yo como regalo de cumpleaños para Paula. Natalia tiene 5 años, y dice ser escritora. Ella y Paula son mis nietas y el cuento va así:



La pequeña princesa nació con el pelo color zanahoria y todos dijeron que era hermosa. Cuando creció ella escogía sus vestidos color zanahoria y se veía más hermosa y como era todavía pequeña y no podía decir princesa ella decía, me llamo la Pipesa Zanahoria.

Un día, como usaba muchísimo sus vestidos se le ensuciaron y se le rompieron y sólo le quedaba uno de color rosa, la princesa se sentía triste porque no tenía vestidos de color zanahoria y lloraba y lloraba porque además era el día de la fiesta de su cumpleaños. Sus papás le dijeron ¿qué tienes? Y ella les dijo: es que ya no tengo vestido de color zanahoria y sólo me queda uno de color rosa. Entonces fueron a la tienda a comprar más pero no había de color zanahoria y la Pipesa seguía triste y no quería vestidos con sombrerito ni con crinolina, ni con tirantes, ni largos, ni cortos, ni brillantes, sólo el de zanahoria.

Fueron entonces a la Tienda de Mamá Coneja y ella tenía de todo para vender: había sombreros, piñatas, vestidos, pero no de su talla; entonces vieron un hoyo y pensaron que era una madriguera de conejos y cuando entraron por una resbaladilla vieron que sí era una madriguera llena de vestidos de color zanahoria pero no había ninguno del tamaño de la Pipesa.

La Pipesa estaba llorando y entonces vieron una varita mágica y la cogieron y vieron que alguien la tenía agarrada y pensaron ¿quién puede ser? Y supieron que era una hada: El hada Zanahoria que le dijo: no llores Pipesa y con su varita mágica hizo dibi dibadi vidú y el vestido más hermoso de color zanahoria se convirtió en la talla de la Pipesa y entonces ella ya estaba feliz y se fueron todos a la fiesta y el hada le regaló una piñata de zanahoria y la Coneja una de coneja.

La Pipesa zanahoria brilla como el sol de hermosa, cuando veas el sol por tu ventana es porque la Pipesa anda cerca.



El que no conoce a DIOS ante cualquier buey se hinca

Confieso que yo veía el programa de “Laura para todos”, por morbo y por mi deformación profesional de andar observando conductas humanas. Solía horrorizarme de ver cómo las personas no tenían límite alguno a su dignidad, o bien, no tenían dignidad. Sé (como todos sabemos) que las personas que van a esos reality cobran (una miseria, por supuesto), pero como son pobres y tienen muchas carencias pues aguantan un rato de lo que sea.

Sin embargo, muchas había que veían como a un dios a la “Señorita Laura” y tocarle las vestiduras era ya un milagro, y ser abrazadas por ella mientras oían un montón de promesas los ponía en el paraíso. El estado de pobreza, las fuertes necesidades de atención médica, educativa, psicológica y de todo tipo de infraestructura para la vida ponen a las personas en un estado de indefensión porque se saben incapaces de salir de sus problemas. Laura entonces se presentaba ante ellas como el hada madrina que todo lo puede, más poderosa que cualquier poderoso. Y la gente lo creía porque se iban del programa con una computadora, con una máquina de coser, con una bicicleta, o bien, con la atención médica que debiera brindar el Gobierno a todo el pueblo, o con la beca de estudios que la SEP debiera proporcionar a todo el que quiera estudiar y no pueda hacerlo. Laura era Dios.

No obstante, no se necesita ser pobre para sentir que se toca la Gloria a través de una persona con poder: me dio la mano el Gobernador, fui al cumpleaños del Presidente Municipal, me contestó una carta el Presidente de la República y pude besar la mano de Su Excelencia el Obispo. He oído estas cosas muchas veces y de verdad nunca lo he comprendido porque siendo, como son, personas iguales a todas las demás, ¿qué caso tienen esa reverencia y esa adoración? Porque el premio de muchas de esas personas es sólo el saludo o el besamano y nada más, ni siquiera reciben una mentirosa promesa de las de siempre.

A veces me preocupa mucho mi pueblo, a veces sigo pensando que tenemos el gobierno que merecemos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

EL MARAVILLOSO PUEBLO NUESTRO

Ahora que acaba de pasar el 25 aniversario del gran terremoto de la Ciudad de México he visto en noticias y documentales de nuevo aquellas imágenes conmovedoras de nuestro pueblo mexicano, sin distinciones ni remilgos, ayudándose unos a otros moviendo piedras, sacando heridos y muertos, consolando y dando todo de sí mismos.

Lo mismo acabo de ver en la inundación de Veracruz, la gente llora porque todo lo ha perdido y al mismo tiempo consuela a otros y ayuda a rescatar a más gente, a animales, a las cosas que se puedan. Veracruz de hoy ha sido también Chiapas de otros días, o Guerrero o Oaxaca, o el lugar que sea; lo que es obvio en todas estas situaciones es que el pueblo funciona mucho más que el Gobierno porque los presidentes en turno cuando mucho se dan una paseadita por las zonas de desastre, prometen maravillas como cuando andaban en campaña (que al fin y al cabo ya están perfectamente entrenados) y vuelven a tomar su avión de camino a casa donde lo que sobran son las comodidades, el agua potable, la energía eléctrica y la comida.

Hace algunos años, cuando hubo damnificados en Tapachula (Chiapas) a mí me tocó vivir de cerca una tragedia familiar: era la de los padres de una amiga mía, quienes perdieron casa y todos sus bienes y, como muchos otros, fueron a parar a un albergue para medio vivir mientras la situación se componía. Allí les prometió el Gobierno una nueva casa para cada familia damnificada y permanecieron en el refugio una semana, dos, cuatro, tres meses, seis meses y la gente ya fastidiada de estar en esas condiciones iba resolviendo su situación como podía para salirse de allí y empezar a reconstruir su vida. Pero… había una condición para aquello de la vivienda nueva: tenían que firmar todos los días su estancia en el albergue porque el que se fuera de allí perdía la oportunidad de tener casa.

No sé quiénes habrán resistido o si hubo alguno que aguantó hasta el final, pero no cabe duda que el desamparo de nuestro Gobierno a su pueblo en situaciones de crisis es evidente y doloroso; además perpetuo porque pasan las generaciones, cambian los gobernantes y las cosas para los mexicanos siguen funcionando igual que siempre: Mal.

Dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece y de verdad no creo que nos merezcamos esto, a menos que nuestra culpa como pueblo sea vivir eternamente agachados ante el poder o que la culpa sea que sólo si hay terremoto o inundación nos unimos como un solo pueblo capaz de cualquier cosa. ¿O será acaso nuestra ceguera? Porque es claro que como pueblo no hemos visto aún que el Gobierno que tenemos es peor que cualquier terremoto o catástrofe y por eso no podemos hacer frente común.

sábado, 18 de septiembre de 2010

PEDRO INFANTE VIVE

Para Julieta

Palabras van, palabras vienen y jugamos todos al juego de las palabras. A veces las creemos porque los medios publicitarios se dedican a engañar incautos y lo hacen muy bien y entonces deseamos el agua que adelgaza porque elimina la grasa del cuerpo, la crema que quita las arrugas, los suavizantes de ropa con calor de mamá, las sopas de sobre que son como las que hacía mi abuelita y muchas más cosas que todos conocemos.

Desde que mis hijas eran muy pequeñas yo trataba de educarlas en el sentido crítico acerca de la publicidad y nos lavábamos con jabón Camay para que comprobaran que las manos podían seguir rasposas y no como de seda y lavábamos con determinado detergente para que vieran que las manchas no se iban de la ropa como en la tele. De todos modos, los medios audiovisuales (que atacan al cerebro por vista y oído) pues son muy poderosos y siempre querían que les comprara todo lo de los anuncios que les gustaban.

Una tarde de DF llegábamos a casa en el desfile de un largo embotellamiento y ya desde entonces se vendía de todo en los estacionamientos que eran las grandes avenidas. Ese día vendían el periódico vespertino y el hombre gritaba a todo pulmón: ¡Pedro Infante VIVE! ¡Notiiiiiiicia del día: Pedro Infante VIVE!, y, al calor de las cuatro de la tarde, se paseaba entre los coches. Mi hija Julieta no podía creerlo e insistió tan frenéticamente en comprar el periódico que tuve que detenerme aún cuando ya empezaban a circular los coches, lo cual es pecado mortal en la Ciudad de México.

El encabezado del periódico en grandísimas letras repetía la noticia gritada: PEDRO INFANTE VIVE.

- ¿Qué habrá pasado, mamá?, ¿lo congelarían un tiempo?, ¿estaba perdido?, ¿se fugó de incógnito?, ¿a quién enterraron, entonces?
- Lee, lee en voz alta y dime.
Y leyó:

PEDRO INFANTE VIVE en el corazón de todos los mexicanos.
Y se enojó muchísimo.

Así, a muy temprana edad mi hija descubrió por sí misma que las palabras tienen muchos sentidos y su significación depende del contexto. También, finalmente, descubrió que los medios de información abusan de los juegos del lenguaje para engañar a quien se deje.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

A PROPÓSITO DE LA PATRIA

En el poblado chamula de Catishtic cae el sol de las doce del día sin protegernos del frío. Amenaza la lluvia, pero en las comunidades indígenas saben calcular el tiempo y la fiesta escolar se organiza rápidamente, antes de que venga el agua.

Trece niños y dos niñas terminan la primaria: ellas acaban de estudiar, algunos de ellos también. Después vienen la milpa, el casamiento, el curso natural de la vida, pero hoy hay baile, comida y trago para todos. Yo soy la madrina ladina que acompaña el evento pagando la música y haciendo presencia en largos protocolos. Un escritor indígena de ese pueblo me ha invitado, es un honor, le dije, y siento que es un honor. Yo soy allí lo más observado: vestido y zapatos, castilla para hablar, un modo diferente de ver, de aceptar las Pepsi-Colas bajo la sombra de los árboles. Catishtic es un pueblo perdido en la montaña. Catishtic no está en el mapa.

El aire helado de la montaña me mantiene activa. Camino de un lado para otro hasta que me rodea un grupo de chiquillos: observan, ríen, hablan entre ellos. Los llamo y les pregunto ¿hablan castilla?
- no, castilla no
- sí, castilla habla pero no quiere

Desde el fondo del mar de sus rebozos azules las mujeres me miran, siento que me muevo frente a ellas como en un escenario. Quisiera decirles algo afectuoso en su lengua, pero yo hablo castilla solamente y por eso sonrío, a ver si con ojos y boca cerrada se los digo. Tres horas de espera, desde las nueve de la mañana, sin más. No sé qué hacer con tanto tiempo entre las manos. Algunos hombres deambulan, hacen los preparativos: micrófono, acomodo de sillas, juncia en el piso porque es día de fiesta, cohetes... las mujeres, sentadas en el suelo con sus niños, miran el campo verde, extenso. El tiempo que me atormenta parece no existir para ellas.

Finalmente la ceremonia empieza. Número uno: “Honores a la bandera”. La maestra toma el micrófono y canta sele-vantaen-elmás-til-mi-ban-de-ra... la escolta de sexto año comienza a desfilar alrededor del patio, con la bandera en alto, comunsol-en-tre-cé-fi-rosy-tri-nos. Los niños visten de gala: chuj de lana, enredos como faldas y fajas de telar; la escolta de quinto año se encuentra con la otra a la mitad del patio oi-goy-sien-to-con-ten-to-la-tir-mi-co-ra-zón. Se paran frente a frente, sonrientes, yo oigo y siento contento latir mi corazón es-mi-ban-de-ra-laen-se-ña-na-cional. El director se acerca para hacer el cambio de escolta, la bandera pasará de una a otra mano previo juramento ¿juran ustedes defender esta bandera, símbolo de su patria, hasta con su sangre misma?

Nos cae encima el silencio con la primera oscuridad antes del agua. Los niños de las escoltas tiemblan mientras se miran un momento, callados. El silencio nos cae como cobijo. Silencio de cosechas perdidas, de hombres iletrados, de epidemias, de días de hambre. Silencio de mujeres perdidas en rebozos azules. Nuestras manos sostienen el saludo patrio a medio pecho y el director repite ¿juran ustedes, niños? SÍ JURAMOS. Des-de-ni-ños-sabre-mos-res-pe-tar-lay-tam-bién-por-sua-mor-mo-rir. La nueva escolta toma su bandera. Aplaudimos. Juramos todos. Es día de fiesta en Catishtic.


Foto: Sofía López Olalde

sábado, 11 de septiembre de 2010

PURO CIRCO

En la antigua Roma los emperadores tenían la costumbre de entretener al pueblo con espectáculos y alimento: carreras de carros, luchas de gladiadores, trigo y pan. Así, el pueblo entretenido no se ocuparía de los asuntos políticos que sólo a ellos concernían y que era mejor mantener ocultos. Como vemos, desde entonces estaba probado que el populismo era una muy eficiente herramienta para manejar a las masas y la clave era: “Pan y circo”.

En nuestro país seguimos con las costumbres romanas, aunque bien adaptadas “a la mexicana” porque espectáculos populares hay: conciertos en la calle, baile de quinceañeras en el ángel de la Independencia, concursos como el de Iniciativa México, además de todos aquellos sostenidos por la televisión como la interminable Academia, los reality shows y… en fin: circo y más circo. Desde luego, como dije, con la mexicana adaptación de que no hay pan, sólo circo y con eso la gente parece más que contenta aunque de verdad estamos peor que los romanos de la antigüedad que por lo menos lograban que también les dieran pan.

Pues hoy nos encontramos en la víspera de uno de los más grandes circos que se le ha ocurrido a nuestro gobierno: el del Bicentenario. Ya se anuncian los espectáculos que habrá, empezando por un desfile majestuoso en el que participarán también soldados extranjeros (¡!!!!), el Zócalo de la Ciudad de México parece sucursal de Disneylandia, no hay lugar ya para los edificios de tanto foco de colores, habrá música de mariachis y de bandas y de cantantes, fuegos artificiales, desfile de aviones en el cielo y desde luego, para los más cultos habrá exposiciones, conferencias, presentaciones de libros, eventos especiales en los museos y hasta un monumento nuevo que estará en Paseo de la Reforma y que se llama “Estela de luz”. Y de verdad prefiero no seguir con esta lista porque es como interminable, ojalá hubiera tanta cultura y tanto movimiento festivo en nuestro país todo el tiempo, no sólo para el día del circo.

Ayer escuché en un noticiero a Elena Poniatowska haciendo cuentas de cuántas casas y cuántas escuelas, hospitales, carreteras y demás podrían hacerse con el dineral que se gastará en este circo. Lamentaciones, como las mías. Dice nuestro presidente que con estos festejos se pretende tener una patria más justa, más libre, más democrática, más próspera y más segura, porque los festejos estarán por encima de cualquier diferencia entre los mexicanos. Yo creo que él piensa que sin el pan de este circo y sin el pan después del circo pues bastará que veamos con emoción el monumento de la “Estela de luz” y nos sentiremos más prósperos, libres y seguros, a lo mejor también sin hambre.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

LA CAMA DE HIERRO DE PROCUSTO


Para mi amigo Carlos
Platicando con mi amigo Carlos sobre nuestras experiencias profesionales me hablaba él de Procusto , personaje de la mitología griega que era un sádico bandido que había construido en su casa una cama de hierro, entonces salía por las calles e invitaba a cenar a quien encontrara; después de la cena los acostaba en la cama de hierro y las personas tenían que dar el tamaño de la cama a como diera lugar, o sea, si les sobraban los pies se los cortaba, o bien, si eran más cortos que la cama los estiraba hasta descoyuntarlos.

Hablábamos del Sistema Nacional de Investigadores, aunque esto aplica también a los “perfiles” de profesores universitarios que rigen en nuestro país, porque resulta que las normas dicen que el profesor tiene que ser también investigador y el investigador profesor, además deben ser escritores académicos y publicar en revistas arbitradas por unos Procustos y , en fin, tener la medida exacta de unas normas arbitrarias para poder calificar y acumular los puntos necesarios que finalmente les darán un estatus, una plaza y un salario.

Mi padre decía, con sobrada razón, que había “maestros pozo” y “maestros fuente”, los primeros estaban llenos de conocimientos, pero no había manera de que los enseñaran a los alumnos porque eran discapacitados didácticamente, y los segundos podían no ser tan sabios pero tenían gran capacidad para la enseñanza. Yo creo que todos hemos tenido de los dos ejemplos de maestros y es bien explicable por los tipos de personalidades que existen entre los seres humanos, por lo cual es inconcebible que el introvertido pueda dar maravillosas clases o que el más sociable pueda pasar horas de solitaria investigación y además, que ambos sean escritores y que den conferencias, y que aporten a su país y a la humanidad en todos estos aspectos.

Yo abandoné hace tiempo la cama de hierro de Procusto porque he estudiado mucho, tengo dones para la docencia, pero definitivamente ya no tengo ganas de estudiar un doctorado ni de hacer investigación de tipo académico para poder publicar en revistas arbitradas por nerds, entonces tengo ahora la libertad de ser del tamaño y de la forma que soy sin tener que darle gusto a nadie, pero tengo también el castigo de Procusto: no tengo un salario ni menos tengo esperanzas de una jubilación de tipo económico, ni de seguridad social, ni de servicios médicos, ni nada. Confieso no haber elegido mi situación por valentía sino por rebeldía.

Entiendo las razones humanas y lógicas de quienes están en la cama de Procusto y también entiendo que Procusto era un torturador.



sábado, 4 de septiembre de 2010

NO SUPE LO QUE DIJE (Córdoba, Cholula y muchos más templos)


Foto: Las princesas de Cholula

En el año de 1523 el Emperador Carlos I de España y V de Alemania, desde una gran distancia física y emocional ordena la construcción de la catedral de Córdoba sobre la mayor y más hermosa mezquita musulmana en España. Para el Emperador esto no era la construcción de una iglesia. Era una demostración de poder.

Curiosamente, y para beneficio de la humanidad, la catedral católica fue cuidadosamente insertada en la mezquita y así prevalecieron ambas. Los retablos con santos se encontraron finalmente inmersos en el magnífico bosque de columnas y arcos que formaban el alma del templo árabe.

Muchos años después, y ya sin distancia física, el Emperador pudo ver la catedral en Córdoba y ese día, al ver mancillado el bellísimo recinto, al ver herida tanta belleza, lamentó profundamente su demostración de poder: “Yo no sabía qué era esto. No supe lo que dije”. Y dicen que, compartiendo su culpa, al obispo fray Juan de Toledo le dijo: “hacéis lo que hay en otras muchas partes y habéis deshecho lo que era único en el mundo”.

Mientras tanto: la Nueva España. Grandiosos templos cristianos se construyen sobre los templos indios. Por los canales de Tenochtitlan irrumpen bergantines españoles hasta el Templo Mayor que acabará en el subsuelo de una gran catedral. Los soldados españoles, aunque simples soldados, no pueden dejar de admirar aquellas magníficas pirámides, no pueden cerrar los ojos a tanta belleza, extraña y diferente, pero belleza al fin.

Yo me detengo hoy frente a la gran pirámide de Cholula que es otro enorme templo, construido de muchos templos indios superpuestos hasta que el monumento cristiano de la Virgen de los Remedios se les asentó encima a todos y coronó de rezos con letanías las antiguas voces sagradas que quedaron para siempre sepultadas.

La iglesia cristiana de Cholula no es tal. Es una demostración de poder.

El mismo poder del conquistador que construyó esa iglesia de hace siglos, saqueó y destruyó los tesoros de la humanidad: desde Grecia hasta Varsovia, desde las más hermosas ciudades europeas hasta el patrimonio de Bagdad en la guerra de Irak de no hace mucho: las esculturas, las tablillas de escritura cuneiforme, los relieves asirios, la joyería. Somos los mismos de antes y de siempre.

Sin embargo, en la gran pirámide de Cholula las voces de sacerdotes indios se oyen aún melodiosamente mezcladas con los rezos musulmanes de la antigua mezquita.

Y en medio de estas ruinas hay un rey que se lamenta como ningún rey de nuestro siglo lamenta nada, y es que Carlos I de España y V de Alemania, al final de su vida, dejó de ser conquistador y así pudo saber de todas sus barbaries. Su voz se escucha todavía, lejana y clara: “Yo no sabía lo que era. No supe lo que dije”.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

HOY COMO AYER

Hoy empieza el mes de la Patria y ya venden banderitas en todas las esquinas, vuelvo a pensar qué es para mí todo esto de septiembre, de la Patria, la bandera; y encuentro que hoy, como cuando yo era niña, mi pensamiento y mi corazón siguen en lo mismo…


No puedo escribir sobre la Patria. Ni siquiera estoy segura si se escribe con mayúscula, si es nombre propio o común. La maestra dijo que hiciéramos una composición de dos cuartillas sobre la Patria porque es Día de la Bandera y yo de la patria no puedo escribir.

La Patria es tesoro en el corazón, dice mi papá y tampoco entiendo nada hasta que me dice que tesoro y amor se parecen y que en el corazón se guardan los cariños como el que le tengo a mi perra y lo que quiero a mi mejor amiga y a mi abuelita y a mis primos. Empiezo, escribo...escribo porque patria-tesoros es algo más claro como mi muñeca Patricia, mi abuelita, mis dos primos grandes, que se va clarificando con lo del cariño: mi perra, mi casa, mis juguetes, los vecinos que juegan con nosotros ¡cómo quiero a la Patria! Creo que sí debe escribirse con mayúscula, que sí es nombre propio como el de Don Pepe que arregla mi bicicleta, mi tía Isabel; y faltan todavía los tesoros-lugares de la playa, la iglesia, la tienda grande de juguetes, la pista de patines, el zoológico.

Escribo: la Patria es alegría y es tesoro del corazón y pienso que a lo mejor debe ir toda la PATRIA con mayúsculas porque es nombre propio, grande y alegre que guarda todos los cariños; pero tengo que escribir también que la PATRIA es triste porque los vecinos son muy pobres y a veces no comen bien y Santaclós les trajo de regalo los uniformes de su escuela y no entiendo bien por qué a los pobres ni Santaclós los quiere y ¡mala suerte!, pero la PATRIA también son los robachicos y secuestradores a los que les tengo tanto miedo y los que están enfermos locos y encerrados en el manicomio y también las inditas que venden fruta en el mercado y hablan mal español, como si fueran niñas chiquitas y todo el mundo las arremeda y se ríe de ellas y a mí eso me da mucha tristeza. La PATRIA también es triste, escribo, mientras pienso que LA PATRIA debe escribirse con mayúsculas desde el artículo porque es demasiado lo que lleva adentro como para que le quepa en una sola palabra.

Escribo y pienso, escribo y siento; mi corazón con tesoro late mucho.

sábado, 28 de agosto de 2010

MONEDA DE MUCHAS CARAS

La situación de nuestros indígenas mexicanos tiene muchos rostros para mostrarnos como ya lo relaté en mi narración anterior. Hoy quiero hablar de una cara de este escenario que pocos conocen y que es increíble, pero cierta. Esta es OTRA HISTORIA:

En el año 2005 fue creada en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas una sede de la Universidad Intercultural como respuesta a la definición de México como “un país pluricultural y multilingüe” y con el objetivo de impartir una educación universitaria intercultural que además diera un impulso especial a las lenguas indígenas para revitalizarlas. En realidad se creó una Universidad Indígena en la cual se sobrevalora a los hablantes de lenguas indígenas, así como a la supervivencia de éstas que, por un desarrollo histórico natural, serán lenguas muertas en un corto tiempo, si se respeta la íntima voluntad de los jóvenes indígenas. Sin embargo, a los antropólogos les gusta mantener estos escaparates y a nuestra Secretaría de Educación le parece muy lucidor lo de conservar (a como dé lugar) las lenguas que ya los jóvenes indígenas no quieren hablar.

Entiendo, claro que entiendo, que se perderán no sólo las lenguas sino también toda una concepción del universo, toda una manera de pensar e incluso de sentir. Se perderán culturas y será una gran pérdida, pero yo apuesto por las personas, me interesan más.

En aquel tiempo yo tuve oportunidad de formar parte de un equipo de trabajo de la Universidad Intercultural. Éramos tres personas: todos directivos, aunque yo estaba en el organigrama por encima de los otros dos; uno de mis compañeros de equipo era un indígena tzotzil que había tenido muchas oportunidades de educación pero seguía fiel a sus “usos y costumbres”. Para los indígenas tzotziles las mujeres no son realmente personas, las hijas se entregan a sus maridos a cambio de tierras, dinero o animales; las mujeres no tienen derecho a estudiar y menos a opinar o a pensar por sí mismas. Por otro lado, he visto que ninguna educación formal ni en el país ni en el extranjero los libra de un resentimiento social ancestral que aún cargan. Así entonces, esta manera indígena de pensar y la interculturalidad, obviamente, no tenían nada en común. La otra persona del equipo era otra mujer, no indígena. En las fotos nos veíamos muy interculturales los tres, pero no era así en la realidad.

Finalmente, ese trabajo, que yo pensé sería una gran oportunidad de desarrollo personal y académico para mí, lo perdí por los “usos y costumbres” del hombre tzotzil que se dedicó a agredirme todos y cada uno de los días que yo estuve allí. Y lo entiendo, si en su cultura las mujeres no son más que bestias de trabajo, tener una jefe mujer deber haber sido para él un insulto para el que no había más remedio que matar o morir. Por otro lado, también todos y cada uno de los días que nos vimos se dedicó a quererme cobrar lo de “la deuda histórica” y no hubo razonamiento alguno que lo hiciera entender que yo no le debía nada a nadie. Nunca tuve apoyo de mi jefe el rector porque la consigna en esa escuela era la de “los indígenas primero” (así lo mandan la SEP y el Gobernador) y así entonces, con ese trabajo la oportunidad que realmente tuve fue la de aprender lo que es la discriminación a quienes no somos indígenas en muchas de las instituciones y disposiciones gubernamentales para proteger a “los más débiles”.

Un tiempo después me encontré a mi compañera en la calle, me dijo que también había perdido el trabajo. No quise saber por qué.

PD Ahora que vuelvo a leer mi escrito me estoy dando cuenta que, finalmente, sí pagué algunas letras pendientes de "la deuda histórica". Valga como mi cooperación a la celebración del Bicentenario.

miércoles, 25 de agosto de 2010

INDIGENAS PARA TURISTAS

No es lo mismo vivir Chiapas como turista que como residente y así es para cualquier otra ciudad del país y del mundo. Por eso hoy, después de andar de turista con mi familia, quiero escribir una historia que he vivido como residente. Digamos que, me gustaría mostrar la otra cara de la moneda. Y como va…

Son las cuatro y media de la tarde. Es el noveno y penúltimo día del “Taller de creación literaria para escritores chiapanecos”; revisamos escritos. Manuela López Méndez ha traducido al español su larguísimo cuento sobre el coyote y el nahual, sobre cuevas y tigres, sobre la historia de San Juan, de San Sebastián, sobre el cazador, San Alonso y los antepasados, y lee para nosotros. La tarde cae sobre los tejados y Manuela empieza a llorar sobre su escrito y se seca las lágrimas con el brazo en la cara y yo pregunto ¿qué te pasa Manuela? Un silencio blanquísimo; luego Manuela arruga los papeles y los tira en el piso. Quiero escribir, me dice, escribir lo que siento aquí adentro metido, no quiero más coyotes ni naguales, ni santos, no quiero escribir más historias del pueblo mío mientras yo siga sintiendo este nudo de tripas que me revienta adentro. Quiero escribir en Español, maestra, como tú, para que todos me entiendan.

Te ants son las palabras mayas que significan mujer, "la mujer". Te ants quiere escribir poesía para decir que la mujer de ahora te ants ta k´ajk´al ini, construye su destino ya smelstsan xkuxinel ta a´tel, en campos de libertad ta banti kolem ta k´inal ya xbejen.

Te ants no trabaja ni vive en lengua maya porque eso no se habla en la ciudad; pero el Centro de Lenguas Indígenas del Gobierno Estatal y Nacional le paga su salario para que escriba palabras floridas nichimal k´op, en una lengua que no se puede dejar morir. El marido de te ants no quiere morir de hambre ni estar a la merced de la sequía y por eso se viste con pantalón de manta, sombrero de listones, bastón de mando, chuj de lana y se convierte en personaje de la historia del pueblo y la historia del pueblo es escenario de un teatro alucinante al que la paga también llega en dólares porque la comunidad internacional no quiere dejar que se muera la historia. Te ants escribe en maya y llora en español. ¿En qué lengua te bullen las palabras dentro de tu corazón, mujer?

Los hijos de te ants no quieren ser agricultores ni cantores de leyendas orales, quieren ser comerciantes con grandes camionetas y no quieren hablar maya aunque te ants les insiste: si no, mañana no viviremos me mo´oje ok´ome, la lengua de nuestros antepasados nos resguarda del frío, de los dolores del hambre; hablemos lengua maya, hijos, vistámonos con fajas, enredos y listones para que no se apague el sol yo´k´uxi mu xtupo sat li jtotike, para que no se destruya nuestro universo yo´mu xlaj li osil balamile.

El hijo de te ants compra música en inglés con la paga de dólares y va contento a la fiesta every day I feel you yo´mu xlaj li osil balamile para que no se destruya su universo y Manuela llora con la cara sobre la mesa y las manos entre el pelo mientras dice que quiere hablar de lo que trae adentro y quiere que los demás lo lean y se enteren y quiere ser escritora de a de veras. Cae la noche. Todos se han ido. Manuela recoge sus papeles del piso, los desarruga al plancharlos con la mano, los guarda entre sus libros. Se ha secado las lágrimas, las indias no sufren, ya están acostumbradas.

sábado, 14 de agosto de 2010

LA SUSTANCIA DE LA OBSCURIDAD

El lenguaje está para servirnos a nosotros, no nosotros al lenguaje.

Como mi instrumento de trabajo es el lenguaje, como soy experta en “lengua española”, las personas muchas veces me preguntan que qué será lo correcto, si obscuro u oscuro, si substancia o sustancia y que por qué no se escriben Sicología y Siquiatría así simplemente, si en realidad de ese modo lo pronunciamos. La verdad es que yo no sé qué será lo correcto porque realmente le decimos correcto a lo que más se usa; aquí en la ciudad donde vivo, por ejemplo, lo correcto es decir ni modos en vez de ni modo, pero también aquí decimos Chiapas y no Chapas como en el resto del país.

En general los grupos de consonantes y algunos de vocales son de difícil pronunciación y sólo depende de nuestro cuidado el desarrollar la habilidad de pronunciar unos grupos por demás difíciles como el de Popocatépetl y, ¿qúe decir del monstruo?, con cuatro consonantes juntas resulta una monstruosidad de palabra. Sin embargo, ponemos cuidado, porque hablar bien da prestigio social y nos hace miembros de una comunidad de hablantes.

Así, si los alumnos escuchan al maestro que pronuncia concecto en vez de concepto pues ya no lo respetan tanto, ya no le confieren tanta autoridad. Igual pensamos aquí mal de los que pronuncian Chapas por Chiapas; como aquí le ponemos cariño a la pronunciación lo hacemos correctamente y no nos detenemos a pensar que Chapas y el concecto son lo más fácil de pronunciar.

El hecho de que estemos acostumbrados a pronunciar no hace a las palabras fáciles y accesibles y por eso la ley del mínimo esfuerzo las va simplificando; así, primero se oye mal y se ve mal, pero poco a poco la forma complicada hasta dará risa. Recuerdo cómo mi abuelo se enojaba con nosotros, sus nietos, porque decíamos así en vez de ansina y nosotros nos moríamos de risa, a él no le importaba, se quedaba quejándose de lo mal que hablan los mexicanos de este tiempo.

Pero, hoy por hoy, en este nuestro tiempo, pues todavía podemos ver con malos ojos lo del concecto chapaneco.

miércoles, 11 de agosto de 2010

EL GOZO DE JUBILARSE

En este país, en otros tiempos, era bastante bueno jubilarse porque eso no significaba quedarse en la ruina por no trabajar; pero la situación fue cambiando y ahora verdaderamente la jubilación es un castigo para quien trabajó toda su vida en un lugar, para quien fue profesor universitario, para quien atendió enfermos, para quien dedicó el mejor esfuerzo de su vida productiva a cualquier institución. Y estoy hablando de instituciones gubernamentales, porque las jubilaciones de empresas privadas simplemente no existen.

En otro países (hablo de Primer Mundo, por supuesto) la tercera edad puede ser muy disfrutable porque ya no hay que trabajar con horarios y exigencias y además las pensiones de jubilación son hasta mejores que los sueldos de los que sí trabajan, así es que en este momento pienso que realmente me habría ido mejor siendo española, francesa o italiana, pero aquí me tocó vivir y sigo creyendo que algo es lo que puedo y debo hacer por este país. Cada vez me convenzo más de que mi tarea es hablar y escribir y quiero suponer que ese es mi grano de arena.

El latín jubilare significaba lanzar gritos de júbilo, de gozo. Del siglo XIII viene la palabra jubileo, que proviene del latín y se refiere a la solemnidad judía celebrada cada cincuenta años; con ocasión de ella no se sembraba ni se segaba, todos los predios vendidos volvían a su antiguo dueño y los esclavos recobraban su libertad. Era el tiempo del gozo. De allí mismo, en el siglo XV aparece la palabra jubilar: alcanzar la jubilación, que significa regocijarse, alegrarse por la satisfacción del que ya no ha de trabajar.

Por lo menos, entonces, ya no debería llamarse jubilación a este desempleo obligado que causa angustia a tantas personas que conozco y que no conozco, que trabajan para empresas privadas o para el Gobierno. Y en la tercera edad de los mexicanos, ¿cuándo entonces será eso del tiempo del gozo?, porque hay muchos que ni derecho a jubilación tienen, o sea, que el día que no trabajan no comen, aunque tengan 80 años.

Lamento mucho no poder hacer nada más por este país, lamento mucho también sufrir lo que aquí pasa porque no me tocó nacer en otra parte, quisiera como todos los turistas que veo en mi ciudad en este verano, cantar a todo pulmón México lindo y querido con los mariachis, comprar una bandera mexicana para mi casa y seguir mi paseo de dos o tres semanas sintiendo de corazón que éste es un país hermoso donde les gustaría vivir.

sábado, 7 de agosto de 2010

EN UN LUGAR DE LA NUEVA ESPAÑA

A mí los piratas siempre me parecieron personajes fascinantes con aquellos trajes que usaban y viajando en esos barcos, hasta que los vi en Campeche. Y esto de verlos no es un decir, aunque ellos sean del siglo XVII y yo del XXI.

A Campeche fui buscando una ciudad colonial amurallada y eso fue lo que encontré en lo que llamamos hoy “el casco histórico”, que es exactamente lo que entonces fue: hermosas casas de colores, templos antiguos y calles empedradas y perfectamente bien trazadas que terminan en paredes. De frente hasta topar con la muralla, a la izquierda hasta la muralla y a la derecha y hacia atrás, igual. Después sigue el mar que, por cierto, parece no moverse por su oleaje imperceptible; el mar de Campeche es un espejo quieto que refleja nubes, luna y sol.

Los responsables del muro de encierro fueron los piratas, que no eran más que ladrones con barcos, aunque a mí me parecieran hermosos personajes de leyenda. Atacaban a la ciudad por sorpresa y en tumulto con la misma barbarie con la que, años después, los soldados revolucionarios atacaron las haciendas y con el mismo coraje con el que, más años después, las bandas delinquen en nuestras ciudades de hoy. Y entonces arrasaban no sólo con los tesoros comerciales que les interesaban sino con las vidas de quienes no lograban esconderse bien de ellos: casas quemadas, niños muertos, mujeres violadas, terror y destrucción como en cualquier guerra de las que hoy aún vivimos.

De pie, al final de cualquier calle, y frente a la muralla de ocho metros de altura imagino el alivio que la gente de Campeche sentía al ver cómo se levantaban aquellos muros que detendrían al pavor de cualquier noche de piratas, porque a cualquier hora podían sonar las campanas de alguna iglesia que anunciaban ataque y entonces ningún refugio servía.

San Francisco de Campeche era un punto comercial muy importante en la ruta marítima entre el nuevo y el viejo mundo, del puerto partían barcos con preciados tesoros de América como el palo de tinte, originario de la región, además de la plata, el oro, las plumas de quetzal, las maderas preciosas y muchas otras valiosas rarezas del otro lado del mar. Estos cargamentos se hicieron una obsesión para los ladrones del mar. Lorencillo se llamaba el peor pirata y él, como todos, debe haber mostrado orgullosamente en lo alto de su buque la banderita de calavera con espadas y mostró también lo que la ambición puede hacer para llenar barcos enteros de cosas robadas. La ambición desmedida de los bandoleros de antes y de siempre va acompañada de una ira capaz de quemar pueblos enteros con todo y habitantes.

Así entonces, para librarse de los Lorencillos se llevó a cabo el amurallamiento de la ciudad que quedó rodeada de gruesas paredes y ocho baluartes; además contó con los fuertes a la orilla del mar y así tuvo ya puestos de vigilancia, muros de contención, muchos cañones y horribles calabozos para los prisioneros.

Hoy en día todas estas construcciones conforman el tesoro histórico de Campeche: los baluartes albergan arte y cultura al tiempo que exhiben cañones y balas, restos de barcos, mapas de rutas piratas y retratos de los bandoleros. Los fuertes son hermosos escenarios a la orilla del mar y ya ni muros, ni baluartes, ni fuertes son vestigios del miedo. Con el paso del tiempo el miedo terminó y la ciudad amurallada es una joya arquitectónica por ser lo que fue: el recinto de un cotidiano terror.

Ahora los piratas son de luz y sonido y, si en el espectáculo la gente salta por los tronidos de los cañones, es motivo de risa, de entusiasmo. Los piratas trepan los muros y hacen brillar y sonar sus espadas; son graciosos con sus espectaculares trajes y sombreros, con un ojo tapado, con una pata de palo. Nada que ver con la realidad que sólo conocemos de oídas.

También hay un barco pirata para el turismo, grandioso como el de Espronceda:

Con diez cañones por banda,
viento en popa a toda vela,
no corta el mar, sino vuela,
un velero bergantín…


Yo era turista en Campeche, pero después de esta historia ya no pude disfrutar del barco ni de aquellos piratas de leyenda que nunca había visto tan cerca. Entonces me di cuenta de que ir a Campeche es una buena idea para quienes como yo, a veces piensan que habría sido emocionante vivir hace algunos cientos de años y en la Nueva España, en uno de los más importantes puertos de aquella época y a la orilla del mar más apacible de nuestro país.

miércoles, 4 de agosto de 2010

LA SILLA DE BRAZOS

Iré a Palenque. Próximamente tendré visitas e iremos a Palenque porque Chiapas sin Palenque, para mí, es como no haber viajado. Siempre que voy a Palenque lo hago en auto o en autobús y siempre también recuerdo con cariño a Stephens, un hombre al que conocí en sus libros de relatos y cuando conozco y quiero a alguien a través de sus escritos éste se convierte en mi amigo íntimo. Por eso es que pienso en él: un explorador estadunidense que, a mediados del siglo pasado, recorrió regiones de México y América Central y describió las ruinas mayas que aún nos asombran. John Lloyd Stephens, como yo, se interesó especialmente en Palenque.

Sus narraciones son detalladas, tan detalladas que dejan huella en la memoria del lector porque ¿cómo olvidar que unos expedicionarios en los años 1800 llegaron a las ruinas mayas si actualmente no es precisamente fácil hacerlo?, ¿cómo olvidar las cosas que pasaron? Insectos que se les metían entre carne y uña de los pies y les producían infecciones que les impedían caminar, mosquitos que picaban de día y de noche, serpientes, calor insufrible, selvas vírgenes con todo su encanto y su peligro.

Pero definitivamente, lo que quedó en mi memoria para siempre fue la historia de la “silla de brazos”, que era un medio de transporte hecho para ser cargado sobre la espalda de un indio (por cierto, en el museo de sitio de Palenque hay una reproducción de ella, en memoria de aquellos expedicionarios).

Stephens sentía repugnancia ante la sola idea de tener que subirse a esa silla porque nunca había imaginado que un ser humano pudiera ser cargado por otro como si se tratara de transporte en mula o caballo; sin embargo, Stephens un día se sintió enfermo, se sentía agotado y las fiebres, la fatiga excesiva y el dolor de cabeza lo hicieron usar la silla. El relato es el de una terrible experiencia que aquí transcribo para compartirles algo de lo que hay en mi memoria.

‘’Era una grande e incómoda silla de brazos, unida con tarugos y cuerdas de mecate. El indio que iba a cargarme, como todos los demás, era pequeño, no mayor de cinco pies y siete pulgadas, muy delgado, pero de forma simétrica. Una correa de mecate fue atada a los brazos de la silla, y, tras sentarse, colocó su espalda contra la parte posterior de la silla, ajustó el largo de las cuerdas y suavizó el mecate que atravesaba su frente con una pequeña almohadilla para atenuar la presión. La levantaron dos indios, uno de cada lado, y el cargador se puso en pie, se quedó inmóvil un momento, me arrojó hacia arriba una o dos veces para acomodarme sobre sus hombros, y emprendió la marcha con un hombre a cada lado. Esto era un gran alivio, pero podía sentir cada uno de sus movimientos, hasta las elevaciones de su pecho al respirar. El ascenso fue uno de los más escarpados de todo el camino. A los pocos minutos se detuvo y exhaló un sonido, usual entre los indios cargadores, a medio camino entre silbido y jadeo, siempre doloroso para mis oídos, pero al que nunca antes había sentido tan desagradable.


Mi rostro iba volteado hacia atrás; no podía ver hacia dónde se dirigía, pero observé que el indio de la izquierda retrocedió. Para no aumentar el trabajo, me senté tan quieto como pude; pero a los pocos minutos, al mirar por encima de mi hombro, vi que nos estábamos aproximando al borde de un precipicio de más de diez mil pies de profundidad. Aquí me sentí muy ansioso por bajar; pero no podía hablar inteligiblemente, y los indios no pudieron o no quisieron entender mis señas. Mi cargador avanzaba cuidadosamente, con el pie izquierdo primero, probando si la piedra en donde lo ponía estaba firme y segura antes de poner el otro, y por grados, tras un movimiento particularmente cuidadoso, adelantó ambos pies a medio paso de la orilla del precipicio, se detuvo y lanzó un horrendo silbido con jadeo. Yo subía y bajaba con cada respiración, sentía su cuerpo temblar bajo el mío y sus rodillas parecían ya flaquear. El precipicio era espantoso, y el más leve movimiento irregular de mi parte podría arrojarnos juntos hasta el fondo… Mi temor de que no aguantara o que tropezara era excesivo.


…Pero allí permanecí hasta que me bajó por su propia voluntad. El pobre muchacho estaba bañado en sudor, y cada uno de sus miembros le temblaba. Ya otro estaba listo para levantarme, pero yo ya había tenido suficiente’’




En 1989 el Gobierno del Estado de Chiapas publicó, por primera vez en español una parte de la obra de John Lloyd Stephens: Incidentes de viaje en América Central, Chiapas y Yucatán, publicada por primera vez en Nueva York, 1841.

sábado, 31 de julio de 2010

LA CELEBRACIÓN DEL BICENTENARIO. PARTE II

La hacienda es hermosa, muy hermosa. Las sábanas y colchas de las camas son de encajes tejidos por manos de mujeres, hay flores en floreros, hay cuadros en paredes, hay cortinas enormes de telas con bordados, hay carpetas en muebles y en sillones, hay tantas cosas más que siguen delatando manos femeninas, tardes de tedio, íntimas historias contadas en secreto. En grandes haciendas vive la gente fina que organiza bailes en salones majestuosos bajo candiles con cientos de vidrios como cuentas de colores, con muebles que parecen de oro y también con grandísimos espejos donde las parejas que bailan pueden verse abrazadas al ritmo de una polka o de un vals. La gente fina viaja a Francia y a Italia, los hijos de la gente fina se educan en París. La gente fina se viste con finas telas que llegan en los barcos. La gente fina bebe vinos rojos y blancos, y come quesos y jamones de lugares lejanos. La gente fina está aterrada de ver por las rendijas de las puertas a esos bárbaros que se llaman los revolucionarios y que tienen sed de sus vinos y también de ver su sangre. La gente fina que pudo corrió hasta perderse por los campos para librarse de los asesinos y la gente fina que no corrió se quedó metida en alacenas, debajo de las camas o en el establo, cubierta con estiércol de vacas y caballos para hacerse invisible.

Y así empezó la Revolución Mexicana de 1910 que ahora gustosos todos los mexicanos conmemoraremos con una fiesta maravillosa en la que se gastarán muchísimos pesos que para eso son: para celebrar.

En las haciendas la gente pobre servía a la gente fina y vivía en unas casuchas inmundas, ellos no tenían salario porque existían las tiendas de raya que pagaban a los trabajadores su salario en mercancía y además se aseguraban de dejarlos siempre endeudados: con deudas de por vida.

¿A alguno de ustedes le suena esto cotidiano? Quincena con impuestos ya descontados. Pago de la letra del coche. Colegiaturas. La letra del préstamo del banco. La hipoteca de la casa. La mensualidad de los muebles de la casa. La luz. El agua. El aire que respiro!!!! Y la tenencia por usar un auto y que no he pagado. Y ya, no hubo quincena en realidad.

En el Porfiriato (que era una dictadura) había leyes económicas que favorecían cada vez más a los ricos y menos a las masas trabajadoras.

Ahora en nuestro país yo veo todo igual: los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Por cierto, los hijos de la gente fina siguen educándose en el extranjero.

Los capitalistas, apoyados por el dictador, explotaban a los peones en las haciendas, las minas y las fábricas de las que eran dueños. No había ley laboral.

Ahora ya hay ley laboral pero ni para qué la queremos porque también hay discriminación por sexo y edad para conseguir trabajo, discriminación a mujeres embarazadas y a mujeres en general que tienen que pasar la humillación de demostrar que no están embarazadas para optar por un trabajo. Hay niños explotados que trabajan hasta en la pornografía; hay nepotismo y compadrazgos; hay salarios enormes para los diputados. Hay más desempleo, pobreza y tristeza que nunca antes.



En fin, la Revolución Mexicana de 1910 empezó por la pobreza extrema, por el abuso, por los beneficios a las empresas extranjeras, por la concentración de riqueza en pocas manos, por una dictadura abusiva e insensible, por los altísimos impuestos cuando la producción agrícola decayó y porque un grupo de ladrones y asesinos tomaron el poder de la nación junto con su presidente y la manejaron a su antojo con las armas del dinero y el poder.

Compatriotas, ¿ha cambiado algo?
Pregunto de nuevo ¿Qué es lo que hay que celebrar?

sábado, 24 de julio de 2010

LA CELEBRACION DEL BICENTENARIO. PARTE I

Ayer en un noticiero me enteré que los gastos para la celebración de nuestro Bicentenario ascenderán a 2 mil 900 millones de pesos “tentativamente” porque es posible que suban un poco más ya que, para todos los mexicanos, “este es el gran momento para difundir nuestra historia, reflexionar con profundidad y celebrar con júbilo”, como dijo Lujambio, secretario de la SEP y ahora coordinador de los magníficos festejos. No sé por qué anuncian esa cantidad ofensiva, ¿será que debemos sentirnos orgullosos de ese gasto y de lo que se hace con nuestros impuestos y nuestro trabajo?


Yo, en apoyo al Sr. Lujambio, me dedico a reflexionar con profundidad y empiezo por la primera parte del Bicentenario que es la Independencia de México: en aquellos tiempos nuestro país no era México sino parte de la Nueva España y a la corona española debíamos rendirle tributos como todo el oro y la plata que se pudiera y, por supuesto, obediencia. También había discriminación social y racial, o sea, que mientras más europeo fueras, mejor, porque los criollos eran relegados por ser nacidos en América, los mestizos más aún porque se consideraban ilegítimos y los indígenas eran explotados y maltratados; había inmoralidad y corrupción burocrática ya que la administración estaba en manos de los españoles, el clero era poderoso y español por supuesto, además, de costumbres relajadas, y por último, los impuestos eran muy elevados porque España estaba en decadencia económica.

Ahora que celebraremos con tanta fiesta y tanto gasto esa Independencia la reflexión profunda a la que nos invitan nuestras autoridades me deja ver cosas que no me gustan y sólo entiendo que todo dio vuelta y regresó al mismo punto:

1) Todo el oro y toda la plata del país para el más poderoso ahora ya no es la Corona Española sino políticos, presidente, secretarios, diputados, senadores y bueno, tenemos el honor como nación de tener a Carlos Slim: el hombre más rico del mundo (datos de Forbes, 2010). Nuestro dinero luce.

2) La discriminación no es asunto del pasado en nuestro país y por eso abundan los derechos que no deberían ni siquiera marcarse como especiales, pero es que son tan pisoteados los derechos humanos que ahora debe haber “Derechos de los niños”, “Derechos de los indígenas”, “Derechos de los ancianos” y de todos aquellos que no sean precisamente los más fuertes.

3) Antes de la Independencia ya el pueblo estaba cansado de la inmoralidad y la corrupción administrativas y gubernamentales. Ahora realmente no sé si podríamos decir que es peor o que por lo menos es igual que entonces. Todos lo sabemos. Todos lo vivimos.

4) ¿Y qué decir del clero actual en México?, ¿de las grandes riquezas que amasa?, ¿de sus alianzas con el narco?, ¿de su inmoralidad y su soberbia?

5) Último punto: los impuestos. Sube el IVA, sube el ISR, hay impuesto por depositar en los bancos, por comprar cigarros, bebidas alcohólicas, por jugar lotería, y cualquier día nos confirman que tendrán impuestos los alimentos y las medicinas.

Patria querida ¿de verdad te independizaste? Compatriotas todos, ¿qué celebramos?

miércoles, 21 de julio de 2010

VIEJO TENIAS QUE SER

En memoria de la Memi


En los años sesenta, en la Ciudad de México, mi mamá aprendió a manejar un automóvil y se convirtió en una de las primeras mujeres al volante en el país. El mundo de las avenidas, los semáforos y los dobles sentidos no resultó para ella mucho más complicado que el entorno hogareño al que estaba acostumbrada. Mi papá le compró un Renault Dauphine al que nosotros bautizamos como ”El gato” porque parecía nuestra mascota, a mi mamá la veíamos decidida y atenta mientras conducía con su Gato lleno de niños felices.

Nosotros, sus hijos, nos acostumbramos entre risa y risa a escuchar todo lo que le decían los ofendidos choferes del sexo contrario y que no bajaba del tono de “viejas a la cocina”, “Dios me libre de las viejas” y “¿quién te dijo que las viejas saben manejar?” Yo desde ese entonces observaba que los insultos nos caían encima precisamente por el estricto cumplimiento de las reglas de tránsito por parte de mi mamá; el estilo de los hombres era, en general, saltarse los reglamentos. Así es que si la luz del semáforo era roja, mi mamá hacia el alto del tiempo que fuera aunque no viniera ni Dios por ninguna otra calle, y si al empezar la luz verde un peatón quedaba a medio camino para cruzar la calle, ella se esperaba a que llegara en paz a la otra orilla y no le importaba que se pegaran al claxon todos los conductores que teníamos detrás.

Mi mamá y nosotros en el Gato éramos la libertad, hoy la recuerdo valiente y decidida, sin complejos ni miedos, siendo una de las poquísimas mujeres que se atrevían a hacer cosas de hombre. El cabello le volaba con el aire de la ventanilla abierta y el aire tomaba velocidad en las avenidas grandes y los tipos seguían gritándole barbaridades y todos nos sentíamos tan orgullosos de ella.

La última vez que estuve en la Ciudad de México tomé un taxi al aeropuerto, lo conducía una mujer, tan sabedora de su oficio, tan cumplidora de las reglas, que me tenía recordando aquellos tiempos del Gato. El recorrido por la ciudad me estaba resultando un hermoso paseo hasta que, en una esquina, un presumidito de coche nuevo se pasó el alto y por poco se nos estrella; por cierto, el presumidito era un señor serio, respetable, de los de traje y corbata, de los de coche del año.

La Ciudad de México ya no es la de los años sesenta, pero esa mujer me estaba mostrando que el respeto a los otros conductores todavía puede existir y por eso se molestó tanto, por eso la mujer taxista asomó medio cuerpo por la ventana y con todo el volumen y coraje que pudo tener su voz le dijo: “viejo tenías que ser”

sábado, 17 de julio de 2010

CUANDO VEO Y ESCUCHO AL PRESIDENTE

Cuando veo y escucho al Presidente o a cualquiera de nuestros gobernantes o a cualquiera de los que quieren ser gobernantes recuerdo una hermosa historia que cuenta el neurólogo Oliver Sacks en un libro que recomiendo muchísimo y que trata de relatos reales sobre el extraño mundo de los pacientes neurológicos: El hombre que confundió a su mujer con un sombrero (Barcelona, Anagrama, 2002)


Dice Sacks que un día, cuando se transmitía un discurso del Presidente en el pabellón de afásicos del hospital donde él trabajaba, encontró a muchos pacientes muertos de risa, éstos eran los pacientes con afasia global. Ellos son incapaces de entender las palabras en cuanto tales, pero son profundamente receptivos a la expresividad del lenguaje: tono, timbre, los gestos que acompañan al habla, el sentimiento mismo de quien habla y toda la sutil expresividad que excede lo verbal. Su organismo potencia esta habilidad como una compensación a su discapacidad. Así entonces, entienden sin palabras lo que es auténtico, lo que no se puede escuchar: las muecas, los histrionismos, los gestos falsos, las cadencias y tonos fingidos de la voz y en el discurso del Presidente, todos estos eran incongruencias tan notorias y grotescas que los afásicos no podían evitar las carcajadas.

En el mismo pabellón había otros pacientes cuya discapacidad era opuesta a la anterior ya que carecían totalmente del sentido de la expresión y el tono del lenguaje, mientras conservaban intacta la capacidad de entender las palabras y las construcciones gramaticales. Ellos padecían agnosia tonal. Como la observación de los gestos de otras personas es un aprendizaje que les lleva tiempo y esfuerzo, ellos se concentran básicamente en lo que escuchan ya que pueden entender el lenguaje con sus palabras y construcciones precisas como tal; digamos que, de alguna manera, leen el lenguaje oral con un sentido crítico y exacto. Uno de estos pacientes estaba muy serio ante el discurso y, al preguntarle Sacks que qué pasaba él dijo: “no es convincente, no habla buena prosa, utiliza las palabras de forma incorrecta, o tiene una lesión cerebral o nos oculta algo”.

La historia de Sacks termina con una observación de lo que ese día sucedió y ahora sigue sucediendo, con cualquier gobernante o candidato, en cualquier lugar del mundo y en cualquier tiempo. Dice Sacks: “A nosotros, individuos normales... se nos engañaba genuina y plenamente. Y el uso engañoso de las palabras se combinaba con el tono engañoso tan taimadamente que sólo los que tenían lesión cerebral permanecían inmunes, desengañados”. Y yo siento en este momento que de verdad me gustaría compartir ahora los discursos televisivos de nuestros políticos con aquellos pacientes del pabellón de afásicos.

miércoles, 14 de julio de 2010

MI ABUELITA DECÍA

Mi abuelita Quetita fue una mujer muy sabia a la que le gustaba mucho la repostería. La recuerdo siempre en la cocina, con las manos llenas de harina y en medio de aromas de pan. Hace ya muchos años que se fue, pero hoy como ayer, escucho todavía sus consejos con todo y su advertencia “mira hijita, hazme caso porque más sabe el diablo por viejo que por diablo” Los olores de mi memoria son de pan.

Mi abuelita decía…

• Cuidado con la lástima porque por esa maldita lástima cometemos las tonterías más grandes.

• Abuelita ¿tú crees que los hombres cambian? No, mi hijita, los hombres no cambian, mejor cambia de hombre.
  • Ni creas que se muere por ti hijita. Viejo celoso: viejo mañoso.
• Pareces el judío errante, a ver si te sientas ya para que te pongas a pensar.

• Cuídate de ella porque es más mala que pecado en viernes santo, o que carne de puerco a medianoche.

• Cuando estés enferma hijita, quéjate como si te estuvieras muriendo porque si no, no habrá ni quién te haga caso.

• El que come y canta loco se levanta.

• En la alameda me dijo un loco: si tú no me quieres, ni yo tampoco.

• Mira hija, a mí no me consta lo del cielo y lo del infierno pero te aseguro que aquí se paga todo, ten paciencia y observa.

• Abuelita, dicen que el año que entra se va a acabar el mundo. Mira hija, el mundo se le acaba a cada quien el día que se muere.

• Nadie se muere la víspera del día que le toca, sólo el pavo de Navidad.

• Nunca te fíes de los mochos que van mucho a la iglesia, porque comen santos y cagan diablos.

• No hay peor cosa que una mujer que se le pega al hombre como tábano.

• No sé por qué se creen tanto los gringos si no saben ni hablar, dicen “pai”, lo escriben “pie” y a fin de cuentas: es pastel.

• En la casa donde hay una mujer no debe irse a la panadería. Hacer el pan en casa es el mayor gusto de todos los días.



Jamás he podido decir “Descansa en paz abuelita” porque no vaya a ser que calles para siempre y yo no quiero dejar de oír tus consejos y mucho menos, perder las memorias del pan. Gracias Quetita.

sábado, 10 de julio de 2010

AUTENTICA LUCHA LIBRE


Hace unos días vi entre los anuncios de Televisa uno de TVAzteca con Javier Alatorre hablando del magnífico proyecto (atrapabobos) de Iniciativa México. De momento me sorprendí ¡las televisoras enemigas ya se aman!, pero cuando salí del asombro entendí aún más cuán sucio es el mensaje subliminal de toda esta historia: todos los mexicanos unidos, somos ahora amigos porque sólo juntos podemos levantar a nuestro país, ¡qué bonito discurso!, ¿o no? Estoy pensando en cuántos mexicanos se quedaron en esta hermosa realidad de las nuevas amistades y los rencores atrás.

La verdad es que lo vivimos diariamente y confieso haberme tragado a veces lo de estas alianzas. Primero me caso ideológicamente con un partido político, le presto atención y me parecen sensatas sus ideas, entonces espero, espero, con eso de que la esperanza muere al último (el problema ahora es que yo ya llegué a ese último). Poco después mi partido favorito aparece en una conciliadora Alianza que arregló definitivamente sus diferencias con otro u otros partidos. De momento, claro, pensé que qué bien; pero ya cuando por fin me alcanza el raciocinio me doy cuenta de que PRD y PAN, por ejemplo, no tienen nada que hacer juntos.

Es un gran teatro, solamente.
Es un teatro para espectadores asombrados que no deben pensar.
Y de esos espectadores he llegado a ser.
¡Cómo lo siento!


Todo esto me recuerda una maravillosa historia que leí en alguna novela que ya no encuentro pero que, gracias a Dios, me quedó en la memoria. Un niño, llamémosle Ponchito Verde, es muy aficionado a la lucha libre porque Jacinta, su nana, lo lleva todos los sábados y ambos disfrutan enormemente. Ponchito Verde es fan del Santo e incluso reza por él antes de las peleas ya que su contrincante principal cada vez se muestra más feroz: es el Blue Demon.

Un sábado muy especial y muy esperado habrá una gran pelea de campeonato entre el Santo y Blue Demon y Ponchito Verde está muy nervioso durante toda la semana previa y, desde luego, redobla sus rezos y encarga al Santo con todos los santos de verdad. Esa tarde de la gran lucha es una tarde fatal porque el Santo pierde y el Blue Demon se pasea por la arena todo orgulloso, con los brazos en alto y Ponchito puede verle, a través de la máscara cómo se ríe con burla del Santo que se queda tirado en el suelo.

Por la calle de regreso Ponchito Verde va llorando en silencio, siente que odia al Blue Demon y le da mucha tristeza que el Santo tan bueno y tan poderoso haya podido ser derrotado por un sucio tramposo, porque eso es el Demon. Entonces, al pasar por un café de chinos, Jacinta le dice que entren para tomar café o chocolate y pan porque de que es cierto, es cierto, que las penas con pan son buenas y ella también siente pena por el Santo. Cuando están en la puerta de entrada ya ni pueden entrar porque ambos ven, asombradísimos, que en la mesa del fondo están el Santo y el Blue Demon, felices, muertos de risa, tomando pan con chocolate para las penas.

Jacinta y Ponchito Verde ya no fueron más a la lucha libre.

REQUIEM POR LO QUE PERDÍ

La Patria es mi ciudad: Ciudad de México. Los jueves a las 8 de la noche mis hermanas y yo veíamos a Viruta y Capulina: “Cómicos y Canciones Adams”, cantaban las hermanitas Navarro. A mis papás les gustaba más el programa “Estudio Raleigh” con Pedro Vargas que llevaba invitados como Alejandro Algara y otros que cantaban con Alvarito al piano, y además, para hacer chistes estaba el Chino Herrera y mis papás se reían muchísimo y hoy yo recuerdo con intensidad esos programas mientras miro la televisión y aquí y ahora el nuevo Downy es la protección materna y con helados Holanda se ve todo del lado amable.

Después de los helados antidepresivos y el afecto que emana de los detergentes continúan las noticias: el reportero entrevista a un damnificado que ¿cómo se siente usted?, que ¿qué opina de los efectos del huracán?, y ojos de agua le responden, palabras cortadas; el reportero entrevista al secuestrado, al herido: ¿qué le puede usted decir al auditorio?, y miradas tristísimas le responden, palabras ahogadas y coma helados Holanda, ¡que lo acaricie el Suavitel!

Una ráfaga de luz vibrante y gélida me atraviesa desde la pantalla. Ciudad de México, ciudad enorme habitada de fantasmas, de almas en pena por doquier y yo, metida en cama, no puedo despegarme de la pantalla porque, hundida en un rebozo, llora la madre de una niña violada y asesinada; el reportero, frente al féretro, con fingida cara de respeto, le pregunta su nombre. M a r í a... frases débiles se oyen, quejidos de agua y el reportero insiste: ¿quiere usted narrar al auditorio lo ocurrido? Mirada perdida de la madre. El jabón Zest te vuelve a la vida. Coca-Cola es alegría.

Necesito entonces regresar a las “Noches tapatías” de antaño y ya no recuerdo si había tantos comerciales en las pantallas o mi memoria reprime y mis ojos veían solamente lo blanco y lo negro y mis ojos eran y no hay ojos más lindos en la tierra mía, que los negros ojos de la tapatía. Los negrísimos ojos como el pelo de Velvet, la niña del caballo que era yo en la tele y luego, viernes a las siete y media y Rin-tin-tin en la pantalla con el teniente Rip Masters, el sargento Bif O´Hara y el cabo Rusty y son los años cincuenta de México desde la gran ciudad, y no este nuevo milenio que siguió a aquellos tiempos.

Y hoy, prendida a mis memorias pienso como el poeta Manrique que “cualquiera tiempo pasado fue mejor”. Y no sé si es porque yo era niña y los niños ven el mundo con otros ojos: alegres, o quizás porque aquel país en el que yo podía vivir y ser feliz ya no existe. Estoy triste porque no fuimos nosotros quienes destruimos, fue un puñado de asesinos el que mató a mi Patria.

miércoles, 7 de julio de 2010

¿LICENCIADO O DOCTOR?

Cuando yo hablo a una oficina para buscar a Alicia Reyes me preocupa saber si es Licenciada, porque Elena Gómez era Maestra en Ciencias y se molestó con el grado inferior. Y si al Doctor Domínguez le llamo yo Maestro piensa que de plano le estoy diciendo Profesor; pero si al Profesor Rodríguez le digo Licenciado es siempre más seguro que decirle Señor.


Nada más fácil, entonces, que licenciar a todo el mundo para no cometer equivocación. ¿Es usted Margarita? Licenciada Rosales para servir a usted. Perdón Licenciada (y ya empezamos con tensión). Así las cosas se complican con tantas otras profesiones: Arqueólogo, Antropóloga, Matemático, Ecólogo, Historiador… Y si además de especialista conocido se llama Director, Coordinador, Jefe, Comisionado, Delegado o Diputado, el arte de las relaciones sociolaborales se convierte en exquisita sofisticación. ¿Será entonces que en México los Directores y los Licenciados se sienten aún gente decente en casa cuando los llaman papá, hermano, cuñada, compadre o hijo de vecino?

En este país pensamos todavía que ir a la Universidad y obtener un título significa un gran escalafón social, si no eres licenciado no eres nadie. ¿Cómo vas a encontrar trabajo?, ¿cómo vas a demostrar que sabes algo?, ¿cómo te vas a dar a respetar? Obviamente todos conocemos Licenciados y Maestros que acabaron poniendo un negocio que no tiene nada que ver con lo que estudiaron, o que se dedican a lo que sea porque aquí las ofertas de empleo no son precisamente buenas ni abundantes. Pero, sobre todo, esos Licenciados acaban siendo felices y ganando dinero en cualquier cosa menos en “lo suyo”.

Mi hijo tiene amigos en España con quienes estudió la Educación Media después de la cual, algunos van a la universidad (creo que los nerds) y los otros se empiezan a ocupar de muchas otras cosas. Cuando volvió a verlos, años después, les contó que él estaba estudiando en la UNAM y quedaron sorprendidísimos, pero mi hijo también: mira, me dijo, Christian es soldado y gana muy bien, se compró ya una moto buenísima, Genaro trabaja en la carnicería de un súper y se está comprando un departamento en una buena zona y Pablo conduce un autobús y gana tanto como para darse la gran vida. El único raro del grupo es Javier, quien decidió ir a la universidad, y ahora yo también.

Me quedo pensando que, obviamente, esto tiene que ver con país desarrollado o subdesarrollado porque bien que quisiera yo vivir con el nivel económico de mi primo Tom el gringo quien reparte periódicos en una zona de Chicago y debe haber terminado sólo el equivalente a nuestra secundaria. Yo creo que tenemos una gran necesidad de darle una categoría importante a las carreras técnicas en nuestro país, porque los técnicos son necesarios y ser técnico no debería ser un consuelo para el que no puede ser licenciado sino un orgullo para el que tendrá trabajo con más seguridad que muchos otros.